La sociedad contemporánea se creyó hija de Prometeo , se convenció de que era posible robar el fuego a los dioses, ser como ellos y asumió la falacia de la omnipotencia humana. Tan avanzados, tan orgullosos del progreso, tan encumbrados, tan narcisistas, tan vanagloriados del poder, tan sabios, tan poderosos, tan fuertes. Y tan quebradizos . Un apagón generalizado ha sido suficiente, sin negar su peligro, para mostrar la indefensión más absoluta, la vulnerabilidad más inerme. ¡Qué fragilidad! Acostumbrados a la velocidad sin pausa, a correr contra el tiempo, a estar siempre ocupados como trampa de felicidad, a producir sin descanso por el éxito, a hacer y hacer deprisa, como si en ello se fuera el alma y la vida...,...
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