Se burlan de su apariencia
Hola, ¿cómo estás? Hoy te quiero proponer que pienses cómo te sentirías si el mundo te dijera, de diferentes formas, que no tiene lugar para vos. Si quisieras estudiar y no te lo permitieran. Si te negaran el acceso a la atención de salud que necesitás. Si tu perfil no calificara para ningún puesto de trabajo. Y si, además de todo eso, en la calle te juzgaran o se burlaran de tu apariencia y de lo que podés o no podés hacer.Eso es lo que le pasa a las personas con discapacidad, quienes, casi a diario, tienen que luchar para no quedar afuera de un sistema que no pierde la oportunidad de decirles que no fue pensado para ellos. Y que no tiene voluntad de cambiar.Hace pocos días publicamos una nota sobre las filas interminables y al rayo del sol que tuvieron que hacer miles de familias en la provincia de Buenos Aires y en otras jurisdicciones del país para revalidar la pensión no contributiva por discapacidad que reciben. “Está bien que controlen. El problema es cómo lo hacen, sin tener contemplaciones hacia las personas con discapacidad”, me dijo Cristina, mamá de Karina, una mujer de 46 años diagnosticada con esquizofrenia desde los 8.Si querés ver la nota en detalle, hacé click acáCuando llegó junto a su hija, media hora antes del horario fijado en la citación, en la clínica de Morón donde les tocaba, había más de dos cuadras de cola. “Había gente descompuesta y en crisis por tanta espera”, me dijo la mujer, que es jubilada y teme por lo que vaya a pasar con su hija cuando ella no esté.La iniciativa de auditar las pensiones fue objetada por 130 organizaciones, entre otras razones, porque las citaciones fueron impresas y escritas en lenguaje técnico, es decir, que la diversidad del universo al que iban dirigidas no fue tenido en cuenta.La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) viene batallando desde hace años por el acceso a otro derecho: la educación en escuelas comunes. Esto demuestra que la exclusión no es propia de una gestión de gobierno determinada o de un color político.“No hay forma de crear comunidades inclusivas, que valoren la diversidad, si tenemos instituciones como escuelas que etiquetan y excluyen. En nuestra sociedad se cree que hay mentes y cuerpos que son mejores que otros. Se mide a las personas según lo que producen desde un ideal de productividad, le dijo a Paula Solar la codirectora de ACIJ, Celeste Fernández, quien se considera a si misma como “una activista de la educación inclusiva”.Te comparto el perfil sobre Celeste Fernández: hacé click acáEl rol de Celeste y la organización fue clave para que, en 2002, la Justicia dispusiera que los chicos con discapacidad no pudiesen ser rechazados de las escuelas comunes de CABA. En esa causa judicial se presentaron decenas de familias a dar testimonio. Algunas de ellas denunciaron haber recorrido 70 escuelas sin que ninguna les permitiera inscribir a sus hijos. A continuación te la presento a Celeste junto a dos de esas mamás:“Si tenés un hijo con una discapacidad, tenés miles de necesidades y das miles de batallas. Y ahora se está evaluando si esas necesidades conllevan un derecho”, le dijo Ariadna, mamá de Benjamín, un chico con retraso madurativo, quien dio testimonio en la causa judicial.Esta decisión de la Justicia le allanó el camino a las familias para denunciar a las escuelas que las discriminen gracias a un plan del gobierno porteño, en acuerdo con ACIJ, que contempla un acompañamiento más activo del Ministerio de Educación a las familias.La iniciativa, aunque alentadora, solo abarca a una de las 24 jurisdicciones del país. ¿Y el resto? En cualquier caso, no hay norma que sea lo suficientemente efectiva si no va acompañada por una mirada empática, que vea valor en la inclusión. Porque, como dice Celeste “nadie se salva solo”.Me despido por hoy. Que tengas un lindo sábado.Saludos, Lorena

Hola, ¿cómo estás? Hoy te quiero proponer que pienses cómo te sentirías si el mundo te dijera, de diferentes formas, que no tiene lugar para vos.
Si quisieras estudiar y no te lo permitieran. Si te negaran el acceso a la atención de salud que necesitás. Si tu perfil no calificara para ningún puesto de trabajo. Y si, además de todo eso, en la calle te juzgaran o se burlaran de tu apariencia y de lo que podés o no podés hacer.
Eso es lo que le pasa a las personas con discapacidad, quienes, casi a diario, tienen que luchar para no quedar afuera de un sistema que no pierde la oportunidad de decirles que no fue pensado para ellos. Y que no tiene voluntad de cambiar.
Hace pocos días publicamos una nota sobre las filas interminables y al rayo del sol que tuvieron que hacer miles de familias en la provincia de Buenos Aires y en otras jurisdicciones del país para revalidar la pensión no contributiva por discapacidad que reciben. “Está bien que controlen. El problema es cómo lo hacen, sin tener contemplaciones hacia las personas con discapacidad”, me dijo Cristina, mamá de Karina, una mujer de 46 años diagnosticada con esquizofrenia desde los 8.
- Si querés ver la nota en detalle, hacé click acá
Cuando llegó junto a su hija, media hora antes del horario fijado en la citación, en la clínica de Morón donde les tocaba, había más de dos cuadras de cola. “Había gente descompuesta y en crisis por tanta espera”, me dijo la mujer, que es jubilada y teme por lo que vaya a pasar con su hija cuando ella no esté.
La iniciativa de auditar las pensiones fue objetada por 130 organizaciones, entre otras razones, porque las citaciones fueron impresas y escritas en lenguaje técnico, es decir, que la diversidad del universo al que iban dirigidas no fue tenido en cuenta.
La Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) viene batallando desde hace años por el acceso a otro derecho: la educación en escuelas comunes. Esto demuestra que la exclusión no es propia de una gestión de gobierno determinada o de un color político.
“No hay forma de crear comunidades inclusivas, que valoren la diversidad, si tenemos instituciones como escuelas que etiquetan y excluyen. En nuestra sociedad se cree que hay mentes y cuerpos que son mejores que otros. Se mide a las personas según lo que producen desde un ideal de productividad, le dijo a Paula Solar la codirectora de ACIJ, Celeste Fernández, quien se considera a si misma como “una activista de la educación inclusiva”.
- Te comparto el perfil sobre Celeste Fernández: hacé click acá
El rol de Celeste y la organización fue clave para que, en 2002, la Justicia dispusiera que los chicos con discapacidad no pudiesen ser rechazados de las escuelas comunes de CABA. En esa causa judicial se presentaron decenas de familias a dar testimonio. Algunas de ellas denunciaron haber recorrido 70 escuelas sin que ninguna les permitiera inscribir a sus hijos. A continuación te la presento a Celeste junto a dos de esas mamás:
“Si tenés un hijo con una discapacidad, tenés miles de necesidades y das miles de batallas. Y ahora se está evaluando si esas necesidades conllevan un derecho”, le dijo Ariadna, mamá de Benjamín, un chico con retraso madurativo, quien dio testimonio en la causa judicial.
Esta decisión de la Justicia le allanó el camino a las familias para denunciar a las escuelas que las discriminen gracias a un plan del gobierno porteño, en acuerdo con ACIJ, que contempla un acompañamiento más activo del Ministerio de Educación a las familias.
La iniciativa, aunque alentadora, solo abarca a una de las 24 jurisdicciones del país. ¿Y el resto? En cualquier caso, no hay norma que sea lo suficientemente efectiva si no va acompañada por una mirada empática, que vea valor en la inclusión. Porque, como dice Celeste “nadie se salva solo”.
Me despido por hoy. Que tengas un lindo sábado.
Saludos,
Lorena