Ruud se corona en Madrid y espanta sus fantasmas a costa de Draper
Madrid asiste a un aterrizaje tras muchas horas de vuelo, el de Casper Ruud en la cima de un Masters 1.000. Se escapa airoso, o mejor dicho, logra escapar airoso (7-5, 3-6, 6-4) del martillo de Draper y desprecintar, al fin, su vitrina de torneos importantes. Gran estudio previo y mejor puesta en escena del … Continuar leyendo "Ruud se corona en Madrid y espanta sus fantasmas a costa de Draper"

Madrid asiste a un aterrizaje tras muchas horas de vuelo, el de Casper Ruud en la cima de un Masters 1.000. Se escapa airoso, o mejor dicho, logra escapar airoso (7-5, 3-6, 6-4) del martillo de Draper y desprecintar, al fin, su vitrina de torneos importantes. Gran estudio previo y mejor puesta en escena del noruego que supo cómo minimizar el cañón del inglés. Se quita así la etiqueta de desdichado que le perseguía y tanto pesaba.
Había claudicado en las seis finales de relevancia que había disputado. Roland Garros en dos ocasiones, US Open, ATP Finals y los Masters 1.000 de Miami y Montecarlo. Hundido en todas las ocasiones. Sólo había colmado su afán de victoria con el Godó, que no deja de ser un ATP 500. Hasta este año, cuando ha cumplido la premisa que hizo a OKDIARIO. «Necesito un buen resultado para reforzar mi confianza». Ahí lo tiene. En pie hasta el último día.
«¡Vamos Ruud!». «Ahora Casper». La Manolo Santana no tenía dudas. Se decantaba por la solidez y los recursos tenísticos de Ruud antes que por la potencia y agresividad de Jack Draper. Tal vez influyera que el noruego se ha formado en la Rafa Nadal Academy. Tal vez fuera ese «¡vamos, Rafa!» que bramó el aficionado más nostálgico. Sea como fuera, la predilección de la grada estaba clara.
Ruud inició aplicado, con la lección bien estudiada. Jugando al revés para tratar de esconder al máximo el cañón que tiene Draper por derecha. «¡Qué potencia!», le dijo un aficionado a otro cuando el inglés consiguió conectar su drive. Obligó al noruego a tener que explorar los límites de la pista porque al mínimo golpeo corto… ¡pam! Jack sacaba su martillo y golpeaba sin piedad. Y en esa exploración, Ruud se perdió por momentos.
Hasta el punto de entregar su servicio con dos dobles faltas consecutivas. Rotura en bandeja para Draper que seguía castigando la derecha paralela. Al inglés le sobraba potencia y faltaba algo de finura para terminar de alejar a Ruud, que se mantenía ahí, lejos pero cerca al mismo tiempo. No se dejó ir con el contratiempo. Lo hubiera hecho otro Ruud, pero no esta versión de ahora, más madura y serena.
Supo resistir al cañón británico y, en cuanto pudo, aprovechó la primera oportunidad que tuvo para quebrar a Draper por partida doble y apuntarse la primera manga. Ganó cuatro juegos seguidos y mantuvo la inercia en la segunda manga, aunque se la firmó Jack, pero el inglés mostraba cierta dificultad al tener que correr a su derecha, por alguna molestia física, y Ruud, alumno aplicado donde los haya, hurgó ahí.
Encontró una cantera por explotar en el set definitivo y se lanzó. El vértigo que en ocasiones le había jugado en contra fue su impulso. Y ahí sí, al fin el grito al cielo de Madrid. Un bramido de liberación, que esconde numerosos sinsabores y todavía más esfuerzos para evitarlos. El noruego parece haber encontrado el rumbo tras un discontinuo primer trimestre de año.
Coincide, más por causalidad que casualidad, con la llegada de la tierra batida, la superficie que mejor le sienta. Sobre ella ha conquistado 11 de sus 12 títulos y ha ganado más partidos que cualquier otro tenista a lo largo de los últimos cinco años. De hecho, de los jugadores que se mantienen activos, sólo Djokovic ha disputado más finales en tierra batida (34) que el propio Ruud (18). Alcaraz se mantiene en 14. Ruud nunca olvidará Madrid.