Una vejez sin sobresaltos
He conocido a muchas personas que, después de toda una vida trabajando, sufren problemas económicos al llegar a la edad madura. Muchos querrían haber ahorrado...

He conocido a muchas personas que, después de toda una vida trabajando, sufren problemas económicos al llegar a la edad madura. Muchos querrían haber ahorrado lo que les permitían sus sueldos, pero no sabían por dónde empezar. Otros se lanzaron; lo hicieron, pero no consiguieron hacerlo bien, con lo que perdieran el fruto de su esfuerzo. Por ejemplo, si alguien hubiera invertido recientemente sus ahorros en la bolsa americana, la más popular de todas, habría sufrido enormes pérdidas. Paradójicamente, la abundante información de la que disponemos no ha resuelto el problema de cómo garantizarse una vejez sin sobresaltos. Por todas partes en internet aparecen charlatanes ofreciendo soluciones mágicas, que acaban siendo timos.
En el momento actual, Europa sufre una severa crisis demográfica, que es de esperar agrave el problema de la falta de recursos para las personas mayores (en 20 provincias de nuestro país ya hay menos de 2 cotizantes por pensionista). El incremento de la esperanza de vida está aumentando las situaciones de dependencia, que requiere múltiples servicios que no son baratos. Además, la inflación va devorando el valor de los ahorros que se quedan en la cuenta del banco (hemos alcanzado subidas interanuales de precios superiores al 10% en los últimos años), y esta tendencia se ve agitada por los vaivenes mundiales, como las guerras comerciales o el aumento en gasto militar. Para colmo, el avance de la inteligencia artificial convierte en muy real la posibilidad de que en el futuro escasee el trabajo.
Por todas partes en internet aparecen charlatanes ofreciendo soluciones mágicas, que acaban siendo timos.
¿Cómo protegerse? Las compañías aseguradoras pueden ser de gran ayuda para resolver esta cuestión. Aunque muchos lo desconocen, éstas ofrecen multitud de posibilidades de ahorro para todos los perfiles, empezando por unos pocos euros al mes. Los planes de ahorro que ponen a disposición del público pueden ser un muy buen complemento a las pensiones públicas. Administrar los ahorros de manera inteligente puede marcar la diferencia entre una vejez segura o llena de carencias. Saber dónde y cómo invertir, obteniendo rentabilidad y minimizando riesgos, puede marcar la diferencia entre obtener apreciables beneficios o perderlo todo. Los departamentos de inversiones de las aseguradoras ofrecen, tanto particulares como empresas, numerosos esquemas para protegerse de eventualidades, como una enfermedad o invalidez, o para pasar la edad anciana de una forma más segura. Entre ellos podemos destacar las rentas vitalicias o planes de pensiones.
Un aspecto esencial para que estas inversiones lleguen a buen puerto es gestionar el riesgo: proteger nuestros ahorros frente a las pérdidas. Un profesional de las finanzas comprometido comprende que cada euro obtenido le ha supuesto un esfuerzo al trabajador, así que éste debe estar blindado. Administrar las inversiones de manera que el riesgo sea mínimo es en sí mismo una ciencia, una tarea de gran complejidad que exige habilidades técnicas. Es frecuente que quienes se dedican a ella provengan del estudio de las matemáticas, estadística, y diversos campos de modelización y cálculo avanzado. Para mitigar riesgos financieros, problemas a resolver pueden incluir cálculos de precios de productos financieros complejos (derivados) que protegen frente a la inflación, las variaciones de los tipos de interés o las fluctuaciones de los tipos de cambio de divisas. Otro ejemplo de problema a resolver para reducir el riesgo es estimar cuánto perderían posibles inversiones en un escenario de crisis o caída del mercado (como las de 2008 o el coronavirus). Medir los riesgos es crucial, pues permitirá determinar en qué inversiones podemos obtener beneficios sin exponernos a pérdidas graves. En el mundo actual, las grandes empresas financieras en general gestionan los riesgos muy bien, de manera muy rigurosa y eficaz. Sin embargo, ningún método de cálculo es perfecto, todos están en continua mejora.
Para medir los riesgos se emplean diferentes medidas (métricas), siendo una de las más importantes el llamado Expected Shortfall (déficit esperado, en inglés). Un análisis estadístico nos permite conocer las posibles pérdidas y ganancias de una inversión, y también cómo de probable es cada una. El Expected Shortfall mide la pérdida esperada de una inversión en los peores casos posibles. Al estar familiarizado con el mencionado Expected Shortfall y tener una larga experiencia matemática, mis reflexiones me llevaron a concluir que el procedimiento de cálculo empleado habitualmente para esta métrica (exigido, además, por una importante autoridad reguladora) es poco preciso. El método estipulado para su cálculo (llamado Simulación Histórica) resulta en valores demasiado bajos, que no se ajustan a la realidad de las posibles pérdidas. Esto se debe a que para la estimación del Expected Shortfall se utilizan sólo unos pocos datos de precios, cuando en realidad los posibles precios de un producto financiero (como las acciones o los bonos) son infinitos. Al tomar solo parte de los datos posibles para hacer el cálculo se están ignorando otros muchos que, aunque no se hayan observado, también podrían darse, lo cual hace el cálculo mucho menos preciso. Este error hace que la pérdida esperada calculada sea menos grave de lo que es su valor real, lo cual es peligroso: al infravalorarse los riesgos, los gestores de los ahorros podrían exponerse demasiado a ellos, lo que podría conllevar pérdidas indeseables para los ahorradores.