Síndrome de Munchausen, 'folie à deux'... trazamos el perfil mental de los padres de “la casa de los horrores”
El Síndrome de Munchausen, la folie à deux o Diógenes: el perfil de los padres de “la casa de los horrores”



Salieron tocando la hierba, respiraban profundamente. Quedaron impresionados por un caracol. Tras cuatro años de cautiverio, resulta devastador imaginar el peso con el que cargarán los tres niños rescatados esta semana de una casa en Fitoria, Oviedo. Su padre, Christian S., de 53 años, y Melissa A. S., de 48, los mantuvieron retenidos en condiciones de tremenda insalubridad.
Dos gemelos de ocho años y otro hermano de diez convivieron sin salir nunca del domicilio entre excrementos y bolsas de basura. En pañales, como si fueran todavía bebés, y durmiendo en cunas o en un colchón mugriento en el suelo, compartiendo espacio con un gato enfermo. Pocos juguetes. Pintadas desconcertantes en los laterales de la cuna: rayajos, monstruos, calaveras. Ahora será trabajo de los psicólogos descifrar los traumas que les puedan aflorar.
Las miradas caen sobre los padres. Presuntamente, se habrían mudado a España tras habérsele denegado, en Alemania, la posibilidad de educar a los niños en casa. Ante la negativa y su férrea intención de no escolarizarlos, quizá por miedo a la actuación de los servicios sociales, se mudaron a una casa de color rosa en una pedanía de no más de 200 habitantes en Asturias. Nadie sospechó. Salvo una vecina, que alertó a las autoridades porque había escuchado voces de niños y temía que pudiese estar pasando algo.
Una casa repleta de purificadores de aire, agua embotellada y medicamentos que los padres suministraban a los hijos por un supuesto TDAH. Las zapatillas hacía cuatro años que habían dejado de ser de su talla. Ni televisión ni aparatos electrónicos para los menores. Cuando los efectivos accedieron al domicilio, la madre se apresuró a colocarle hasta tres mascarillas a sus hijos, una encima de la otra. No dejaba de repetir que estaban muy enfermos.
Se habían mudado justo cuando imperaba la alarma por la Covid-19. Esa fijación por el contagio, entre otras razones, podría haber tomado forma de obsesión, delirio o psicosis compartida. Por el momento ha trascendido poco de los padres y para establecer un perfil claro habrá que esperar a un peritaje, pero de la conducta observada pueden establecerse hipótesis sobre algunos aspectos psicológicos.
Síndrome de Munchausen por poderes
Ocurre en casos en los que el individuo finge, exagera o provoca enfermedades y dolencias en otra persona, generalmente sus propios hijos, para obtener control, reconocimiento, atención y validación. Se obtendría una gratificación emocional al ejercer el rol de cuidador necesario. La madre de los niños insistía en que estaban muy enfermos, los medicaba sin prescripción y ejercía en ellos, junto al padre, un control abusivo y desproporcionado.
Síndrome de Diógenes
La vivienda estaba repleta de basura. En el hueco de las escaleras o debajo de las camas aparecieron bolsas con todo tipo de desperdicios, acumulándose por los rincones. Restos orgánicos, enseres amontonados y hasta excrementos de gato. La higiene era mínima. Los niños llevaban pañales pese a tener ocho y 10 años, la madre se encargaba de llevarlos al baño.
Una imagen que sugiere una negación absoluta de la realidad del entorno, una desconexión patológica, un estado de abandono y acumulación típicos del síndrome de Diógenes, un trastorno caracterizado precisamente por el abandono personal, social y doméstico extremo, visible, entre otras formas, por la acumulación compulsiva de inmundicia y objetos.
Trastorno obsesivo-compulsivo
La compulsión de los padres parecería responder a un posible trastorno obsesivo-compulsivo (TOC), visible a través de su afán por el aislamiento, las mascarillas, los contagios y la contaminación. Algo incoherente, en verdad, viendo el estado de insalubridad. Temían las condiciones del exterior, pero ya vivían el infierno dentro.
El TOC se caracteriza por presentar pensamientos y rituales reitereativos e incesantes, una ansiedad que puede tomar múltiples formas, no solo por la higiene. Puede mostrarse en relación al orden, la simetría, la seguridad, las relaciones interpersonales y un largo etcétera. No siempre conlleva conductas tan extremas. Como en todo, hay grados. Este, de serlo, sería de los más elevados.
Folie à deux
El trastorno psicótico compartido (antes llamado folie à deux) se refiere a síntomas tales como delirios, alucinaciones, pensamiento y lenguaje desorganizado, entre otros. Sería una subcategoría del trastorno delirante. Suele ocurrir en el entorno familiar o entre relaciones estrechas, a menudo como respuesta a una persona con una enfermedad mental establecida. Uno induce al otro hasta alcanzar delirios compartidos que, generalmente, provocan aislamiento social. Se trata, sin embargo, de un estado muy poco frecuente. Rara vez es diagnosticado.
Los padres se encuentran en prisión provisional sin fianza y los niños están siendo atendidos en un centro de menores. La jueza ha ordenado la suspensión de la patria potestad y de la guarda y custodia de los niños. La Fiscalía ha abierto diligencias por posibles delitos de violencia doméstica, maltrato psicológico habitual, abandono de menores y detención ilegal.
Como siguiendo el guion de la película La habitación, de Lenny Abrahamson, nos encontramos con que la realidad supera a menudo la ficción. Más allá del perfil de los padres, lo mollar reside en los menores. Fueron encerrados con 4 y 6 años de edad. El trauma jugará un papel importante, y quedarán impregnados de por vida, en formas diversas.
Verán afectado su desarrollo evolutivo, se espera estrés postraumático, ansiedad, fobias, problemas de identidad, autoestima e incluso trastornos del apego y del vínculo. A fin de cuentas, ese mundo era el único para ellos. Ahora deberán desligarse de todo y volver a empezar. Pero si algo caracteriza a los niños, es su capacidad de aprendizaje y resiliencia. Son indefensos, pero también muy fuertes. Con una correcta atención, podrán aprender, o tratar de convivir, con las marcas de su memoria y, ojalá, resurgir de esta tremenda injusticia.