Papa Francisco: El legado ambiental del representante del Vaticano
El 20 de abril de 2025 –en plena Pascua–, el mundo se despidió del Papa Francisco, una figura que marcó un antes y un después en la relación entre la fe y la ecología. Más allá de su carisma y sus posturas sociales, Francisco será recordado como el “Papa verde”, un líder espiritual que hizo […]

El 20 de abril de 2025 –en plena Pascua–, el mundo se despidió del Papa Francisco, una figura que marcó un antes y un después en la relación entre la fe y la ecología. Más allá de su carisma y sus posturas sociales, Francisco será recordado como el “Papa verde”, un líder espiritual que hizo del cuidado de la Tierra una misión sagrada.
Su encíclica Laudato Si’, publicada en 2015, no solo sorprendió a millones de fieles, sino que puso el cambio climático en el centro del discurso católico global.
El Papa Francisco y Laudato Si’
El 24 de mayo de 2015, el Papa Francisco firmó Laudato Si’ (“Alabado seas”), una carta pastoral que rompió esquemas. Por primera vez en la historia, una encíclica estaba dedicada exclusivamente al cuidado del medio ambiente. El documento fue contundente: denunció la contaminación, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad y el consumismo desmedido como síntomas de una crisis ética y espiritual.
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Francisco no se limitó a diagnósticos superficiales. Señaló directamente al modelo económico dominante como responsable del deterioro ambiental, y criticó duramente lo que llamó el “paradigma tecnocrático”: una lógica de mercado que subordina la política y la economía a la rentabilidad, ignorando las consecuencias sociales y ecológicas.
“El clima es un bien común”
Uno de los mensajes más potentes de Laudato Si’ fue que el clima pertenece a todos, y como tal, debe ser protegido por todos. El Papa Francisco escribió con claridad sobre el consenso científico que señala a las actividades humanas —en especial la quema de combustibles fósiles— como principales responsables del cambio climático. También alertó sobre la acidificación de los océanos, el deshielo polar y el aumento del nivel del mar, con consecuencias desastrosas para las poblaciones costeras.
El Papa fue enfático en que los más pobres son los más afectados. “El deterioro del ambiente y el de la sociedad afectan de modo especial a los más débiles del planeta”, sentenció. Para él, la crisis ambiental era inseparable de la justicia social: no se puede salvar al planeta sin atender primero a quienes menos tienen.

Contra el consumismo y la cultura del descarte
Francisco denunció la “cultura del descarte” que convierte tanto a personas como a recursos en objetos desechables. Criticó el hiperconsumo en los países desarrollados, la obsesión por el crecimiento ilimitado y la fe ciega en la tecnología como solución mágica.
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“La tierra, nuestra casa, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería”, escribió con crudeza, llamando a la conversión ecológica personal y colectiva. Propuso una economía al servicio de las personas y del planeta, una producción más circular y menos derrochadora, y una vida más sencilla y respetuosa.
Una encíclica con impacto global
Laudato Si’ no se quedó entre los muros del Vaticano. Su publicación, meses antes del Acuerdo de París, influyó en líderes políticos, científicos y activistas ambientales. Incluso sectores conservadores del catolicismo —como el Courant pour une écologie humaine en Francia— encontraron en sus palabras un llamado ético profundo que trascendía ideologías.
El mensaje también resonó fuera del catolicismo. Organizaciones ambientalistas, académicos y pensadores de diversas religiones reconocieron en el Papa una voz de autoridad moral que vinculaba la espiritualidad con el activismo climático.
¿Qué nos deja el Papa Francisco?
Con su muerte, Francisco deja un legado difícil de igualar. No solo por ser el primer Papa en hablar abiertamente de decrecimiento económico como vía hacia la equidad y la sostenibilidad, sino porque supo traducir la urgencia ecológica en un lenguaje espiritual, ético y humano.
Su insistencia en la “conversión ecológica” no era una metáfora: pedía un cambio de corazón y de hábitos, de estructuras y de sistemas. Nos invitó a ver la Tierra no como un recurso a explotar, sino como una hermana herida que clama por ayuda.
Un llamado vigente para el futuro
A casi una década de Laudato Si’, su mensaje no ha perdido vigencia. Al contrario, su voz sigue resonando como una advertencia profética: o cambiamos nuestro estilo de vida o enfrentaremos consecuencias irreversibles.
Francisco concluyó su encíclica con una súplica a la humanidad: abrir un nuevo diálogo sobre cómo estamos moldeando el destino común del planeta. Su partida no cierra ese diálogo; lo vuelve más urgente. En un mundo cada vez más polarizado y amenazado por crisis ambientales, su legado es una brújula ética que nos recuerda que cuidar de la Tierra es cuidar de nosotros mismos.