El aire y el perfume de una época

El IAM (Instituto de Arte Moderno), fundado por Marcelo De Ridder en 1949, tuvo su primera sede dedicada a las artes plásticas, la música y la danza en la calle Paraguay y Florida: más tarde las actividades de teatro, música y danza ocuparían el mismo espacio físico y simbólico que había ocupado Amigos del Artes, en el local de Van Riel, en plena calle Florida. Ahora dos tomos exhaustivos, IAM y PDR (Premio De Ridder), publicados por KBB (Kültur Büro Barcelona/Buenos Aires) rescatan el valor y la vigencia de lo que allí se realizó y el cuidado con que se organizaron las distintas y notables ediciones de los Premios De Ridder, en las que participaron más de mil artistas. Entre ellos estaban los que son los maestros de hoy. Los autores de esta investigación son Jorge De Ridder, “Pepe”, y Julia Petersen, y el editor, Sigismond De Bajay. Las 800 páginas de los dos volúmenes documentan hechos artísticos y lo que era la Argentina en aquellos años de “convivencia” militar, de militantes y terroristas. A veces, un barrio, una calle, sintetizaban muchos aspectos de la nación.Florida, hasta fines de la década de 1960, era la calle más elegante de la ciudad y del país; “el salón de Buenos Aires”. Los porteños iban a pasear por esas cuadras que crecían en señorío a medida que se alejaban de la avenida Rivadavia y se acercaban a la Plaza San Martín. Los peatones no eran solo los habitantes del centro o de Barrio Norte, llegaban desde los barrios más populares vestidos con sus mejores ropas. Todos iban a mirar vidrieras, pero también a mirarse entre sí y compararse. El clímax se alcanzaba entre la avenida Córdoba y la plaza. En esos metros estaba Harrods, la tienda más importante de la ciudad; un poco más allá se encontraba la casa de decoración Comte, la más distinguida y sofisticada de Buenos Aires que tuvo como diseñador, durante la Segunda Guerra Mundial, al mago del interior design, Jean-Michel Frank, pariente de Ana Frank.En las cercanías, en Viamonte entre San Martín y Reconquista, estaba la Facultad de Filosofía y Letras, que permanecería en esa sede hasta principios de la década de 1970. La circulación de gente joven, culta y bien vestida le daba al barrio un tono de vitalidad. En esas cuadras de Viamonte, había cafés donde se reunían los estudiantes. Un carácter menos estudiantil tenía el Richmond, con boiserie y cómodos sillones; el café Jockey Club, en Florida y Viamonte, era lugar de cita de numerosos intelectuales, de saco y corbata, algunos de los cuales iban a tomar el té o una copa antes de pasar un rato por la revista Sur (Viamonte y San Martín) para hablar con José “Pepe” Bianco, secretario de Redacción, o Victoria Ocampo. Alrededor de la Facultad había muy buenas librerías: Letras, Verbum, L’Amateur, Sous la Lampe, Atlántida Viau, la francesa Galatea.En una corta distancia se hacía clara la relación entre las actividades culturales y educativas de alto nivel y el carácter social forzosamente elitista de quienes tenían acceso a ellas.A lo largo de Florida se sucedían las casas de alta costura. Una de ellas era la de la austríaca Fridl Loos, de diseños innovadores, que empleaba materiales autóctonos como el barragán. Otra diseñadora extranjera, vecina de Florida, fue la española Ana de Pombo, que había trabajado con Coco Chanel y con Jeanne Paquin. Un grupo de varones jóvenes se apostaban en la esquina de Florida y Paraguay donde estaba y está el café-bar-restaurant Florida Garden. Esos muchachos se dedicaban en esos años de dictaduras militares a temerarios levantes epicenos en el mejor “escenario” porteño; estaban vestidos como modelos de Vogue o de GQ. Por supuesto, hombres y mujeres se perfumaban, y mucho. El contrapunto de aromas marcaba el espíritu de la época, L’air du temps, como decía Nina Ricci. Algunos de los peatones olían a oficina, a goma de borrar y formularios. Era el mundo de la Olivetti.

Abr 25, 2025 - 18:00
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El aire y el perfume de una época

El IAM (Instituto de Arte Moderno), fundado por Marcelo De Ridder en 1949, tuvo su primera sede dedicada a las artes plásticas, la música y la danza en la calle Paraguay y Florida: más tarde las actividades de teatro, música y danza ocuparían el mismo espacio físico y simbólico que había ocupado Amigos del Artes, en el local de Van Riel, en plena calle Florida. Ahora dos tomos exhaustivos, IAM y PDR (Premio De Ridder), publicados por KBB (Kültur Büro Barcelona/Buenos Aires) rescatan el valor y la vigencia de lo que allí se realizó y el cuidado con que se organizaron las distintas y notables ediciones de los Premios De Ridder, en las que participaron más de mil artistas. Entre ellos estaban los que son los maestros de hoy. Los autores de esta investigación son Jorge De Ridder, “Pepe”, y Julia Petersen, y el editor, Sigismond De Bajay. Las 800 páginas de los dos volúmenes documentan hechos artísticos y lo que era la Argentina en aquellos años de “convivencia” militar, de militantes y terroristas. A veces, un barrio, una calle, sintetizaban muchos aspectos de la nación.

Florida, hasta fines de la década de 1960, era la calle más elegante de la ciudad y del país; “el salón de Buenos Aires”. Los porteños iban a pasear por esas cuadras que crecían en señorío a medida que se alejaban de la avenida Rivadavia y se acercaban a la Plaza San Martín. Los peatones no eran solo los habitantes del centro o de Barrio Norte, llegaban desde los barrios más populares vestidos con sus mejores ropas. Todos iban a mirar vidrieras, pero también a mirarse entre sí y compararse.

El clímax se alcanzaba entre la avenida Córdoba y la plaza. En esos metros estaba Harrods, la tienda más importante de la ciudad; un poco más allá se encontraba la casa de decoración Comte, la más distinguida y sofisticada de Buenos Aires que tuvo como diseñador, durante la Segunda Guerra Mundial, al mago del interior design, Jean-Michel Frank, pariente de Ana Frank.

En las cercanías, en Viamonte entre San Martín y Reconquista, estaba la Facultad de Filosofía y Letras, que permanecería en esa sede hasta principios de la década de 1970. La circulación de gente joven, culta y bien vestida le daba al barrio un tono de vitalidad. En esas cuadras de Viamonte, había cafés donde se reunían los estudiantes. Un carácter menos estudiantil tenía el Richmond, con boiserie y cómodos sillones; el café Jockey Club, en Florida y Viamonte, era lugar de cita de numerosos intelectuales, de saco y corbata, algunos de los cuales iban a tomar el té o una copa antes de pasar un rato por la revista Sur (Viamonte y San Martín) para hablar con José “Pepe” Bianco, secretario de Redacción, o Victoria Ocampo. Alrededor de la Facultad había muy buenas librerías: Letras, Verbum, L’Amateur, Sous la Lampe, Atlántida Viau, la francesa Galatea.

En una corta distancia se hacía clara la relación entre las actividades culturales y educativas de alto nivel y el carácter social forzosamente elitista de quienes tenían acceso a ellas.

A lo largo de Florida se sucedían las casas de alta costura. Una de ellas era la de la austríaca Fridl Loos, de diseños innovadores, que empleaba materiales autóctonos como el barragán. Otra diseñadora extranjera, vecina de Florida, fue la española Ana de Pombo, que había trabajado con Coco Chanel y con Jeanne Paquin. Un grupo de varones jóvenes se apostaban en la esquina de Florida y Paraguay donde estaba y está el café-bar-restaurant Florida Garden. Esos muchachos se dedicaban en esos años de dictaduras militares a temerarios levantes epicenos en el mejor “escenario” porteño; estaban vestidos como modelos de Vogue o de GQ. Por supuesto, hombres y mujeres se perfumaban, y mucho. El contrapunto de aromas marcaba el espíritu de la época, L’air du temps, como decía Nina Ricci. Algunos de los peatones olían a oficina, a goma de borrar y formularios. Era el mundo de la Olivetti.