Alquiler de vientres en Georgia: “Hace 10 años les dábamos 5.000 euros”

Este pequeño país del Cáucaso es uno de los grandes beneficiados de la crisis que atraviesa la industria del alquiler de vientres en Ucrania a causa de la guerra. Su principal problema es la escasez de mujeres georgianas dispuestas a gestar. La entrada Alquiler de vientres en Georgia: “Hace 10 años les dábamos 5.000 euros” se publicó primero en lamarea.com.

Abr 12, 2025 - 11:49
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Alquiler de vientres en Georgia: “Hace 10 años les dábamos 5.000 euros”

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Evren Armutcu llega puntual a la cita en un café céntrico en Tiflis, la capital de Georgia. Lo primero que recalca es que él no es médico. A continuación, asegura que es embriólogo y deja claro que es el fundador, el director y el propietario de la Clinic Atlas. Armutcu es de origen turco y llegó a Georgia en 2011. Atlas no es su primera experiencia con la gestación subrogada: anteriormente estuvo trabajando en Batumi, una ciudad a orillas del mar Negro y conocida por sus casinos.

Da un sorbo al café que ha pedido. «Verás, a causa de la guerra entre Rusia y Ucrania, he decidido dejar el negocio aquí». La invasión rusa en Ucrania supuso un mazazo para la industria del alquiler de vientres allí. Tras tres años de guerra, el negocio se ha ido recuperando y también se ha diversificado. Georgia ha sido uno de los países que se ha aprovechado de esta situación: cada vez son más las parejas que se trasladan a este pequeño país del Cáucaso sur para beneficiarse de este procedimiento. Armutcu se queja de que todo ha cambiado mucho, de que todo se ha vuelto más difícil, sobre todo encontrar madres gestantes: «Porque han subido los precios», dice.

Armutcu explica que hasta hace una década, a las mujeres se les pagaban unos 5.000 euros; hace un par de años, unos 15.000, pero ahora la media está en unos 30.000, como mínimo. A más demanda, más incremento de los precios. Teniendo en cuenta que Georgia es un país de poco más de tres millones y medio de habitantes, a las clínicas, que se han multiplicado considerablemente en los últimos años, cada vez les cuesta más encontrar mujeres georgianas dispuestas a someterse al procedimiento; por eso ahora muchas empresas trabajan con mujeres de Kazajistán y Uzbekistán. A Armuctu, sin embargo, no le gusta hacerlo con extranjeras porque
–afirma– no las puede «controlar» y porque no tienen pasaporte georgiano, lo que dificulta los procesos y aumenta el riesgo de que se vayan del país y aborten en su lugar de origen. Cuenta sin tapujos que esa misma mañana le han presentado a una chica armenia, pero que la ha rechazado porque no tenía papeles.

Unas pocas calles más allá de la cafetería, en el Georgian-German Reproduction Center (GGRC), una de las clínicas de reproducción médicamente asistida de Georgia con más prestigio, esto no parece ser un problema. En la sala de espera del centro hay tres chicas negras jóvenes acompañadas por una señora blanca bastante más mayor que ellas. Resulta extraño ver a estas chicas allí, puesto que en Georgia apenas hay población migrante de origen africano.

«Las mejores madres»

Gvantsa, la responsable de redes del GGRC, afirma: «Tenemos acuerdos con diferentes agencias mundiales. Buscan a las madres subrogadas para nosotras y nos las envían. Son las agencias las que llevan a cabo los primeros chequeos. Luego nos envían los perfiles. Después de la confirmación por nuestra parte, compran los billetes y llegan aquí. Entonces nuestros doctores chequean de nuevo y solo es después de este chequeo cuando se confirma que la mujer es apta para llevar a cabo el embarazo. Ahí se inicia el procedimiento». Y prosigue: «Siempre nos aseguramos de encontrar las mejores madres subrogadas, porque para nosotros es muy importante que los embriones no se pierdan».

Vientres de alquiler en Georgia: «Hace 10 años les dábamos 5.000 euros»
Imagen promocional de GGRC, una de las clínicas georgianas con más proyección internacional.

En la conversación en el GGRC también está presente el jefe del equipo legal, un departamento importante para evitar problemas de cualquier índole. Él también considera que el mercado de mujeres georgianas dispuestas a someterse al procedimiento es pequeño: «No hay muchas, así que necesitamos mujeres de diferentes partes del mundo que sean capaces de gestar el bebé y cuyas condiciones de salud sean buenas. Hablamos de salud física y psicológica».

Para que el negocio funcione, los clientes tienen que quedar contentos, y eso pasa por el hecho de que, transcurridos los nueve meses de embarazo, se puedan ir con un bebé sano a casa. Para ello tienen que asegurarse de que las gestantes lleven el embarazo de la mejor manera posible; es decir, que se hagan todas las pruebas y que tengan una vida saludable. Esto último obsesiona y molesta especialmente a Armutcu, que asegura no poder dar garantías a los clientes sobre el estilo de vida de las embarazadas. Comenta que quien prometa que eso se puede controlar, miente. En el GGRC, sin embargo, han encontrado la solución a esta preocupación: además de hacerles pruebas para supervisar que no beben alcohol o consumen drogas, proporcionan apartamentos con videovigilancia donde las madres pueden vivir.

Las académicas Mariam Darchiashvili y Elene Gavashelishvili llevan estudiando el fenómeno desde hace años: «La maternidad subrogada es una práctica muy estigmatizada y vergonzante en Georgia. Algunas mujeres ocultan el hecho incluso a sus familiares. Cambian su lugar de residencia, dicen que se van a trabajar al extranjero y comienzan a vivir una vida aislada». Esta también es una de las razones por las cuales apenas hay datos sobre las gestantes: son muy pocas las ocasiones en las que quieren hablar con la prensa. Además, todas ellas firman contratos de confidencialidad con las agencias y las clínicas.

Como muchas de estas mujeres proceden de zonas rurales y empobrecidas o de otros países, hay empresas que les ofrecen apartamentos en la capital, fuera de la mirada de su entorno más cercano. Por eso muchas de ellas viven juntas. El hecho de vivir fuera de su entorno de confianza y sin familiares y amigos cerca, sin embargo, aumenta el grado de vulnerabilidad.

En el corazón de las clínicas

El GGRC, que lleva cinco años en activo y es uno de los centros de reproducción médicamente asistida de Tiflis con más proyección internacional, tiene una cara muy reconocible: la de Nino Museridze, una de las fundadoras del centro y una eminencia de la reproducción médicamente asistida en el país. Los pasillos de esta clínica, situada en el centro de la capital georgiana y a escasos metros de la embajada china, están repletos de fotografías de Museridze en congresos y encuentros internacionales, pero también de ella con bebés en brazos. Su personalidad arrolladora y su buen manejo del discurso la han llevado a protagonizar portadas de revistas de diferente índole y a aparecer en numerosos programas de televisión.

Vientres de alquiler en Georgia: «Hace 10 años les dábamos 5.000 euros»
Nino Museridze, una de las fundadoras de la clínica GGRC y rostro popular en la prensa y la televisión de Georgia. LIZA TOROSYAN

«En el GGRC llevamos a cabo unos 600 procedimientos de reproducción médicamente asistida al año. La subrogación supone entre un 30% y un 40% de la actividad», explica Museridze. Según la web del centro, «el GGRC ofrece una selección de madres sustitutas y donantes de óvulos de su base de datos personal (…) La edad de la donante es de 18 a 28 años y la de la madre sustituta, de 21 a 38 años».

En el despacho de Museridze hace muchísimo calor, a pesar de que es noviembre y el frío empieza a apoderarse de este pequeño país caucásico. A un par de kilómetros del centro médico, enfrente del Parlamento, centenares de personas se preparan para continuar las protestas contra Sueño Georgiano, el partido en el poder. Acusan al Gobierno de haber cometido fraude electoral en las últimas elecciones, celebradas el 26 de octubre.

A Nino Museridze le molesta que nos refiramos a la gestación subrogada como «un negocio». Asegura que en su clínica, además de comprobar el estado de salud físico de las gestantes, también atienden la salud psicológica. «Para ellas esto es un trabajo, y cuidan mucho su embarazo, porque es el sustento de sus familias; pero es trabajo, con lo cual no creen que el bebé que llevan dentro sea suyo. Saben que es la felicidad para otras familias y por eso se cuidan». Sus palabras contrastan con lo que ha explicado Armutcu, quien en la conversación ha dejado patente de manera sistemática su desconfianza hacia las gestantes.

Siempre se paga

En el GGRC consideran que no existe diferencia entre la gestación altruista y la comercial. «Incluso en los casos de altruismo, se paga. El cliente paga dinero y la madre sustituta también recibe dinero (…) Sé que no recibe dinero por el proceso de subrogación, pero sí en concepto de compensación por su servicio. Al final solo cambian las palabras». Quien habla ahora es el jefe del departamento legal del centro, que puntualiza lo que dice Museridze y se muestra menos sentimental y más práctico. A la pregunta de si las madres pueden decidir abortar, se muestra tajante y pragmático: «Pueden abortar, sí. Pueden hacer lo que quieran. Es como el trabajo: tú puedes levantarte cada día e ir a trabajar o decidir no hacerlo».

La palabra felicidad de lo que ellos llaman paciente, pero que en realidad es un cliente, emerge en varias ocasiones durante la conversación; por eso es la pareja contratante quien, en última instancia, decide una serie de detalles importantes, como si habrá o no contacto con la gestante o el hospital donde parirá. En el caso del GGRC cuentan con una figura: el manager de cada caso es quien está en contacto con ambas partes y transfiere la información. Es un enlace.

Esta figura, por ejemplo, no existe en la Clinic Atlas de Armutcu, quien asegura que son los padres contratantes los que transfieren directamente el dinero a la gestante «a través de Western Union». Mismo proceso, diferentes estilos. Lo que sí tienen en común estas dos clínicas, tan diferentes en la manera de concebir y desarrollar el negocio, es el perfil de las gestantes. Reconocen en el GGRC que «la gran mayoría de mujeres son madres solas que necesitan el dinero. En muchas ocasiones, son personas sin techo; no tienen marido y necesitan poder criar a sus hijos».

Debido al estigma y a los contratos de confidencialidad que firman con las clínicas, poco más se sabe de estas mujeres. La mayoría no habla con la prensa, y cuando lo hacen es para denunciar algo concreto, pero debido a su perfil de mujeres vulnerabilizadas y empobrecidas, esto no suele suceder, con lo cual resulta casi imposible contrastar las afirmaciones que se hacen desde las empresas, en las que se reitera por activa y por pasiva que se ocupan de su bienestar.

Liana (nombre ficticio) es una chica georgiana que ha trabajado como enlace en una de las empresas de subrogación y fecundación in vitro más prósperas y conocidas de Georgia. Ella era la encargada de intermediar entre los clientes internacionales y la gestante. Asegura que en la empresa en la que ella trabajó, «los estándares eran muy altos». «Había muchos clientes que repetían en la misma clínica y también lo hacían las madres subrogadas, porque las compensaciones para las madres sustitutas son bastante buenas y suficientes para ellas. Si las mujeres gestantes requerían algo, se tenían que poner en contacto conmigo. La clínica les proporcionaba todo lo que necesitaban, incluso si se querían mudar [por el tema del estigma]. Nunca detecté ningún problema», cuenta. Liana, que no ve ningún inconveniente ético en este tipo de procedimientos, considera que los problemas, en general, «no son de las clínicas, sino de la legislación»: reconoce «algunos vacíos en la ley» que le preocupan, como que no haya un límite para las ovodonaciones ni para ser madre gestante.

En el momento en que se escriben estas líneas, el Ministerio del Interior de Georgia está llevando a cabo una investigación sobre una red de tráfico de personas relacionada con la industria de la reproducción asistida. El 6 de febrero, varios medios locales informaron sobre el hallazgo, por parte de la policía georgiana, de varios domicilios donde vivían un centenar de mujeres tailandesas que habían respondido a un anuncio para ser madres sustitutas. Habían viajado al país en grupos y allí, tras supuestamente haberles retirado el pasaporte y los móviles, las mafias las habían obligado a someterse a tratamientos hormonales para extraerles óvulos mensualmente.

Vientres de alquiler en Georgia: «Hace 10 años les dábamos 5.000 euros»
Gra?tis en Ti?is, donde la población ha desarrollado una marcada rusofobia y desea, como en Ucrania, ingresar en la Unión Europea. QUERALT CASTILLO CEREZUELA

Este no es un caso aislado: en diciembre de 2022, los periodistas Simon Bowers, Malia Politzer y Naipainoi Lepapa, junto con Finance Uncovered y el Pulitzer Centre, destaparon el caso de New Life, una de las clínicas más importantes de Georgia, aún en activo a pesar del escándalo. La investigación, que lleva por título «The Baby Broker», ponía de relieve supuestas violaciones éticas respecto al reclutamiento y al trato a las gestantes, así como la opacidad de la empresa. A causa de esta investigación salieron a relucir las irregularidades de estos procedimientos en países como Camboya o India, donde se terminó restringiendo el acceso de parejas extranjeras a la subrogación.


Georgia: una legislación informal

Un procedimiento de gestación subrogada en Georgia puede costar entre 70.000 y 80.000 dólares, de los cuales entre 20.000 y 30.000 son para la madre gestante. El salario anual de un ciudadano medio en el país está en unos 4.500 dólares.

Los procedimientos de reproducción médicamente asistida, incluida la gestación subrogada, se rigen por la Ley de Protección de la Salud y Planificación Familiar de 1997. La gestación subrogada, tanto altruista como comercial, está permitida, aunque restringida a parejas heterosexuales. El 90% de las parejas que llevan a cabo el procedimiento son extranjeras.

La ley, sin embargo, no desarrolla las particularidades del procedimiento, lo que abre la puerta a la libre interpretación y la informalidad. No contempla, por ejemplo, los posibles imprevistos en el embarazo, el parto o el puerperio, tampoco está regulado el límite de edad, ni para contratantes ni para gestantes; ni el número de transferencias embrionarias a la gestante o la cantidad de veces que se puede someter al tratamiento. Tal y como destacan las académicas Mariam Darchiashvili y Elene Gavashelishvili, «la legislación establece un marco dentro del cual las agencias y las clínicas crean sus propias regulaciones, permitiendo a los actores gestionar las negociaciones y los procesos».

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