48 horas en Conil de la Frontera: qué hacer y qué comer en uno de los pueblos más visitados de la costa de Cádiz
Conil de la Frontera no necesita carta de presentación. Basta con haber pisado alguna vez la Costa de la Luz para entender por qué este antiguo pueblo pesquero gaditano se ha convertido en uno de los destinos más cotizados del sur de España. Situado al abrigo del Atlántico, en pleno litoral de Cádiz, su silueta blanca y su trazado de calles estrechas asomadas al mar conforman una estampa que seduce tanto a quien busca descanso como a quien prefiere perderse entre sabores, historia y paisajes naturales. Con algo más de 22.000 habitantes estables —aunque en verano la cifra se multiplica por diez—, Conil ha sabido mantener su identidad mientras se transformaba en destino turístico de primer orden. No es un fenómeno reciente: desde la década de los 80, cuando comenzaron a llegar los primeros viajeros alemanes atraídos por su luz y su autenticidad, este rincón ha cultivado un crecimiento pausado y consciente. Hoy, sin rascacielos ni grandes complejos hoteleros, presume de una oferta equilibrada que combina alojamiento rural, turismo de sol y playa, y una gastronomía de bandera. Barrio Huerta de los Frailes. ©Turismo de Conil. Hablar de Conil es hablar de sus playas, sin duda uno de sus grandes reclamos. Más de 14 kilómetros de costa combinan arenales extensos con calas escondidas, acantilados rojizos y aguas limpias que bañan enclaves como La Fontanilla, Los Bateles o la Cala del Aceite. Pero además del paisaje, hay mar en el plato: pocos lugares en España pueden presumir de mantener viva la técnica milenaria de la almadraba para capturar el atún rojo salvaje. Aquí, ese arte se celebra, se cocina y se saborea. El entorno de Conil forma parte de la llamada Costa de la Luz, una franja litoral que abarca desde Tarifa hasta la desembocadura del río Guadiana, en Huelva. La luz que le da nombre no es un recurso literario: la claridad del cielo y la intensidad del sol bañan de oro las arenas y azules profundos el océano. Sendero del Puerco. ©Turismo de Conil. En esta costa comparten protagonismo localidades como Zahara de los Atunes, Vejer de la Frontera, Barbate o El Puerto de Santa María, todas con ese equilibrio entre carácter gaditano, tradición marinera y cultura viva. Las tradiciones, como en todo buen pueblo andaluz, marcan el calendario. Las fiestas patronales en honor a la Virgen de las Virtudes, cada septiembre, son el gran evento local, aunque el bullicioso Carnaval, la Semana Santa o la esperada Ruta del Atún en primavera dibujan otros momentos clave del año. Cada celebración se vive en la calle, con participación vecinal y ambiente relajado, como corresponde a un lugar donde la hospitalidad no se finge: se respira. Ronqueo de atún durante la Ruta del Atún, una fiesta celebrada desde hace casi 30 años, que tiene lugar entre mayo y junio. ©Turismo de Conil. No obstante, podemos calificar a Conil, en función de su población residente, como una de las localidades más gastronómicas de todo Cádiz que, incluso, tiene más ferias gastronómicas como es la Ruta de la Huerta, que toma lugar en abril, o la Ruta del Retinto, las legendarias vacas coloradas que es posible que veas pastar a pie de playa, que se celebra a finales de noviembre. Día 1: de lonjas, almadrabas y casas blancas Mañana: paseo entre historia y mercado local Empezar la visita por el casco antiguo es abrir una puerta al alma del pueblo. La Puerta de la Villa, vestigio de las antiguas murallas, da paso a un laberinto de calles encaladas, plazas recoletas como la Plaza de España y casas bajas. En el centro, la Torre de Guzmán se eleva como testigo de la historia y excelente mirador de tejados blancos y mar. Torre de los Guzmanes. ©Turismo de Conil. El ambiente es tranquilo, cotidiano. Vecinos que saludan en cada esquina, niños que corretean y patios llenos de buganvillas. Conil se deja recorrer sin prisa, como si el tiempo aquí caminase a otro ritmo. Acercarse así al Barrio de Pescadores es casi una obligación, donde los patios con flores, las casas encaladas y los azulejos azules saludan por calles como Róbalo o Sardina saludan al viajero y al conilense en una actividad ineludible para dejarse conquistar por el encanto del pueblo. Barrio de los Pescadores. ©Turismo de Conil. Una visita al mercado de abastos revela el pulso diario del pueblo. Entre atunes gigantes, tomates de la huerta y mariscos recién traídos, el bullicio del mercado confirma que la cocina local no es casualidad, sino una cuestión de frescura y saber hacer. Puesto de churros de La Chana. Aprovecha también la coyuntura para acercarte a la churrería La Chana y ponerte tibio con sus churros finos o acércate al bar El Punto de Encuentro y date

Conil de la Frontera no necesita carta de presentación. Basta con haber pisado alguna vez la Costa de la Luz para entender por qué este antiguo pueblo pesquero gaditano se ha convertido en uno de los destinos más cotizados del sur de España.
Situado al abrigo del Atlántico, en pleno litoral de Cádiz, su silueta blanca y su trazado de calles estrechas asomadas al mar conforman una estampa que seduce tanto a quien busca descanso como a quien prefiere perderse entre sabores, historia y paisajes naturales.
Con algo más de 22.000 habitantes estables —aunque en verano la cifra se multiplica por diez—, Conil ha sabido mantener su identidad mientras se transformaba en destino turístico de primer orden.
No es un fenómeno reciente: desde la década de los 80, cuando comenzaron a llegar los primeros viajeros alemanes atraídos por su luz y su autenticidad, este rincón ha cultivado un crecimiento pausado y consciente. Hoy, sin rascacielos ni grandes complejos hoteleros, presume de una oferta equilibrada que combina alojamiento rural, turismo de sol y playa, y una gastronomía de bandera.

Hablar de Conil es hablar de sus playas, sin duda uno de sus grandes reclamos. Más de 14 kilómetros de costa combinan arenales extensos con calas escondidas, acantilados rojizos y aguas limpias que bañan enclaves como La Fontanilla, Los Bateles o la Cala del Aceite. Pero además del paisaje, hay mar en el plato: pocos lugares en España pueden presumir de mantener viva la técnica milenaria de la almadraba para capturar el atún rojo salvaje. Aquí, ese arte se celebra, se cocina y se saborea.
El entorno de Conil forma parte de la llamada Costa de la Luz, una franja litoral que abarca desde Tarifa hasta la desembocadura del río Guadiana, en Huelva. La luz que le da nombre no es un recurso literario: la claridad del cielo y la intensidad del sol bañan de oro las arenas y azules profundos el océano.

En esta costa comparten protagonismo localidades como Zahara de los Atunes, Vejer de la Frontera, Barbate o El Puerto de Santa María, todas con ese equilibrio entre carácter gaditano, tradición marinera y cultura viva.
Las tradiciones, como en todo buen pueblo andaluz, marcan el calendario. Las fiestas patronales en honor a la Virgen de las Virtudes, cada septiembre, son el gran evento local, aunque el bullicioso Carnaval, la Semana Santa o la esperada Ruta del Atún en primavera dibujan otros momentos clave del año. Cada celebración se vive en la calle, con participación vecinal y ambiente relajado, como corresponde a un lugar donde la hospitalidad no se finge: se respira.

No obstante, podemos calificar a Conil, en función de su población residente, como una de las localidades más gastronómicas de todo Cádiz que, incluso, tiene más ferias gastronómicas como es la Ruta de la Huerta, que toma lugar en abril, o la Ruta del Retinto, las legendarias vacas coloradas que es posible que veas pastar a pie de playa, que se celebra a finales de noviembre.
Día 1: de lonjas, almadrabas y casas blancas
Mañana: paseo entre historia y mercado local
Empezar la visita por el casco antiguo es abrir una puerta al alma del pueblo. La Puerta de la Villa, vestigio de las antiguas murallas, da paso a un laberinto de calles encaladas, plazas recoletas como la Plaza de España y casas bajas. En el centro, la Torre de Guzmán se eleva como testigo de la historia y excelente mirador de tejados blancos y mar.

El ambiente es tranquilo, cotidiano. Vecinos que saludan en cada esquina, niños que corretean y patios llenos de buganvillas. Conil se deja recorrer sin prisa, como si el tiempo aquí caminase a otro ritmo.
Acercarse así al Barrio de Pescadores es casi una obligación, donde los patios con flores, las casas encaladas y los azulejos azules saludan por calles como Róbalo o Sardina saludan al viajero y al conilense en una actividad ineludible para dejarse conquistar por el encanto del pueblo.

Una visita al mercado de abastos revela el pulso diario del pueblo. Entre atunes gigantes, tomates de la huerta y mariscos recién traídos, el bullicio del mercado confirma que la cocina local no es casualidad, sino una cuestión de frescura y saber hacer.

Aprovecha también la coyuntura para acercarte a la churrería La Chana y ponerte tibio con sus churros finos o acércate al bar El Punto de Encuentro y date el gustazo de sus enormes molletes, algunos rellenos de manteca colorá. Y, si vas a hacer un plan playero y llevarte la comida 'puesta', déjate caer por la freiduría La Zapola, engancha varios papelones –como el de puntillitas, el de huevas fritas o el de acedías (o el mix de pescados)– y resuelve tu amor por el frito de forma sencilla y económica.

Amén, si de fritos hablamos, es imprescindible hacer un alto en el Bar Los Hermanos, donde se trabajan algunas de las mejores frituras de todo Cádiz. Aquí todo está bueno, pero son especialmente finas las ortiguillas, las tortillitas de camarones y el cazón en adobo.
Comida: centro de Conil
Comida casera y familiar aguarda en el restaurante Blanco y Verde, dentro de un hermoso patio, donde las manos de Antonia Moreno, encontrarás una cocina sencilla y doméstica, a buen precio, donde no faltan algunas chuletas de ternera y buenos platos de cuchara, incluyendo menú del día de martes a viernes.
Más moderna es la oferta de Cooking Almadraba, el restaurante que la empresa atunera Petaca Chico tiene en el centro del pueblo y donde ahora los mandos de estos fogones los lleva el chef Luiti Callealta, ex de Aponiente, entre otras grandes casas, en un restaurante casi monográfico del atún rojo en el que caben cortes puristas, platos creativos y algunos guiños a Japón. El arroz seco con parpatana y la boloñesa de atún rojo son dos platos infalibles.

Ya a pie de playa, una tercera opción 'céntrica' es La Fontanilla, al que el litoral da nombre y que en manos de Pedro Pérez Rubio, heredero de esta casa fundada en los años sesenta ejecuta una cocina donde siempre hay un apartado exclusivo de atún rojo, pero también una carta completa con mariscos, algunos arroces y distintos pescados del día como pargos, urtas y borriquetes que se preparan al horno, a la brasa o a la sal, en función del gusto del cliente.

Tarde: Calas escondidas y el faro del horizonte
La tarde pide mar y sombra. Hacia el oeste aguardan las calas más recogidas. La Cala del Aceite, entre pinares y acantilados, ofrece un refugio natural para desconectar del mundo. Sus aguas claras y su entorno agreste son un regalo para quien huye de aglomeraciones.

A pocos minutos, el puerto pesquero de Conil ofrece otra cara del pueblo, menos turística pero igual de auténtica. Desde allí se accede a Cabo Roche, una zona de acantilados que culmina en el Faro de Roche, uno de los miradores más espectaculares de la zona. Aquí, en temporada de almadraba, desde mayo a junio, podrás tener la ocasión de ver cómo se desembarcan los enormes atunes rojos salvajes que se capturan a escasos metros de la costa.

Cuando el sol comienza a caer, el cielo se tiñe de fuego y el silencio se adueña del paisaje. Es el momento perfecto para entender por qué Conil no es solo un destino: es una experiencia. También es una excusa perfecta para recorrer el Paseo de las Calas, caminando sobre acantilados, disfrutando de sus vistas.
Cena: vistas al mar

Si nos hemos atrevido a poner rumbo a Cabo Roche, la mejor alternativa para cenar en sus alrededores es El Timón de Roche, el restaurante que Paco Ruiz Brenes, apodado Superpaco, puso de moda hace décadas y que ahora, en manos de sus hijos, sigue custodiando este local con aspecto de barco pirata.

Aquí, como es habitual en la zona, el atún brilla, pero en general es un restaurante para grandes homenajes de producto, tanto de marisco como de otros pescados, además de ser uno de los restaurantes donde mejor se puede beber de todo Conil, con una carta de vinos en la que la mayoría de las referencias son gaditanas, mucho más allá de los vinos generosos.
Dónde dormir en Conil de la Frontera
Encontrar alojamiento en Conil es sencillo, pero conviene ser previsor, especialmente en los momentos más complejos del verano como los meses de julio y mayo.
Más allá de estas fechas es más fácil que aparezcan mejores precios o una mayor amplitud de horarios, razón por la que, si podéis, yo os recomendaría viajar en mayo, junio o, incluso septiembre.
Daia Slow Beach Conil

Una apertura de 2024 con un establecimiento cinco estrellas y categoría adult only que es perfecto para parejas y que en apenas 10 minutos de paseo te coloca en el centro de Conil es una de las mejores opciones para relajarse, disfrutar, tener acceso casi directo a la playa de La Fontanilla y, de paso, comprobar las vistas que tiene desde su rooftop, Tavira, donde hay conciertos por la tarde mientras atardece.

Un descanso integral que, además, va reforzado por una oferta gastronómica más que variada con restaurantes como Salamar, Origin y Roots, donde aparece una cocina mediterránea, atlántica y marinera pensada por el estrella Michelin Julio Rodríguez, del restaurante sevillano Abantal, en la que no faltan pescados locales y carnes de proximidad como las de cárnicas El Alcázar.

Dominado por una gran piscina central, Daia Slow Beach Conil es perfecto para parejas, tanto en escapadas como en viajes de varios días, teniendo la virtud de la proximidad a la playa y al pueblo, pero sin estar en pleno meollo.
Hotel Almadraba

Un recoleto hotel en el mismo centro del pueblo, a cuatro pasos de la playa y cerca de la Torre de los Guzmanes es lo que ofrece el Hotel Almadraba con sus apenas 17 habitaciones y que es la opción ideal para los que quieren estar en el meollo conileño, especialmente fuera de temporada con su patio interior, su piscina en la terraza y las vistas desde ella.
Tranquilo, familiar y sencillo, es un hotel perfecto para viajeros que busquen salir poco del pueblo y conocer las playas más próximas, así como disfrutar de primera mano del ambiente del pueblo, ya que está en el casco histórico de Conil.
Barceló Conil Playa

Entre la playa de La Fontanilla y la playa del Roqueo, el hotel disfruta de vistas al mar con sus cuatro estrellas y más de 200 habitaciones, también bajo la recomendación de 'adult only', donde sus dos piscinas, más la infinity pool de la terraza harán las delicias de quien se quiera relajar y refrescar.
A unos 20 minutos a pie del centro de Conil, el hotel Barceló Conil Playa cuenta además con un par de restaurantes que también están abiertos al público externo como son Arrozante y Atunante, siendo este segundo una gran referencia para los que estén buscando atún rojo en la zona.
Día 2: de la arena al tapeo, de las torres a la historia
A primera hora, las playas urbanas son un lujo sin necesidad de desplazarse. Los Bateles y La Fontanilla permiten un baño tranquilo y cómodo, ideales para familias o para empezar el día caminando por la orilla.
Para quienes quieran alternar cultura y paseo, el Museo Raíces Conileñas ofrece un vistazo a la vida tradicional local. A unos pasos, la iglesia de Santa Catalina, reconvertida en espacio cultural, completa el recorrido patrimonial.
Subir al Parque de la Atalaya, en lo alto de una colina, es encontrar sombra, vistas y un poco de silencio. Desde allí se divisa toda la línea de costa. Un rincón perfecto para descansar bajo los pinos y contemplar la inmensidad del Atlántico.
Comida: cazuelas de interior

Abrió en 1960 y sigue siendo un pilar fundamental en la cocina de Conil. Hablamos, ni más ni menos, que de Venta Melchor, un clásico infalible donde disfrutar de comida marinera, excelentes pescados y algunos de los mejores guisos de la provincia de Cádiz, que brillan en las manos de la cocinera Petri Benítez.

Aunque no estemos a pie de playa, la parada es un básico por el que merece la pena reservar con antelación porque en verano se pone de bote en bote. Y, aunque creas que no es tiempo de cazuelas, asómate a ellas como hace con la berza con judías verdes o los calamares a la cochambrosa.

Nunca falta el atún rojo, tanto en crudos como en preparaciones a la plancha y en algunas cazuelas, por lo que conviene estar muy pendiente de los fueras de carta que pueda haber en el día donde también se cuelan productos de la lonja.
Tarde: Paseo marítimo y ruta de las torres vigía
La tarde es para caminar junto al mar. El paseo marítimo de Conil, amplio y peatonal, conecta la playa con el corazón del pueblo. Es un lugar para dejarse llevar, observar, y tomar algo con vistas al océano.

Desde el paseo parte una ruta que une las antiguas torres de vigilancia de la costa. La Torre de Castilnovo, en dirección sur, vigila una zona de marismas y arenas abiertas. En dirección norte, la Torre de Roche preside un sendero costero que alterna pinares, calas y acantilados.
Volver a recrearse con los atardeceres, viendo cómo el sol se oculta tras el puerto es un plan que, no por visto, deje de ser espectacular y que merece mucho la pena en cualquier momento del año.
Cena: tapas y jaleo en el centro

Conil es esencialmente un pueblo donde comer bien es fácil y, generalmente, barato. Por suerte, hay una gran cultura gastronómica que posibilita que rara vez vayas a comer mal o te vayan a dar un sablazo, lo que es de agradecer en las vacaciones.

Muy buenos lugares para poner el broche de oro a nuestro viaje si queremos comer en el centro con un tapeo o unas raciones más informales pueden ser un clásico como Venta Pericón, otro establecimiento abierto en los años sesenta, que ha sabido reinterpretarse y mantener platos tradicionales, pero con un ambiente más moderno.

Moderno es también estilo de Kanaia Central, otro imprescindible de la nueva ola de Conil, o Feduchy Conil, también con estilo algo más informal y moderno, no tan tradicional, donde no van a faltar tapas, raciones, frituras y la ocasión de algún gin tonic después de la cena en su terraza.
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La noticia
48 horas en Conil de la Frontera: qué hacer y qué comer en uno de los pueblos más visitados de la costa de Cádiz
fue publicada originalmente en
Directo al Paladar
por
Jaime de las Heras
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