Óscar García Sierra: “Tengo un sentimiento de deuda por haberme ido del pueblo”

El autor leonés vuelve a la cuenca minera con ‘Ropa tendida’, un relato sobre el vacío (geográfico y existencial) y la droga que se consume para llenarlo. La entrada Óscar García Sierra: “Tengo un sentimiento de deuda por haberme ido del pueblo” se publicó primero en lamarea.com.

Abr 12, 2025 - 11:49
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Óscar García Sierra: “Tengo un sentimiento de deuda por haberme ido del pueblo”

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En 2022, el nombre de Óscar García Sierra resonó con fuerza en el terreno literario gracias a su primera novela, Facendera. En ella contaba lo que nadie (o al menos no tan bien) había narrado hasta la fecha: el descontento de una prole de jóvenes –drogas y afters mediante– de la España vaciada y postindustrial de un pueblo de León. Ahora regresa con Ropa tendida (editada por Anagrama, como la anterior), una obra en la que repite el paisaje, pero con salto generacional. Aquí quienes intentan huir de la tristeza sin remedio son, entre otros, Isidorín, un padre jubilado cuyos pasatiempos son aprender ruso y organizar carreras amateurs de ciclismo; su mujer, Milagros, quien busca la felicidad ligando con un profesor de baile porque en casa no la encuentra; Xairu, hijo del matrimonio, un cuarentañero que aspira a ser alcalde del pueblo con un partido de extrema derecha y pasa sus días consumiendo cocaína; o la Juli, pareja de éste que para huir de su vida empieza a salir todos los días de fiesta. Silencios que hablan, pensamientos que no callan, autodestrucciones, drogas y vidas que serían menos dolorosas si no se parecieran tanto a las de sus progenitores. En definitiva, Ropa tendida es una novela que trata sobre las huidas imposibles: las de uno mismo.

¿Podría leerse Ropa tendida como una continuación de Facendera?

La idea no fue hacer una continuación, pero cuando me puse a escribir empecé con el personaje que llama a la policía al final de Facendera. Lo hice a modo de broma. Y como ya tenía ese personaje, automáticamente la novela se localizaba en el pueblo y en el día de la demolición de una central eléctrica. Tampoco es que tuviera en mente la idea de situar la historia en el mismo sitio y lugar. Sucedió así y a partir de ahí tiré. Fue un poco de casualidad.

Aun así, sí que tienen mucho peso el espacio y el lugar: ese pueblo del León postindustrial donde predominan las demoliciones.

Ahora no me pasa tanto, porque llevo más de 10 años fuera de León, pero una de las ideas por las que ubico mis novelas en ese pueblo es porque tengo un sentimiento de deuda, por haberme ido. También creo que es un tema que controlo, del que no he leído muchos libros y con el que podía hacer algo singular. Un asunto a partir del cual podría crear algo guay y que lleva aparejado la cuestión reivindicativa de León, de la España vaciada, de las zonas desindustrializadas. Además, me encontraba más cómodo escribiendo sobre ese lugar: muchas de las historias que sentía que podía contar estaban más relacionadas con la vida en el pueblo que con la vida en la ciudad.

También hay una crítica al uso que se hace de la España vaciada: en el libro escribes que León son molinos y pantanos para las ciudades.

Recojo frases que leo y escucho en mi día a día, sobre todo por redes. Gente que se queja. Es algo que no ocurre solo en León, sino en toda la España vaciada. Y creo que son comentarios bastante realistas.

Dices que esa vida de pueblo siempre se repite, que sucede lo mismo todo el rato. ¿Es realmente así?

Sí. En mi novela, la vida de todos mis protagonistas se repite. Ya sea la de los hijos, que llevan las mismas vidas de sus padres, la de Xairu, que no sabe en qué día vive, la de la Juli, que empieza a salir de fiesta para huir de la monotonía… Esto sí que sucede, pero tampoco creo que Madrid esté libre de ello.

Aquí hasta las autodestrucciones son bucles.

Las autodestrucciones quería que se dieran de dos formas: una en la parte hereditaria y otra en la personal. Esta segunda, sobre todo a la hora de salir de fiesta. Lo hacen para huir de sus problemas, pero lo único que consiguen es acumular más.

Los protagonistas son gente que quiere escapar de algo todo el rato, lo que les lleva a ser infelices.

Óscar García Sierra
Portada de Ropa tendida. ANAGRAMA

En el libro está todo un poco exagerado, pero sí que quería transmitir eso. Por ejemplo, el padre, que es un minero prejubilado que tiene mucho tiempo libre, no sabe qué hacer con él y se crea un ocio un poco extraño para otras personas. También la madre con el baile o el hijo con salir de fiesta. Es la idea, sobre todo en los padres, de agarrarse a esos momentos puntuales para escapar de la tristeza. Mientras escribía el libro tenía en mente que yo, cuando era pequeño, estaba toda la semana yendo a clase y todo era muy monótono. Pero de repente tenía una hora en la que podía ir a jugar al baloncesto. Era mi momento de escapatoria y organizaba toda mi vida en función de eso. Una especie de punto de fuga.

En un momento escribes que la desindustrialización es el decorado perfecto para los problemas.

Me interesaba que el decorado fuera muy representativo del estado de ánimo de los personajes. La desindustrialización me llevaba al tema de la nostalgia, a que de repente tiran una fábrica y el paisaje donde has vivido siempre cambia. Por eso, aparte de la tristeza, hay mucha nostalgia. Bueno, en la vida real la gente no está todo el día pensando en eso, pero me servía como recurso literario para reforzar esa idea.

En un momento escribes que crecer es como una carrera para ver quién se da cuenta antes: tú de que tus padres nunca han sido felices, o ellos de que tú no vas a serlo nunca. En tu novela la tristeza es hereditaria.

Son pensamientos que tenía cuando escribí la novela. Me refiero a ideas como madurar y empezar a vivir situaciones que antes habías visto y que no entendías muy bien. También al hecho de tener problemas de persona adulta. En este libro tenía la idea de explorar personajes adultos: la relación del matrimonio, que creo que es algo autobiográfico, relacionado con mis padres, que quería tratar. Mis padres se divorciaron cuando me vine a Madrid y en Facendera me quedaron cosas por explorar.

En esta novela también tiene mucho peso la droga como forma de escape. Funciona casi como hilo conductor.

Sí, me venía muy bien por dos cuestiones. Por un lado, a nivel narrativo, para que el lector no supiese muy bien si es real o no lo que está leyendo. Esto lo desarrollaba a través del personaje de Xairu, quien a lo largo del libro intenta reconstruir lo que le ha pasado durante la noche pero no sabe muy bien si lo que recuerda es real o se lo está imaginando. Y también porque quería meter el tema de las drogas en las zonas mineras, sobre todo la farlopa, como tema ambiental. Creo que esos dos asuntos son muy guays. Además de que es algo con lo que me siento cómodo, sobre lo que me gusta escribir. Igual no tanto sobre el subidón, pero sí de la bajona, de lo que viene después.

¿Y los afters? ¿Por qué tienen tanto peso en tus obras?

Me parecen una situación muy bonita. Todo lo que tiene que ver con alargar la fiesta, en cualquier ámbito. Para mucha gente esto es desconocido en comparación con irte a una discoteca. Son temas que yo he visto, que me parecen muy chulos y que no se han explorado mucho en los libros. Ha habido gente que ha leído Facendera y Ropa tendida y ha reconocido como lugares comunes las situaciones que he descrito en ellas. Creo que es una ceremonia preciosa. Como todo, tiene cosas negativas, algo que también dejo por escrito en el libro.

Todas estas situaciones, estos malestares, tienen más importancia por los silencios. Todos saben lo que sucede, pero no actúan.

Me gusta representar la falta de comunicación en los diálogos. Creo que es algo muy complicado de hacer, es decir, que a los personajes les cueste comunicarse pero parezca que a mí no me ha costado escribirlo. Son situaciones muy representativas de momentos que yo he vivido o que veo en pelis y leo en libros. Para representar a un hombre de mediana edad o ya jubilado como el padre, mostrarle en un diálogo con su mujer en el que no es capaz de expresarse me parece que es más característico que describirle en tres párrafos diciendo cómo es.

Es una novela cargada de silencios, pero hacia el exterior: todos tienen grandes diálogos interiores. Algo que les lleva a rebuscar en el pasado para encontrar la ruptura que les ha llevado hasta el momento vital en el que se encuentran.

Hablar con uno mismo tiene cierta relación con tener problemas para comunicarte con otras personas. Al menos, yo lo vivo así. Siento que me cuesta expresarme, pero en mi cabeza estoy dándole mil vueltas. Y respecto a rebuscar el momento en el que las cosas empezaron a joderse, sí que es una idea a la que le he dado muchas vueltas. Me gusta pensar en qué momento se tuerce todo. Algo sobre lo que ya había escrito anteriormente.

Tienes inclinación por representar la confusión, como cuando nos llega un rumor que al principio no entendemos muy bien.

Esto ya lo hice con el «teléfono escacharrado» de Facendera. Me gusta mucho la idea de que no sepas qué estás leyendo. Creo que representa muy bien lo que nos pasa cuando estamos en una situación así en la vida real: aunque no sea tan extremo, aunque no veas neblina ni oigas las voces, realmente en tu cabeza es real el no saber qué está pasando exactamente. En la literatura, exagerarlo un poco ayuda a representarlo, a entender muy bien lo que pasa dentro de los personajes.

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