Desde el Pirulí se ve un país...
Ahora nadie en la tele pública se viste de negro como señal de protesta

…Confundido y feliz de perfil/ que anda descubriendo cómo es/ aunque sepa muy bien lo que no quieres ser, cantaba hace algunos años, cuando Suárez, Víctor Manuel. Hablo con unos amigos de la deriva berlusconiana de RTVE y del silencio lanar que guardan hoy aquellos trabajadores que, organizados en variopintos comités, vigilan, o vigilaban más bien, la calidad y exquisitez programática del ente público. Eso era con el Pp, claro. Ahora nadie se viste de negro como señal de protesta. Barra libre. Los contratos de algunas productoras son secretos. Los españoles no podemos saber lo que cuestan los programas, tampoco los sueldos de las nuevas estrellas de la televisión pública que, por qué no decirlo una vez más, financiamos todos. Estrellas, algunas, conveniente y reiteradamente estrelladas, pero eso es otra historia. Los nuevos fichajes son un buen epítome de esta España que se mueve con el paso que marca Pedro Sánchez, “con ese tumbaó que tienen los guapos al caminar”, que canta Rubén Blades en su gran canción Pedro Navaja.
La única verdad que ha dicho en los últimos meses es que iba a construir un muro entre la España progresista, cuyo gobierno sostiene el progresista Puigdemont, y la derecha. Esto lo ha cumplido con creces
Hay que estar siempre preparado, y no tanto para lo peor sino para la sorpresa. Que el gran paladín del sanchismo sea un tipo, o dos, que cada noche se las dan de graciosos, o que la escuadra que Tele 5 terminó echando de sus platós recale en La 1, es algo que sólo esperaba quien ha terminado convirtiendo esa casa en un experimento que sólo busca -cuando la encuentra- la audiencia por encima de toda consideración. Que los Matamoros y Belenes Esteban hayan recalado en Prado del Rey no debería sorprendernos si uno se detiene un momento y se pregunta por la calidad de quien está gobernando este país. La única verdad que ha dicho en los últimos meses es que iba a construir un muro entre la España progresista, cuyo gobierno sostiene el progresista Puigdemont, y la derecha. Esto lo ha cumplido con creces. División, polarización y ninguneo a los españoles, a los que la progresía trata de tarados desmemoriados.
El timo de las balas que se iban a comprar a Israel es una tomadura de pelo que no esconde otras compras de armamento por valor de decenas y decenas de millones de euros. Gila no lo hubiera mecho mejor: España ha suspendido una compra de millones de balas que estaban fabricadas para unas pistolas determinadas que este gobierno ya había comprado a Israel. O sea, las pistolas sin esas balas no funcionan. ¿Y qué hacemos ahora con las pipas, podría preguntarse Miguel Gila?
Me pregunto por la necesidad que tiene Grande-Marlaska, tiempo ha un gran magistrado, aguantando los desplantes de Sánchez y haciéndolos suyos, sin pesadumbre. Este es un gobierno de rábulas programados, ministros y ministras contingentes, que dirían en la película Amanece que no es poco. Ninguno de ellos es necesario. Invitados permanentes, como Yolanda Díaz en Sumar. Todos prescindibles y dispuestos a la autoinmolación en nombre del presidente más embustero de la democracia. Algo lisérgico debe haber en la atmósfera de la sala del consejo de ministros. Obsequiosos epígonos pendientes de la voluntad del jefe, su humor, ánimo y voluntad. ¿Me ha llamado, no me ha llamado?
Sabe que, haga lo que haga, sus ministros y ministras permanecerán, aguantarán, esperarán hasta el final mientras una melodía, entre la disonancia y el cromatismo atonal gobierna estos días
Estoy leyendo de nuevo la Fiesta del Chivo, quizá la última gran novela de Mario Vargas Llosa. Indubitables son las obvias y abisales distancias entre Trujillo y Sánchez, pero tomo de la novela una de sus conclusiones que explican claramente por qué los autócratas duran tanto en el poder, tengan o no el favor de sus ciudadanos. Permanecen porque siempre hay a su alrededor gentes dispuestas a soportar vilezas y humillaciones. Hombres y mujeres que han olvidado que, tiempo atrás, tuvieron un pasado digno y consecuente, y a los que hoy invade el miedo y perturba la falta de apoyo y consideración del gran líder.
Sánchez tiene más poder del que cree y pudo imaginar, en parte porque ha vaciado de influencia y sentido la mayoría de sus ministerios. Y sobre todo porque sabe que, haga lo que haga, sus ministros y ministras permanecerán, aguantarán, esperarán hasta el final mientras una melodía, entre la disonancia y el cromatismo atonal gobierna estos días. Por lo dicho, un amigo me dice que va a dejar de leer periódicos: La angustia tiene forma de una bola en mi garganta, aclara. Y lo entiendo.
Leo en Vozpopuli una noticia, una más, que ahonda en la situación de precariedad que vive nuestra democracia. Por si ya no tuviéramos bastante con el desprecio del presidente al Congreso, a una parte de la judicatura y buena parte de los medios de comunicación, me entero de que los despachos entre el Rey y el presidente están bajo mínimos. Que Sánchez muestra por ellos poco interés, y que seguramente ese interés está en proporción directa con el aprecio que muestra con el jefe del Estado. El rey reina, pero no gobierna. Y esto que está claro para el monarca puede que no lo esté para su primer ministro. Hace un año de la espantada aquella que Sánchez escribió en cinco folios con una prosa imprecisa, una sintaxis dudosa, pero, eso sí, con pluma de hombre enamorado. Muchos pensamos que cuando anunció que se iba a ver al Rey era para presentarle la dimisión, pero esos muchos confundieron la realidad con el deseo. Hoy, sigue afirmando Vozpopuli, los intercambios de información entre el Ejecutivo y la jefatura del Estado son prácticamente una anécdota, y así lo reconocen en las dos partes. De una circunstancia como esta ni gana Felipe VI ni tampoco el presidente, aunque crea que así luce más autónomo y republicano.
No hará falta recordarle a Pedro Sánchez que, en cuestión de tiempo, cuando él deje de estar donde está, Felipe VI seguirá estando en el mismo lugar. Y menos mal. Mientras tanto, desde el Pirulí se ve un país confundido y feliz, de perfil…
Después del apagón es fácil concluir que este es un país dirigido por irresponsables que gobiernan a millones de idiotas. No se me enfade, amigo lector, que utilizo el término idiota desde su origen en el griego antiguo: individuo privado o que no participa en la vida pública. Si no fuera así, esto que que sucede en España no pasaría. Las mentiras de Sánchez no se permitirían, las espantás de Marlasca y Beatriz Corredor, la borrachera ideológica de Yolanda y sus secuaces y tantas y tantas cosas que hacen que a duras penas podamos decir que vivimos en una democracia. ¿Qué es un país al que se la va la luz, el presidente comparece a las seis horas y hoy, jueves, todavía no sabemos que pasó?
Escucho una tertulia en la que sus tertulianos se afanan por entender lo inexplicable, lo que no tiene nombre. Que si la culpa es de los operadores privados, que dónde está la presidenta de Red Eléctrica, que vaya imagen la que estamos dando. El moderador para la tertulia y hace una pausa publicitaria. ¿Qué dirán que se escucha? Un anuncio con la melodía del Asturias de Albéniz y una voz que nos dice: España un país que no se para y no se va a parar. Gobierno de España. Juro que esto sale por la radio estos días.
Sostiene Sánchez que la presidenta de REE no está en cuestión. Casi al mismo tiempo Donald Trump asegura que le gustaría ser el próximo Papa. Empiezo a creer que cuando comparamos a Trump con otros dirigentes gana mucho.