Cientos de granjas dejan de explotar animales gracias a ‘TransFARMation’
Desde 2018, la filósofa, profesora de ética y agricultora Sarah Heiligtag ha ayudado a transformar más de 160 granjas en Suiza, Austria y Alemania en lugares libres de explotación animal. Heiligtag y su equipo reciben una media de cuatro peticiones de ayuda semanales “Lo que me encuentro cuando visito las granjas por primera vez son animales que quieren vivir y personas que no quieren seguir matando”, dice Sarah Heiligtag, filósofa, profesora de ética y agricultora, que gestiona, junto a su equipo, el santuario de animales de granja Hof Narr cerca de Zúrich, y que ayuda a transformar granjas en lugares libres de explotación animal. Fabienne Meier y Thomas Reinhard son solo un ejemplo de los centenares de granjeros que se han puesto en contacto con Sarah para transformar su explotación. En su caso, una granja orgánica con 2000 gallinas para huevos. “Mantener a tantas gallinas hacinadas no es bueno para su salud; hay lesiones, canibalismo y enfermedades que no se pueden evitar en un lugar así”, explicaba Thomas en el documental Transfarming Switzerland, realizado por Thomas Machowicz y Sabina Diethelm para We Animals Media. “Pero, aunque las tuviéramos en perfectas condiciones, cada año van todas al matadero”, añadía Fabienne. “El mayor desafío para mí es que esto no coincide con mis valores morales hacia los animales. Las gallinas han asegurado nuestra supervivencia financiera durante un año y, en agradecimiento, las matamos”. El proyecto TransFARMation comenzó cuando, en 2017, llegó al santuario Hof Narr un ganadero, productor de leche, y les dijo: “No quiero matar más animales, no quiero hacerlo ni un día más”. “Nos sentimos tan inspirados y nos alegramos tanto”, explica Sarah. “En aquel momento no teníamos ni idea de cómo lo lograríamos, pero en pocas semanas conseguimos darle la vuelta a la granja, e incluso pudimos rescatar a todos los animales que aún quedaban allí”. Aquello despertó la atención de los medios de comunicación: televisión, prensa, radio, todos quisieron hacerse eco del asunto: “Era la típica granja productora de leche suiza, un sector que se gasta muchísimo dinero para venderse como idílico. Lo que hicimos fue como abrir una grieta en la fachada. Lo vieron otros ganaderos y pensaron, si él puede, nosotros también”. Sarah y su equipo se dieron cuenta de que existía un gran sufrimiento en el sector, y una gran necesidad de cambiar las cosas. TransFARMation “Quizás porque el primero fue una granja lechera y porque separar a los terneros de sus madres es algo que tienen que hacer las personas, no lo hace ninguna máquina, al principio nos contactaron sobre todo productores de leche. Después vinieron de carne, cerdos, pollos, ovejas, cabras, pavos, y se extendió por la parte alemana de Suiza. Y poco a poco se fue normalizando”, cuenta Sarah en una entrevista en el podcast Tierund Jetzt de la Animal Society. Una especie de dolor crónico Una de las claves del éxito del proyecto es que son ellos los que contactan a Sarah, no al contrario: “Si yo cogiera el teléfono y preguntase a un granjero, ”oye, ¿no quieres transformar tu granja?“, creo que no funcionaría”, dice. “Tras la primera llamada voy a visitar la granja y hablamos sobre la visión de las personas que la llevan. Sus deseos, sus esperanzas, sus pasiones, miramos la infraestructura, que se podría cultivar, de qué podrían vivir, qué podrían vender, analizamos también sus finanzas y, por supuesto, hablamos de los animales que viven allí. ¿Se quedarán, irán a algún otro lugar?”. El motivo central por el que las y los granjeros contactan con Sarah es ético, y también ecológico. “Sufren por lo que les tienen que hacer a los animales y sufren por la monotonía de estar haciendo siempre lo mismo, sin alegría”. Sarah explica que es una especie de dolor crónico, un “siempre se ha hecho así, y así seguirá siendo, algo que ni siquiera se cuestiona por

Desde 2018, la filósofa, profesora de ética y agricultora Sarah Heiligtag ha ayudado a transformar más de 160 granjas en Suiza, Austria y Alemania en lugares libres de explotación animal. Heiligtag y su equipo reciben una media de cuatro peticiones de ayuda semanales
“Lo que me encuentro cuando visito las granjas por primera vez son animales que quieren vivir y personas que no quieren seguir matando”, dice Sarah Heiligtag, filósofa, profesora de ética y agricultora, que gestiona, junto a su equipo, el santuario de animales de granja Hof Narr cerca de Zúrich, y que ayuda a transformar granjas en lugares libres de explotación animal.
Fabienne Meier y Thomas Reinhard son solo un ejemplo de los centenares de granjeros que se han puesto en contacto con Sarah para transformar su explotación. En su caso, una granja orgánica con 2000 gallinas para huevos. “Mantener a tantas gallinas hacinadas no es bueno para su salud; hay lesiones, canibalismo y enfermedades que no se pueden evitar en un lugar así”, explicaba Thomas en el documental Transfarming Switzerland, realizado por Thomas Machowicz y Sabina Diethelm para We Animals Media. “Pero, aunque las tuviéramos en perfectas condiciones, cada año van todas al matadero”, añadía Fabienne. “El mayor desafío para mí es que esto no coincide con mis valores morales hacia los animales. Las gallinas han asegurado nuestra supervivencia financiera durante un año y, en agradecimiento, las matamos”.
El proyecto TransFARMation comenzó cuando, en 2017, llegó al santuario Hof Narr un ganadero, productor de leche, y les dijo: “No quiero matar más animales, no quiero hacerlo ni un día más”. “Nos sentimos tan inspirados y nos alegramos tanto”, explica Sarah. “En aquel momento no teníamos ni idea de cómo lo lograríamos, pero en pocas semanas conseguimos darle la vuelta a la granja, e incluso pudimos rescatar a todos los animales que aún quedaban allí”.
Aquello despertó la atención de los medios de comunicación: televisión, prensa, radio, todos quisieron hacerse eco del asunto: “Era la típica granja productora de leche suiza, un sector que se gasta muchísimo dinero para venderse como idílico. Lo que hicimos fue como abrir una grieta en la fachada. Lo vieron otros ganaderos y pensaron, si él puede, nosotros también”. Sarah y su equipo se dieron cuenta de que existía un gran sufrimiento en el sector, y una gran necesidad de cambiar las cosas.
“Quizás porque el primero fue una granja lechera y porque separar a los terneros de sus madres es algo que tienen que hacer las personas, no lo hace ninguna máquina, al principio nos contactaron sobre todo productores de leche. Después vinieron de carne, cerdos, pollos, ovejas, cabras, pavos, y se extendió por la parte alemana de Suiza. Y poco a poco se fue normalizando”, cuenta Sarah en una entrevista en el podcast Tierund Jetzt de la Animal Society.
Una especie de dolor crónico
Una de las claves del éxito del proyecto es que son ellos los que contactan a Sarah, no al contrario: “Si yo cogiera el teléfono y preguntase a un granjero, ”oye, ¿no quieres transformar tu granja?“, creo que no funcionaría”, dice. “Tras la primera llamada voy a visitar la granja y hablamos sobre la visión de las personas que la llevan. Sus deseos, sus esperanzas, sus pasiones, miramos la infraestructura, que se podría cultivar, de qué podrían vivir, qué podrían vender, analizamos también sus finanzas y, por supuesto, hablamos de los animales que viven allí. ¿Se quedarán, irán a algún otro lugar?”.
El motivo central por el que las y los granjeros contactan con Sarah es ético, y también ecológico. “Sufren por lo que les tienen que hacer a los animales y sufren por la monotonía de estar haciendo siempre lo mismo, sin alegría”. Sarah explica que es una especie de dolor crónico, un “siempre se ha hecho así, y así seguirá siendo, algo que ni siquiera se cuestiona porque cada uno lleva su carga, y creen que esta es la suya”. El poder transformador del proyecto es precisamente demostrar que hay otros caminos y cómo son esos caminos.
El marido de Selina Blaser llevaba una granja de vacas cuando ella lo conoció. “Aguanté durante un año, pero cada vez era más difícil para mí. Cada vez que sabía que una vaca o un toro se iban a ir no dormía durante días, tenía un peso en el pecho y me di cuenta de que no estaba funcionando, no podía ganar dinero con algo con lo que no estaba de acuerdo”, explicaba Selina. Pero aquello ya es pasado, la granja se transformó y actualmente tiene diversos proyectos, como el cultivo de garbanzos: “Tenemos una colaboración con una empresa que los transforma en hummus. En lugar de cultivar comida para los animales, sacrificarlos y comerlos, ahora vamos por el camino directo y nos comemos lo que cultivamos”.
El proceso de transformación
Las personas que acuden a Sarah están a menudo en un proceso de evolución personal. No quieren cerrar sus granjas, sino transformarlas en proyectos alineados con sus valores y con el contexto actual. Cada transformación es un proceso único que suele durar, de media, unos dos años. Actualmente, en 2025, Sarah y su equipo están recibiendo una media de cuatro peticiones de ayuda por semana.
“Esto no significa que todo sea romántico y fácil”, dice Sarah. “El mayor desafío es la presión social y los peores conflictos pueden estar dentro de las propias familias. Una parte tiene una visión de futuro, pero otra no quiere cambiar, y esto puede acarrear muchos problemas”. También hay personas que no se atreven a contarlo al resto del pueblo, por temor a las reacciones negativas. “Lo he visto muchas veces, quieren hacerlo, pero sin llamar la atención, o lo hacen de forma secreta. Son sentimientos sociales muy complejos que necesitan mucho apoyo de personas afines. Tengo un par de granjeros que ya han hecho la transformación completa pero no lo han dicho a nadie, más que a sus amigos más cercanos. Pero también hay reacciones muy positivas y mucha curiosidad”.
Como decíamos, el primer paso es estudiar las condiciones y las infraestructuras existentes, así como los talentos y las pasiones que ya están dentro de la propia familia. “Aquí está mi fuerte”, dice Sarah. “Pensar en qué nos falta, con quién deberíamos entrar en contacto, qué apoyo financiero es necesario para que la familia, el grupo o el individuo pueda salir adelante. Estos aspectos se analizan en detalle y entonces se elabora un plan de futuro, ¿qué queremos conseguir en los próximos años?”.
Suiza importa muchos alimentos como la avena, y algunos ganaderos se han pasado a la producción de cereales, legumbres, granos, frutas y verduras. “Un reto es que se quiere producir algo, pero no se sabe cómo hacerlo y cómo comercializarlo. Las empresas están acostumbradas a comprar fuera y más barato. Son obstáculos salvables, pero que requieren de tiempo para buscar las soluciones”, explica Sarah. “En Suiza el suelo es bastante bueno para cultivar proteína vegetal, que normalmente se usa para engordar a los animales”.
¡No puedes hacer eso, no va a funcionar!
No existen subvenciones por parte del Estado para este tipo de proyectos, aunque sí las hay para la explotación de animales. “Es una situación injusta para aquellas personas que cultivan alimentos que no son de origen animal. Esta parte la cubren fundaciones, que aportan apoyo financiero para cambiar las infraestructuras, comprar maquinaria, etc. También hay algunos que mantienen a los animales y se apoyan de donaciones de personas que quieren colaborar”, aclara Sarah.
Muchas de las granjas que se han transformado no quieren que se las trate como algo exótico, ni quieren hacer de su historia un tema para los medios de comunicación. Por eso no son reconocibles en los mapas que publica TransFARMation Suiza en su página web. Otros, sin embargo, sí se han animado a contar sus experiencias.
“Tenemos casi 20 hectáreas de terreno, así que cultivamos mucho. Con la transformación podemos producir directamente los alimentos en lugar de comida para los animales, que es lo que hacíamos. Mostaza, lupino y soja ya los cultivábamos antes, así como trigo y espelta. Ahora queremos incluir lentejas”, explican Thomas y Fabienne.
Beat Troxler había heredado una granja de vacas para leche. “Siempre me pareció terrible cuando había que quitarles a las vacas sus terneros nada más nacer. Las vacas son animales altamente sociales, necesitan el contacto, el ternero necesita el amor de su madre”, cuenta su esposa, Claudia Troxler. “Yo apoyo la producción de leche de avena, pero siempre me costó estar de acuerdo con la producción de leche de vaca, por motivos éticos. Ahora viene la gente y nos dice, ”vuestra leche de avena es la mejor“, y la verdad es que eso nos enorgullece”.
“Mi padre me dijo: ”Estás loca, ¡no puedes hacer eso, no va a funcionar!’“, explica la ex ganadera Pia Buob sobre la transformación de su granja en un santuario de animales, en el que cultiva también cereales y frutas para hacer licor. ”Al principio decían que iba a durar un año, después que duraría dos. Luego comenzaron a preguntarse, “¿cómo lo hace?”. Ahora ya no dicen nada. Mi padre les cuenta a los demás lo orgulloso que está de mí, de lo que hago. Él, que ordeñaba, que sacrificaba, está orgulloso de su hija, que ayuda a los animales y a las personas. Es hermoso, me parece muy hermoso“.
Para Sarah Heiligtag pocos sectores han sido la causa de tantos problemas actuales como la agricultura, pero en ningún otro se esconden tantas oportunidades. “Del mismo modo que destruye hábitats, agota recursos, dispara las emisiones y causa sufrimiento, también puede promover exactamente lo contrario y contribuir de forma significativa a resolver las crisis de biodiversidad, climática y ética. El sector agrícola alberga la mayor esperanza para un planeta sano”.