Le había pregonado a Sevilla Victorino Martín con una semblanza de su vida novilleril, veterinaria y ganadera. Hablaba en aquella exaltación taurina sobre los binomios que a lo largo de estos casi treinta años de trayectoria sevillana se habían dado en la historia de la Maestranza –«El Tato y Veraniego, Pepín Liria y Gallareto, Ferrera con Disparate y Mecanizado, Ureña y Baratero, El Cid y Borgoñés, Emilio de Justo y Portezolano, Borja Jiménez y Miligrano y Manuel Escribano y Cobradiezmos»–, pero se olvidó de apuntar, o de predecir, lo que también le harían a Mosquetón , el toro de la faena total de un Manuel Escribano que lo terminó rescatando del naufragio en su tarde más plomiza en una Maestranza...
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