Tutía

Fernando Navarro Fernando Navarro Lun, 28/04/2025 - 08:47 | Vocablos olvidados El origen de la palabra española tutía (o atutía) parece más o menos claro: procede del árabe hispánico attutíyya, este del árabe clásico tutiyá, y este a su vez, en último término, del sánscrito tuttha. Claro parece asimismo que antaño se aplicó a un remedio de amplio uso medicinal; pero lo que no está ya tan claro es a qué compuesto químico actual correspondería exactamente. La RAE, en su Diccionario de autoridades (1726-1739), lo definía así: «El hollín que se levanta de la fundición del cobre, y reducido a polvos o a ungüento sirve para varias medicinas, principalmente para enfermedades de los ojos». Pero en la 12.ª edición del diccionario académico (1884) ya concreta más y lo define como «Óxido de zinc, mezclado con protóxido de hierro, óxido de plomo, de cadmio, etc., que, a manera de costra dura y de color gris ceniciento, se adhiere a la chimenea en los hornos donde se funden, ya cobre y calamina para hacer latón, ya mineral de hierro que contiene zinc». Todo parece apuntar, pues, a un término genérico englobador de todo tipo de óxido de cinc impuro; pero hay quien piensa que podría hacer referencia también al sulfato de cobre, al azogue (o mercurio), al antimonio o al óxido de cadmio. Sea lo que fuere exactamente, el caso es que la tutía llegó a ser un remedio muy valorado en la medicina árabe y medieval. Era un polvo blanquecino o grisáceo que se aplicaba en forma de ungüento o colirio y al que se atribuía la propiedad de curar multitud de males y dolencias, hasta el punto de que la voz ‘tutía’ llegó a usarse casi como sinónima de ‘panacea’ o ‘curalotodo’. Caída ya por completo en el olvido, hoy solo muy de tarde en tarde la oímos en la frase hecha «no hay tutía», en referencia a una situación sin salida o desesperada, para la cual no hay tutía o remedio alguno. Tan olvidada está la tutía para el hablante de a pie, que muchos escriben incluso «no hay tu tía» (admitido por la RAE), como si hubieran perdido la esperanza de que alguna hermana de sus padres viniese a sacarles las castañas del fuego.  ‡‡ Off Fernando A. Navarro Off

Abr 28, 2025 - 08:31
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Tutía
Fernando Navarro
Fernando Navarro
| Vocablos olvidados

El origen de la palabra española tutía (o atutía) parece más o menos claro: procede del árabe hispánico attutíyya, este del árabe clásico tutiyá, y este a su vez, en último término, del sánscrito tuttha. Claro parece asimismo que antaño se aplicó a un remedio de amplio uso medicinal; pero lo que no está ya tan claro es a qué compuesto químico actual correspondería exactamente. La RAE, en su Diccionario de autoridades (1726-1739), lo definía así: «El hollín que se levanta de la fundición del cobre, y reducido a polvos o a ungüento sirve para varias medicinas, principalmente para enfermedades de los ojos». Pero en la 12.ª edición del diccionario académico (1884) ya concreta más y lo define como «Óxido de zinc, mezclado con protóxido de hierro, óxido de plomo, de cadmio, etc., que, a manera de costra dura y de color gris ceniciento, se adhiere a la chimenea en los hornos donde se funden, ya cobre y calamina para hacer latón, ya mineral de hierro que contiene zinc». Todo parece apuntar, pues, a un término genérico englobador de todo tipo de óxido de cinc impuro; pero hay quien piensa que podría hacer referencia también al sulfato de cobre, al azogue (o mercurio), al antimonio o al óxido de cadmio.

Sea lo que fuere exactamente, el caso es que la tutía llegó a ser un remedio muy valorado en la medicina árabe y medieval. Era un polvo blanquecino o grisáceo que se aplicaba en forma de ungüento o colirio y al que se atribuía la propiedad de curar multitud de males y dolencias, hasta el punto de que la voz ‘tutía’ llegó a usarse casi como sinónima de ‘panacea’ o ‘curalotodo’.

Caída ya por completo en el olvido, hoy solo muy de tarde en tarde la oímos en la frase hecha «no hay tutía», en referencia a una situación sin salida o desesperada, para la cual no hay tutía o remedio alguno. Tan olvidada está la tutía para el hablante de a pie, que muchos escriben incluso «no hay tu tía» (admitido por la RAE), como si hubieran perdido la esperanza de que alguna hermana de sus padres viniese a sacarles las castañas del fuego.  ‡‡ Off Fernando A. Navarro Off