Agustina Bazterrica: Las indignas
Idioma: españolAño de publicación: 2023Valoración: bastante recomendableLo que ocurre dentro de los muros de un convento siempre ha dado mucho juego en la ficción: luchas por el poder, fanatismos, humillaciones, pasiones prohibidas... en fin, salseos varios, que se dice; ello se puede comprobar en novelas como, por mencionar sólo dos reseñadas en este inimitable blog, La abadesa de Crewe o Extramuros. El que sale en Las indignas no es un convento católico; ni siquiera un beguinaje -si bien está situado en un antiguo monasterio-, pero tanto da. O incluso mejor así para quien lea esta novela, porque el culto que siguen las protagonistas de la misma, aunque inspirado, al menos en cuanto a las formas, en la Iglesia católica, permite, e incluso está fundado, sobre el sacrificio, el castigo corporal, la dominación jerárquica y hasta el sadomasoquismo... elementos totalmente ajenos al cualquier variante del cristianismo, como sabemos todos , sin ninguna duda. Pero que son de lo más sabrosos para aderezar cualquier narración de terror religiosos, que, al fin y al cabo, es lo que encontramos en esta novela.Convento, pues (permitidme denominarlo así, por comodidad), llamado por sus moradoras la Casa de la Hermandad Sagrada -tal es su "congregación"- y que para ellas es un refugio en medio de un mundo asolado por los desastres medioambientales, el envenenamiento de la Naturaleza, las guerras por los recursos básicos como el agua, las enfermedades contagiosas mutantes, la violencia generalizada y el hambre, más generalizada aún. Es decir, una distopía post-apocalíptica a la que, por otro lado, parecemos dirigirnos sin demasiada preocupación. Así, multitud de chicas van llegando a ese refugio e integrándose en una comunidad religiosa jerarquizada de una forma muy rígida: en lo más alto se encuentra Él, el único hombre del lugar, una suerte de profeta siempre oculto y que deja la organización y, sobre todo, la administración de la disciplina a la férrea e inclemente -o directamente sádica- Hermana Superior (a la que yo imagino como una especie de Lady Dimitrescu, lo confieso). Ésta gobierna sobre un número indeterminado de Indignas -las que podríamos considerar novicias- de entre las cuales son escogidas, de vez en cuando, las Elegidas, -Auras Plenas, Diáfanas de espíritu y Santas menores-, con supuestos poderes pero que son mutiladas para potenciarlos y las perfectas y clarividentes Iluminadas. Todas tienen como criadas a las impuras e incluso deformes Servidoras, la casta más baja dentro de este particular microcosmos femenino cerrado -o casi- sobre sí mismo, en el que, como cualquiera puede suponer, menudean las envidias, las rencillas y las jugarretas, castigadas, cuando se atrapa a las responsables -o a las no responsables, que eso parece dar un poco lo mismo- con una saña y crueldad desorbitada, pero muy adecuada para regir la comunidad con mano de hierro y terror.Todo esto lo vamos conociendo a través de una indigna que escribe a escondidas su historia, en ocasiones usando su propia sangre, una narradora sin nombre y, si bien no me atrevo a decir que poco fiable, desde luego parcial y subjetiva. No es una santa; pese a que empaticemos con ella, no deja de compartir malos sentimientos, peores propósitos y deleznables actos. Algo la salva, no obstante (no diré qué) de convertirse en la mala de la historia o una de ellas en una narración en la que no escasean. Con no poca justificación, si se quiere, dadas las difíciles circunstancias. Lo otro que salva a la narradora-protagonista de caer en la mezquindad inherente a la supervivencia es el aura lírica que envuelve toda la narración -recordemos que está contada en primera persona-, esa forma de contar la historia con la que Bazterrica consigue dotarla de una poesía un tanto mórbida pero conmovedora, una singularidad que distingue a esta novela de los obvios referentes a los que puede recordarnos: desde La carretera (o cualquier otra narración postapocalíptica al uso) a Hellraiser u -obviamente- cualquier chaladura del marqués de Sade, en el caso de los momentos más terroríficamente BDSM. También tiene algo que recuerda a El cuento de la criada, en la rígida jerarquización de las mujeres y de las funciones que deben cumplir y, por supuesto, de toda la narrativa de terror más gótico-religiosa, que no es escasa, precisamente... O incluso, si tenemos en cuenta referencias no literarias, un toque de Mad Max. Fury Road (a ver, sí, cada cual tiene sus filias), aunque claro está que sin camiones de guerra ni guitarristas de rock lanzando llamas. Da igual, las referencias son múltiples pero el resultado es inequívoco: una novela intensa y perturbadora, impregnada de un aroma entre mágico y alucinógeno, también quizás algo tóxico, que ayuda a que su lectura deje una huella difícil de borrar. Habrá quien prefiera olvidarla, claro, pero sospecho que le va a resultar difícil...También de Agustina Bazterrica en Un Libro Al Día: Cadáver exquisito

Año de publicación: 2023
Valoración: bastante recomendable
Lo que ocurre dentro de los muros de un convento siempre ha dado mucho juego en la ficción: luchas por el poder, fanatismos, humillaciones, pasiones prohibidas... en fin, salseos varios, que se dice; ello se puede comprobar en novelas como, por mencionar sólo dos reseñadas en este inimitable blog, La abadesa de Crewe o Extramuros. El que sale en Las indignas no es un convento católico; ni siquiera un beguinaje -si bien está situado en un antiguo monasterio-, pero tanto da. O incluso mejor así para quien lea esta novela, porque el culto que siguen las protagonistas de la misma, aunque inspirado, al menos en cuanto a las formas, en la Iglesia católica, permite, e incluso está fundado, sobre el sacrificio, el castigo corporal, la dominación jerárquica y hasta el sadomasoquismo... elementos totalmente ajenos al cualquier variante del cristianismo, como sabemos todos , sin ninguna duda. Pero que son de lo más sabrosos para aderezar cualquier narración de terror religiosos, que, al fin y al cabo, es lo que encontramos en esta novela.
Convento, pues (permitidme denominarlo así, por comodidad), llamado por sus moradoras la Casa de la Hermandad Sagrada -tal es su "congregación"- y que para ellas es un refugio en medio de un mundo asolado por los desastres medioambientales, el envenenamiento de la Naturaleza, las guerras por los recursos básicos como el agua, las enfermedades contagiosas mutantes, la violencia generalizada y el hambre, más generalizada aún. Es decir, una distopía post-apocalíptica a la que, por otro lado, parecemos dirigirnos sin demasiada preocupación. Así, multitud de chicas van llegando a ese refugio e integrándose en una comunidad religiosa jerarquizada de una forma muy rígida: en lo más alto se encuentra Él, el único hombre del lugar, una suerte de profeta siempre oculto y que deja la organización y, sobre todo, la administración de la disciplina a la férrea e inclemente -o directamente sádica- Hermana Superior (a la que yo imagino como una especie de Lady Dimitrescu, lo confieso). Ésta gobierna sobre un número indeterminado de Indignas -las que podríamos considerar novicias- de entre las cuales son escogidas, de vez en cuando, las Elegidas, -Auras Plenas, Diáfanas de espíritu y Santas menores-, con supuestos poderes pero que son mutiladas para potenciarlos y las perfectas y clarividentes Iluminadas. Todas tienen como criadas a las impuras e incluso deformes Servidoras, la casta más baja dentro de este particular microcosmos femenino cerrado -o casi- sobre sí mismo, en el que, como cualquiera puede suponer, menudean las envidias, las rencillas y las jugarretas, castigadas, cuando se atrapa a las responsables -o a las no responsables, que eso parece dar un poco lo mismo- con una saña y crueldad desorbitada, pero muy adecuada para regir la comunidad con mano de hierro y terror.
Todo esto lo vamos conociendo a través de una indigna que escribe a escondidas su historia, en ocasiones usando su propia sangre, una narradora sin nombre y, si bien no me atrevo a decir que poco fiable, desde luego parcial y subjetiva. No es una santa; pese a que empaticemos con ella, no deja de compartir malos sentimientos, peores propósitos y deleznables actos. Algo la salva, no obstante (no diré qué) de convertirse en la mala de la historia o una de ellas en una narración en la que no escasean. Con no poca justificación, si se quiere, dadas las difíciles circunstancias. Lo otro que salva a la narradora-protagonista de caer en la mezquindad inherente a la supervivencia es el aura lírica que envuelve toda la narración -recordemos que está contada en primera persona-, esa forma de contar la historia con la que Bazterrica consigue dotarla de una poesía un tanto mórbida pero conmovedora, una singularidad que distingue a esta novela de los obvios referentes a los que puede recordarnos: desde La carretera (o cualquier otra narración postapocalíptica al uso) a Hellraiser u -obviamente- cualquier chaladura del marqués de Sade, en el caso de los momentos más terroríficamente BDSM. También tiene algo que recuerda a El cuento de la criada, en la rígida jerarquización de las mujeres y de las funciones que deben cumplir y, por supuesto, de toda la narrativa de terror más gótico-religiosa, que no es escasa, precisamente... O incluso, si tenemos en cuenta referencias no literarias, un toque de Mad Max. Fury Road (a ver, sí, cada cual tiene sus filias), aunque claro está que sin camiones de guerra ni guitarristas de rock lanzando llamas. Da igual, las referencias son múltiples pero el resultado es inequívoco: una novela intensa y perturbadora, impregnada de un aroma entre mágico y alucinógeno, también quizás algo tóxico, que ayuda a que su lectura deje una huella difícil de borrar. Habrá quien prefiera olvidarla, claro, pero sospecho que le va a resultar difícil...
También de Agustina Bazterrica en Un Libro Al Día: Cadáver exquisito