33 años de la muerte de Asimov: así hablo sobre España y 'El Quijote'

Este domingo 6 de abril de 2025, se cumplen 33 años de la muerte de Isaac Asimov. Tres décadas y un suspiro desde que nos dejó el hombre que no solo soñó con un futuro de robots, sino que se adelantó a predecir —con desconcertante precisión— muchas de las tensiones tecnológicas, éticas y sociales que hoy vivimos. Asimov no solo escribió ciencia ficción. Escribió futuro Nacido en 1920 en Petróvichi, una aldea de la Rusia bolchevique, emigró a Brooklyn con apenas tres años. Aprendió a leer solo, casi antes de saber hablar bien inglés. En la trastienda de la tienda de caramelos de su padre descubrió su verdadera droga: la ciencia. Una tarde de 1978, Isaac Asimov pisaba España. No había traído maletas pesadas: bastaba su mente desbordante para llenar auditorios, bibliotecas, cafés. "Acabemos con la leyenda del Quijote loco", con esa combinación suya de lógica aplastante y ternura humanista que desarmaba incluso al más cínico. Durante la entrevista que concedió en 1978 al Cultural en España, Asimov confesaba, entre risas, que nunca se sintió como un revolucionario: "Mi única revolución fue aceptar mi ignorancia". Esa humildad feroz le impulsó a escribir más de 400 libros sobre todo lo imaginable: química, historia, astronomía, la Biblia, Shakespeare... y, por supuesto, robots. Tres Libros de Isaac Asimov. Inventó las Tres Leyes de la Robótica, esas normas elementales que impiden a una máquina dañar a un humano. Una ficción necesaria, porque como también reconocía: "Me interesa más la bondad que la perfección". Quizá esa frase condense todo el legado de Asimov: no creía en inteligencias artificiales todopoderosas, sino en máquinas profundamente éticas. En una entrevista donde podría haber desplegado arrogancia o profecías oscuras, prefirió la mesura: "Los ordenadores solo harán lo que les enseñemos a hacer. Si somos sabios, no nos traicionarán". En Madrid, le preguntaron por Cervantes, por nuestro gran loco universal. Y Asimov, sonriendo bajo sus gafas gruesas, corrigió a todos: "Don Quijote quiso estar cuerdo. Prefería un mundo donde la justicia y la nobleza fueran reales". Para Asimov, el ingenioso hidalgo y sus propios robots tenían mucho en común: ambos encarnaban ideales que la humanidad real, corrupta y cansada, ya no sabía sostener. Isaac Asimov y el Quijote. Elaboración propia. ¿Era Asimov un ingeniero de sueños? Tal vez. Creía que la ciencia debía servir para ensanchar el alma humana, no para empequeñecerla. "No temo a las máquinas —declaraba entonces—. Temo a quienes las usan mal". A medida que el siglo XXI avanza, sus advertencias resuenan más fuertes que nunca. Nos dejó en 1992, cuando Internet apenas era un rumor en laboratorios militares. No vio nacer los smartphones, ni las redes sociales, ni el machine learning. Pero escribió sobre todo eso como quien escribe su diario. En su novela Los robots del amanecer (1983) ya describía robots capaces de amar. Hoy, en pleno debate sobre la inteligencia artificial general (AGI) y los derechos de las máquinas, sus preguntas siguen abiertas: ¿puede una inteligencia no biológica tener dignidad? ¿Puede un robot soñar...

Abr 6, 2025 - 10:32
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33 años de la muerte de Asimov: así hablo sobre España y 'El Quijote'
Este domingo 6 de abril de 2025, se cumplen 33 años de la muerte de Isaac Asimov. Tres décadas y un suspiro desde que nos dejó el hombre que no solo soñó con un futuro de robots, sino que se adelantó a predecir —con desconcertante precisión— muchas de las tensiones tecnológicas, éticas y sociales que hoy vivimos. Asimov no solo escribió ciencia ficción. Escribió futuro Nacido en 1920 en Petróvichi, una aldea de la Rusia bolchevique, emigró a Brooklyn con apenas tres años. Aprendió a leer solo, casi antes de saber hablar bien inglés. En la trastienda de la tienda de caramelos de su padre descubrió su verdadera droga: la ciencia. Una tarde de 1978, Isaac Asimov pisaba España. No había traído maletas pesadas: bastaba su mente desbordante para llenar auditorios, bibliotecas, cafés. "Acabemos con la leyenda del Quijote loco", con esa combinación suya de lógica aplastante y ternura humanista que desarmaba incluso al más cínico. Durante la entrevista que concedió en 1978 al Cultural en España, Asimov confesaba, entre risas, que nunca se sintió como un revolucionario: "Mi única revolución fue aceptar mi ignorancia". Esa humildad feroz le impulsó a escribir más de 400 libros sobre todo lo imaginable: química, historia, astronomía, la Biblia, Shakespeare... y, por supuesto, robots. Tres Libros de Isaac Asimov. Inventó las Tres Leyes de la Robótica, esas normas elementales que impiden a una máquina dañar a un humano. Una ficción necesaria, porque como también reconocía: "Me interesa más la bondad que la perfección". Quizá esa frase condense todo el legado de Asimov: no creía en inteligencias artificiales todopoderosas, sino en máquinas profundamente éticas. En una entrevista donde podría haber desplegado arrogancia o profecías oscuras, prefirió la mesura: "Los ordenadores solo harán lo que les enseñemos a hacer. Si somos sabios, no nos traicionarán". En Madrid, le preguntaron por Cervantes, por nuestro gran loco universal. Y Asimov, sonriendo bajo sus gafas gruesas, corrigió a todos: "Don Quijote quiso estar cuerdo. Prefería un mundo donde la justicia y la nobleza fueran reales". Para Asimov, el ingenioso hidalgo y sus propios robots tenían mucho en común: ambos encarnaban ideales que la humanidad real, corrupta y cansada, ya no sabía sostener. Isaac Asimov y el Quijote. Elaboración propia. ¿Era Asimov un ingeniero de sueños? Tal vez. Creía que la ciencia debía servir para ensanchar el alma humana, no para empequeñecerla. "No temo a las máquinas —declaraba entonces—. Temo a quienes las usan mal". A medida que el siglo XXI avanza, sus advertencias resuenan más fuertes que nunca. Nos dejó en 1992, cuando Internet apenas era un rumor en laboratorios militares. No vio nacer los smartphones, ni las redes sociales, ni el machine learning. Pero escribió sobre todo eso como quien escribe su diario. En su novela Los robots del amanecer (1983) ya describía robots capaces de amar. Hoy, en pleno debate sobre la inteligencia artificial general (AGI) y los derechos de las máquinas, sus preguntas siguen abiertas: ¿puede una inteligencia no biológica tener dignidad? ¿Puede un robot soñar...