¿Cómo pudimos conservar y salvar el arte de España durante la Guerra Civil?

La épica evacuación del Museo del Prado: la historia poco contada de cómo la cultura venció a las bombasVisitas nocturnas y gratuitas al Museo del Prado el primer sábado de cada mes Madrid, noviembre de 1936. Las bombas caen cada noche, los ecos de la artillería retumban en los muros del Museo del Prado. Apenas un mes después del inicio del alzamiento militar, las autoridades republicanas tomaron una decisión sin precedentes: cerrar el museo más importante de España y trasladar su contenido a las salas inferiores, donde las obras estarían a salvo de los primeros ataques aéreos. No fue suficiente. La noche del 16 de noviembre, un obús impactó sobre el edificio. La amenaza era real. El patrimonio artístico de España, acumulado durante siglos, estaba en peligro de desaparecer. Y entonces comenzó una de las gestas culturales más heroicas y desconocidas de nuestra historia: la evacuación de las grandes obras del Prado a miles de kilómetros de distancia, lejos de la guerra, lejos del fuego. Rumbo a Valencia, lejos del fuego Dos semanas después del bombardeo, las pinturas comenzaron su exilio. Miles de piezas –entre ellas obras maestras de Velázquez, El Greco, Goya o Rubens– fueron cuidadosamente embaladas y sacadas de Madrid en camiones rumbo a Valencia, donde se había trasladado el Gobierno de la República. No había plan cerrado, solo determinación: salvar el arte como se pudiera, como fuera. La operación se hizo bajo una presión constante, con riesgo real para las personas implicadas. Trabajadores del museo, funcionarios, intelectuales, soldados y ciudadanos comprometidos participaron en el traslado. Y entre todos ellos se gestó lo que después se consideraría una de las mayores acciones de protección del patrimonio cultural en tiempos de guerra. Un periplo europeo: del caos a la exposición El itinerario fue largo y complicado: Madrid–Valencia–Barcelona–Ginebra. Con cada traslado, nuevas tensiones. Las obras pasaban de unas manos a otras, siempre envueltas con mimo pero bajo amenazas constantes de ataque o robo. Finalmente, en 1939, lo imposible ocurrió: una exposición histórica en el Museo de Arte e Historia de Ginebramostraba al mundo el tesoro del Prado. Durante trece semanas, más de 300.000 visitantes se acercaron a contemplar lo mejor del arte español, desde Las Meninas hasta los fusilamientos del 3 de mayo. Pero aquella muestra no era solo una exposición. Era una declaración política, cultural y moral: el arte debía sobrevivir incluso cuando todo lo demás colapsaba. Azaña, Negrín y una frase para la historia Detrás de esta proeza también hubo decisiones políticas valientes. En uno de los momentos más tensos del conflicto, el presidente Manuel Azaña le espetó a Juan Negrín una frase que aún hoy resuena como símbolo de compromiso cultural: “El Prado es más importante que la República y la Monarquía, porque en el futuro podrá haber más repúblicas y monarquías en España, pero estas obras son insustituibles.” Durante décadas, el franquismo ocultó esta historia. Pero la memoria de aquel acto de amor al arte ha ido recuperando su lugar, gracias a archivos, testimonios y exposiciones recientes. La victoria de la cultura frente a la destrucción Hoy, esas obras siguen colgadas en las salas del Museo del Prado, gracias a quienes arriesgaron sus vidas para protegerlas. Porque cuando todo se tambalea, incluso la democracia o la forma de Estado, el arte permanece. Y eso lo entendieron los protagonistas de aquel rescate: que preservar la cultura no era una frivolidad en tiempos de guerra, sino una forma de resistir al olvido y al horror. Aquella epopeya silenciosa, tejida entre camiones, refugios y exposiciones lejanas, salvó mucho más que unos cuadros: salvó una parte esencial del alma de un país.

May 10, 2025 - 11:51
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¿Cómo pudimos conservar y salvar el arte de España durante la Guerra Civil?

¿Cómo pudimos conservar y salvar el arte de España durante la Guerra Civil?

La épica evacuación del Museo del Prado: la historia poco contada de cómo la cultura venció a las bombas

Visitas nocturnas y gratuitas al Museo del Prado el primer sábado de cada mes

Madrid, noviembre de 1936. Las bombas caen cada noche, los ecos de la artillería retumban en los muros del Museo del Prado.

Apenas un mes después del inicio del alzamiento militar, las autoridades republicanas tomaron una decisión sin precedentes: cerrar el museo más importante de España y trasladar su contenido a las salas inferiores, donde las obras estarían a salvo de los primeros ataques aéreos. No fue suficiente.

La noche del 16 de noviembre, un obús impactó sobre el edificio. La amenaza era real. El patrimonio artístico de España, acumulado durante siglos, estaba en peligro de desaparecer.

Y entonces comenzó una de las gestas culturales más heroicas y desconocidas de nuestra historia: la evacuación de las grandes obras del Prado a miles de kilómetros de distancia, lejos de la guerra, lejos del fuego.

Rumbo a Valencia, lejos del fuego

Dos semanas después del bombardeo, las pinturas comenzaron su exilio. Miles de piezas –entre ellas obras maestras de Velázquez, El Greco, Goya o Rubens– fueron cuidadosamente embaladas y sacadas de Madrid en camiones rumbo a Valencia, donde se había trasladado el Gobierno de la República. No había plan cerrado, solo determinación: salvar el arte como se pudiera, como fuera.

La operación se hizo bajo una presión constante, con riesgo real para las personas implicadas. Trabajadores del museo, funcionarios, intelectuales, soldados y ciudadanos comprometidos participaron en el traslado. Y entre todos ellos se gestó lo que después se consideraría una de las mayores acciones de protección del patrimonio cultural en tiempos de guerra.

Un periplo europeo: del caos a la exposición

El itinerario fue largo y complicado: Madrid–Valencia–Barcelona–Ginebra. Con cada traslado, nuevas tensiones. Las obras pasaban de unas manos a otras, siempre envueltas con mimo pero bajo amenazas constantes de ataque o robo. Finalmente, en 1939, lo imposible ocurrió: una exposición histórica en el Museo de Arte e Historia de Ginebramostraba al mundo el tesoro del Prado.

Durante trece semanas, más de 300.000 visitantes se acercaron a contemplar lo mejor del arte español, desde Las Meninas hasta los fusilamientos del 3 de mayo. Pero aquella muestra no era solo una exposición. Era una declaración política, cultural y moral: el arte debía sobrevivir incluso cuando todo lo demás colapsaba.

Azaña, Negrín y una frase para la historia

Detrás de esta proeza también hubo decisiones políticas valientes. En uno de los momentos más tensos del conflicto, el presidente Manuel Azaña le espetó a Juan Negrín una frase que aún hoy resuena como símbolo de compromiso cultural:

“El Prado es más importante que la República y la Monarquía, porque en el futuro podrá haber más repúblicas y monarquías en España, pero estas obras son insustituibles.”

Durante décadas, el franquismo ocultó esta historia. Pero la memoria de aquel acto de amor al arte ha ido recuperando su lugar, gracias a archivos, testimonios y exposiciones recientes.

La victoria de la cultura frente a la destrucción

Hoy, esas obras siguen colgadas en las salas del Museo del Prado, gracias a quienes arriesgaron sus vidas para protegerlas. Porque cuando todo se tambalea, incluso la democracia o la forma de Estado, el arte permanece. Y eso lo entendieron los protagonistas de aquel rescate: que preservar la cultura no era una frivolidad en tiempos de guerra, sino una forma de resistir al olvido y al horror.

Aquella epopeya silenciosa, tejida entre camiones, refugios y exposiciones lejanas, salvó mucho más que unos cuadros: salvó una parte esencial del alma de un país.

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