Ramón García : «Son el Madrid y el Barça los que tienen que envidiar al Athletic»
—¿Qué lugar ocupa el deporte en su vida? —Más como seguidor que como practicante. De chaval jugué al fútbol. Era lateral, pero muy malo. Fui campeón de Vizcaya de halterofilia. Hice algo de tenis. Soy un gran seguidor de mi Athletic de Bilbao. Y también de rugby, que es un deporte maravilloso, en el que nadie se tira al suelo. —De uno a diez, ¿cuál es su grado de fanatismo? —Veinticinco y me quedo corto. —Ustedes siempre tienen que quedar por encima de la media. —Es que va un poco en el carácter que tenemos. El Athletic no es sólo un equipo de fútbol. Es una forma de vivir, una familia, es salir por Pozas, antes del partido y abrazarte a gente que no conoces de nada. —Lo que más le gusta del fútbol moderno es... —La profesionalidad. Antes, el día antes del partido el jugador igual estaba tomándose unos 'gintonics' y fumándose un par de puros con los amigos. Era otro rollo. Muy bonito y romántico. Ahora, todo es mucho más profesional y le da al fútbol un aire más moderno. —¿Y lo que detesta? —El VAR. Me parece un error gravísimo que estemos pendientes de él. Creo que estamos deformando la realidad, la eficacia de los jugadores y desquiciando al público. Nos vendieron una teoría muy buena sobre la herramienta, pero aquí lo aplican cuando quieren, cada uno a su manera. Y eso está adulterando la libertad del fútbol. —No quisiera desalentarle, pero se queda. —Y mantengo que es un error. Estar pendientes de un milímetro de la punta de una bota. No puede estar un partido cinco minutos parado mientras un tío está mirando la tele. —No es la única cruzada que usted capitanea. El racismo le enciende, ¿cierto? —Es una auténtica vergüenza. Que todavía haya energúmenos gritando a jugadores en un campo por el color de su piel, me parece de un retraso social enorme. Es lamentable. Hace 50 años, no había jugadores negros porque no llegaban los negros a España. Ahora sí. Y nuestra gente, nuestros chicos han nacido en Euskadi. Y son vascos. Y son negros. Y hay gente que no lo soporta. Nos creemos muy progresistas y muy modernos y que haya unos zoquetes que vayan a un campo a insultar a un chaval por el color de su piel es inaceptable. —En un campo se oyen cosas que igual en un trabajo no escuchas. —Es como si en el fútbol valiera todo. Te cagas en la puta madre de un árbitro, con el niño delante. En alguna ocasión he advertido a un padre diciéndole «oiga, que tiene usted a su hijo ahí». ¿Quién le va a decir a ese niño que no insulte si se lo ha visto hacer al padre? Eso es lo que hay que depurar del fútbol. Y lo tenemos que hacer nosotros. Hay que parar a esa gentuza. —Razones por las que usted creyó que el Athletic podía superar al Manchester United. —Primero, porque había una deuda histórica. Lo merecíamos. El fútbol, a veces, le debe cosas a algunos equipos. Hubiera sido un punto de inflexión muy bueno, sobre todo, para la gente joven, que ya ha visto ganar una Copa cuarenta años después. Eso es lo que hace afición y lo que hace que los chavales continúen creyendo en las historias que contamos los veteranos. Necesitan decir que han estado aquí y han ganado. Ganar títulos es importante para pasar el testigo. —Con o sin Europa League, el crecimiento es obvio. —Pero seguir ganando títulos supone subrayar que nuestra filosofía, esa que algunos consideran obsoleta, anticuada y romántica, pues que digan lo que quieran, pero funciona. Y enamora. Y gusta a la gente que no es de este equipo. Únicos en el mundo. Ese es nuestro eslogan. Y es verdad. —¿Con cuánta intensidad imaginó usted esa final? —Muchas veces. Con toda la intensidad. Cada partido. Me imaginaba ese estadio lleno de gente, con las bufandas y sus banderas. Me emociono. Ojalá lo hubiera podido vivir. Volverá a suceder. —¿Cuánta culpa de lo bueno que ha hecho este Athletic es computable a Valverde? —El Txingurri ha sido fundamental. Es un grandísimo entrenador. Pero no sólo aquí. Fue, también, un gran jugador. Y, sobre todo, tiene una virtud innata y es que es del Athletic, lo conoce, lleva el ADN del club y la manera de entendernos. No sólo a los jugadores, sino también a los de la grada. —No aparenta estar muy pendiente de la grada. —A mí no me gustan esos entrenadores que se giran tanto hacia la grada. Él es más de esos que se agacha y que va a lo suyo, serio. Ahí está su trabajo. —¿Le ha perdonado al Barça sus andanadas con Nico? —Sabía que Nico no se iba a ir. Lleva al Athletic muy dentro porque así se lo han enseñado. Y eso es lo que queremos aquí. No sólo niños que jueguen al fútbol, sino que lo sientan y que sus familias no sean peseteras, que no estén dispuestos a poner todos el cazo. Este club no es así. Aquí se cuida a los chavales. —Correcto. Pero todo apunta a que, en algún momento, sucederá. —En el fútbol de hoy, es difícil ponerle puertas al campo. Si Nico se va, que lo haga, pero que no se quede en ningún equipo de la liga española. ¿Qué le van a dar el Barça o el Real Madrid que no tenga aquí? —Se me ocurren unas cuantas. —Aquí es Dios. En otro club ser
—¿Qué lugar ocupa el deporte en su vida? —Más como seguidor que como practicante. De chaval jugué al fútbol. Era lateral, pero muy malo. Fui campeón de Vizcaya de halterofilia. Hice algo de tenis. Soy un gran seguidor de mi Athletic de Bilbao. Y también de rugby, que es un deporte maravilloso, en el que nadie se tira al suelo. —De uno a diez, ¿cuál es su grado de fanatismo? —Veinticinco y me quedo corto. —Ustedes siempre tienen que quedar por encima de la media. —Es que va un poco en el carácter que tenemos. El Athletic no es sólo un equipo de fútbol. Es una forma de vivir, una familia, es salir por Pozas, antes del partido y abrazarte a gente que no conoces de nada. —Lo que más le gusta del fútbol moderno es... —La profesionalidad. Antes, el día antes del partido el jugador igual estaba tomándose unos 'gintonics' y fumándose un par de puros con los amigos. Era otro rollo. Muy bonito y romántico. Ahora, todo es mucho más profesional y le da al fútbol un aire más moderno. —¿Y lo que detesta? —El VAR. Me parece un error gravísimo que estemos pendientes de él. Creo que estamos deformando la realidad, la eficacia de los jugadores y desquiciando al público. Nos vendieron una teoría muy buena sobre la herramienta, pero aquí lo aplican cuando quieren, cada uno a su manera. Y eso está adulterando la libertad del fútbol. —No quisiera desalentarle, pero se queda. —Y mantengo que es un error. Estar pendientes de un milímetro de la punta de una bota. No puede estar un partido cinco minutos parado mientras un tío está mirando la tele. —No es la única cruzada que usted capitanea. El racismo le enciende, ¿cierto? —Es una auténtica vergüenza. Que todavía haya energúmenos gritando a jugadores en un campo por el color de su piel, me parece de un retraso social enorme. Es lamentable. Hace 50 años, no había jugadores negros porque no llegaban los negros a España. Ahora sí. Y nuestra gente, nuestros chicos han nacido en Euskadi. Y son vascos. Y son negros. Y hay gente que no lo soporta. Nos creemos muy progresistas y muy modernos y que haya unos zoquetes que vayan a un campo a insultar a un chaval por el color de su piel es inaceptable. —En un campo se oyen cosas que igual en un trabajo no escuchas. —Es como si en el fútbol valiera todo. Te cagas en la puta madre de un árbitro, con el niño delante. En alguna ocasión he advertido a un padre diciéndole «oiga, que tiene usted a su hijo ahí». ¿Quién le va a decir a ese niño que no insulte si se lo ha visto hacer al padre? Eso es lo que hay que depurar del fútbol. Y lo tenemos que hacer nosotros. Hay que parar a esa gentuza. —Razones por las que usted creyó que el Athletic podía superar al Manchester United. —Primero, porque había una deuda histórica. Lo merecíamos. El fútbol, a veces, le debe cosas a algunos equipos. Hubiera sido un punto de inflexión muy bueno, sobre todo, para la gente joven, que ya ha visto ganar una Copa cuarenta años después. Eso es lo que hace afición y lo que hace que los chavales continúen creyendo en las historias que contamos los veteranos. Necesitan decir que han estado aquí y han ganado. Ganar títulos es importante para pasar el testigo. —Con o sin Europa League, el crecimiento es obvio. —Pero seguir ganando títulos supone subrayar que nuestra filosofía, esa que algunos consideran obsoleta, anticuada y romántica, pues que digan lo que quieran, pero funciona. Y enamora. Y gusta a la gente que no es de este equipo. Únicos en el mundo. Ese es nuestro eslogan. Y es verdad. —¿Con cuánta intensidad imaginó usted esa final? —Muchas veces. Con toda la intensidad. Cada partido. Me imaginaba ese estadio lleno de gente, con las bufandas y sus banderas. Me emociono. Ojalá lo hubiera podido vivir. Volverá a suceder. —¿Cuánta culpa de lo bueno que ha hecho este Athletic es computable a Valverde? —El Txingurri ha sido fundamental. Es un grandísimo entrenador. Pero no sólo aquí. Fue, también, un gran jugador. Y, sobre todo, tiene una virtud innata y es que es del Athletic, lo conoce, lleva el ADN del club y la manera de entendernos. No sólo a los jugadores, sino también a los de la grada. —No aparenta estar muy pendiente de la grada. —A mí no me gustan esos entrenadores que se giran tanto hacia la grada. Él es más de esos que se agacha y que va a lo suyo, serio. Ahí está su trabajo. —¿Le ha perdonado al Barça sus andanadas con Nico? —Sabía que Nico no se iba a ir. Lleva al Athletic muy dentro porque así se lo han enseñado. Y eso es lo que queremos aquí. No sólo niños que jueguen al fútbol, sino que lo sientan y que sus familias no sean peseteras, que no estén dispuestos a poner todos el cazo. Este club no es así. Aquí se cuida a los chavales. —Correcto. Pero todo apunta a que, en algún momento, sucederá. —En el fútbol de hoy, es difícil ponerle puertas al campo. Si Nico se va, que lo haga, pero que no se quede en ningún equipo de la liga española. ¿Qué le van a dar el Barça o el Real Madrid que no tenga aquí? —Se me ocurren unas cuantas. —Aquí es Dios. En otro club sería uno más que incluso podría chupar mucho banquillo. Para mí, que se fuera sería una faena pero, si se ha de ir, me gustaría que lo hiciera a la Premier. Encajaría muy bien y crecería más. Si se ha de ir, que lo haga bien. Que nos llene caja y, cuando se canse de aquello, que vuelva a casa. —Si pudiera ¿qué o a quién le robaría a Madrid y Barça para su Athletic? —Es que yo sólo soy del Athletic. No envidio a nadie. Me tienen que envidiar ellos a mí. ¿Conoces a algún equipo cuyos jugadores vayan por la calle y se paren a tomar un pote con los aficionados? ¿Cómo voy yo a envidiar a otros? —Sin envidias ¿a quién ve campeón de Liga? —Tiene pinta que el Barça.
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