No hay mejor venganza que la felicidad
Rosario Raro se alzó con el Premio Azorín de Novela 2025 gracias a una ficción ambientada en el sur de África en 1901 y protagonizada por una mujer capaz de desafiar a todo un imperio. Una historia de segundas oportunidades que busca enternecer el corazón de los lectores. En este Making Of, Rosario Raro cuenta... Leer más La entrada No hay mejor venganza que la felicidad aparece primero en Zenda.

Rosario Raro se alzó con el Premio Azorín de Novela 2025 gracias a una ficción ambientada en el sur de África en 1901 y protagonizada por una mujer capaz de desafiar a todo un imperio. Una historia de segundas oportunidades que busca enternecer el corazón de los lectores.
En este Making Of, Rosario Raro cuenta de dónde sale La novia de la paz (Planeta).
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“Shayna crisálida”. Estas dos palabras me acompañaron como un susurro durante los años en los que escribí La novia de la paz. Surgieron en mi mente mientras paseaba por Sintra, la fabulosa villa del distrito de Lisboa. Fue al contemplar una escultura realizada en alabastro por José Alves que representaba a una mujer desnuda, con los brazos pegados al cuerpo y el rostro hacia el cielo; de su espalda emergían unas alas extraordinarias, divididas en segmentos que imitaban pétalos de un material metálico brillante. La parte inferior de sus piernas seguía atrapada en el capel pétreo que rompía para escapar. Me sobrecogió.
Después, leí sobre el escándalo de la calle Cleveland, ocurrido en 1889 en el barrio londinense de Fitzrovia, que decidí trasladar once años hacia el futuro. Esta parte de la novela pone en escena el drama íntimo —pero devastador— de alguien casado con una persona cuyas apetencias sexuales distan mucho de lo que esperado o aparentado en público. “Un matrimonio de fachada”, como se dice habitualmente. Eran los tiempos y las imposturas que tanto dañaron también a Oscar Wilde.
Quería escribir una historia sobre personajes que sienten nostalgia de sí mismos, de quiénes eran antes de sus abismos. Por eso huyen: ella a Lourenço Marques —ese era el nombre de la capital de Mozambique en 1901— y él a la India. Entonces bajo dominio el dominio del Raj. británico.
La conexión con Gandhi llegó a partir de aquí. Supe que había pasado catorce años en el sur de África y que fue allí donde, inspirado por las ideas de Tolstói —nada sabía antes de la relación epistolar que mantuvieron—, comenzó a poner en práctica su filosofía de la resistencia pacífica (satyagraha o fuerza de la verdad). En el extremo opuesto al supremacismo, al imperialismo, al colonialismo y a otros “ismos” genocidas, los ideales de la no violencia, la desobediencia civil, el deber ético, la justicia no como venganza, sino como equilibrio son los que rigen el comportamiento de los otros dos protagonistas: el escultor escocés Denys Olgivie —desertor de la guerra anglo-bóer y de quien, irremediablemente, se enamora Shayna— y, sobre todo, Emily Hobhouse, la novia de la paz del título.
Llamé así al libro y a ella porque esta mujer quiso parar la guerra —cualquier guerra—, no solo la que se libraba entre el ejército de Su Majestad y los colonos de origen holandés por el control de las repúblicas independientes de Transvaal y el Estado Libre de Orange, ricas en oro y diamantes, cómo no. Ella se izó ante mí, egregia, con el velo de novia que nunca usó y que ondea en lo alto de un monumento en Bloemfontein, una de las tres capitales de la actual Sudáfrica. Fue una activista por los derechos humanos avant la lettre, casi medio siglo antes de que estos se promulgaran. Comenzó a clamar contra las injusticias primero desde su columna en The Manchester Guardian y, después, con su ayuda directa en los territorios en litigio, consiguió encender la conciencia del mundo. Gandhi la menciona en unas cartas escritas desde la cárcel como una de las personas que más lo ayudó.
También me interesaba mucho reflejar cómo era la amistad entre dos mujeres cuando una de ellas es anónima —Shayna Orliens— y otra muy famosa: Emily Hobhouse. Y también está Darrell, el héroe inesperado, y su poema conmovedor, del que extraigo esta estrofa:
Si muero,
podré, por fin,
estar con nuestra madre;
estrecharé su mano,
la sostendré
para que no se caiga nunca más
de aquel balcón maldito,
y compartiremos tardes
llenas de risas durante veranos
que nunca se marchitarán.
Tal vez esta novela haya sido también para mí una crisálida y, del mismo modo, espero que lo sea para los lectores.
Siempre es posible que la vida nos saque a bailar, arrancándonos del nido mineral que, en cuanto se solidifica, nos enclaustra.
Espera y esperanza, imago mundi.
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Autora: Rosario Raro. Título: La novia de la paz. Editorial: Planeta. Venta: Todos tus libros.
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