Menos gurúes y más hacedores: las nuevas reglas del boom hiperacelerado de IA
El último año de la IA generativa muestra una “compresión de tiempo” más elevada: todo empieza a ocurrir antes de lo que estaba proyectado

Alguien aspira a ser un “ingeniero de prompts”? Eso es “taaaan 2024”, ahora hay otros términos más actualizados para el mundo IA. En la búsqueda de los orígenes del género “Italian Brainrot” (combinaciones de animales y objetos hechos con IA, con frases en italiano) que se viralizó en las últimas dos semanas, hay quienes hacen arqueología del tema (para determinar cómo surgió) y llegan a edades tan antiguas como… fines de enero de 2025. Pruebe parpadear y hacer F5 en la lista de aplicaciones de IA de la página “There’s an IA for that”: es probable que en ese segundo se hayan sumado media docena de herramientas nuevas (van más de 35.000 compiladas). ¿Quién lleva la delantera hoy como LLM más efectivo? El anuncio de Gemin… ah no, esperen: OpenAI sacó hoy a la mañana una nueva versión que parece que consigue resultados más potentes.
Y todo así. Hace dos semanas, Sam Altman, el CEO de OpenAI, escribió en X que en diciembre de 2023, cuando se lanzó ChatGPT, se decía que al ganar un millón de nuevos usuarios en solo cinco días tenía una velocidad de adopción inédita. Días atrás, cuando sacó su nuevo generador de imágenes y se produjo la “explosión del estilo Ghibli”, se sumaron un millón de usuarios a la aplicación en solo un día: cinco veces más rápido.
Oficialmente hoy ChatGPT tiene 400 millones de personas que lo usan (datos a febrero), pero en una charla TED de hace diez días a Altman se le escapó decir que habían más que duplicado esa cifra, con lo cual extraoficialmente hoy en Silicon Valley se da por descontado que OpenAI ya tiene una base de mil millones de usuarios (en inglés un “billion”). Son las personas que lo utilizan activamente al menos una vez por semana. En su charla arriba del escenario con Chris Anderson, Altman dijo que su universo de clientes ya llega “al 10% de la población mundial”.
“Esa cantidad es un punto de quiebre a nivel psicológico, hay pocos productos o servicios en el mundo que tengan mil millones de usuarios semanales, que además son de una frecuencia de habituación y retención”, sostuvo el director de Exponential View Azeem Azhar. “Los usuarios semanales pronto se convierten en usuarios diarios, luego encuentra más funcionalidades… creo que nuestra relación e interacción con la tecnología va a cambiar dramáticamente en el lapso de dos a tres años”.
Los tiempos se van acortando en esta avenida de avance. En un libro publicado en 1989, La condición de la posmodernidad, el geógrafo y teórico social inglés David Harvey habla por primera vez del concepto de “compresión del tiempo” para describir los avances cada vez más acelerados de la tecnología y la globalización. Casi dos décadas antes, en 1970, Alvin Toffler ya analizaba un “shock de futuro” para referirse a la sensación de alienación con dinámicas de cambio cada vez más rápidas. Y tanto Harvey como Toffler analizaban el siglo XX: el último año de la IA generativa muestra una “compresión de tiempo” más elevada en varios órdenes de magnitud.
Todo empieza a ocurrir antes del momento en el que estaba proyectado. A continuación, van algunos cruces y reflexiones sobre la psicología de esta compresión de tiempo:
1 Ajuste mental: hay toda una emocionalidad del cuarto cuadrante del conocimiento (el de lo que no sabemos que no sabemos) que se combina con el vértigo de este cambio acelerado. “La compresión de tiempo es nuestro nuevo desafío emocional”, marca Azhar: “Cuando vemos que algo que llevaba días se puede hacer en minutos la sensación no es de euforia, sino de que debemos estar haciendo algo mal, que nos salteamos algo, que el resultado no es el óptimo. Nuestra mente no está adaptada a estas velocidades, y este ‘recalibraje emocional’ es una de las claves para que fluya el nuevo trabajo”.
2 Otros caminos: a un CEO de una empresa finalmente “le cae la ficha” acerca de la transformación que se viene. Decide hacer un curso a medida en una universidad top de Estados Unidos con su grupo gerencial y le encarga al chief technology officer (CTO) que lidere la estrategia de IA, quien a su vez se apura a contratar una gran consultora para tener las espaldas cubiertas en caso de que algo salga mal. Esta era la forma de hacer las cosas con anteriores olas disruptivas, pero ahora no sirve. Por la velocidad de los cambios, el conocimiento más accionable hoy está fuera de las fuentes tradicionales de saber. Los que van adelante solo están unos pocos pasos avanzados. Los datos más útiles se captan en las redes sociales. Como dice el emprendedor e inversor Alexis Caporale, “no es una era de gurúes, sino de ‘doers’ (hacedores)”.
3 El poder a la gente: en un extenso ensayo distribuido la semana pasada, el tecnólogo Andrej Karphaty escribió sobre “cómo los LLM invirtieron la dinámica de la difusión de tecnología”. “Las transformaciones tecnológicas tradicionalmente fluyeron de arriba hacia abajo: de gobiernos o aparatos militares a grandes corporaciones y por últimos los individuos. Con la IAG sucede lo contrario: es barata y florece entre personas y empresas pequeñas, mientras que las grandes corporaciones, por un tema de peso y velocidad, aparecen ahora rezagadas en esta carrera”. Se estima que habrá billones de dólares en nueva riqueza generada… para los que se muevan. De nuevo, la máxima de Caporale: “Olvídense de los gurúes, bienvenidos los constructores”.
4 Anarquía (o crisis) de identidad: las siglas de inteligencia artificial en inglés (AI) coinciden con las de “Identity Anarchy” (anarquía de identidad), suele resaltar la inversora y futurista Rebeca Hwang. Hwang comentó durante un curso de “transición a una cultura IA” los indicios que se acumulan sobre el fin del antropocentrismo. Uno de ellos, de días atrás, ya se conoce como “la máxima de Tobi Lutke”, el CEO de Shopify, que introdujo una nueva regla: no hay nuevas contrataciones en la empresa que cofundó y dirige a menos que se pueda probar que esa tarea no puede ser hecha por agentes de IA. “Se invierte la carga de la prueba –dice Hwang–, hay un cambio de placas tectónicas por debajo de esta nueva política empresaria”.
5 Presbicia al cuadrado: el creativo Carlos Pérez suele usar la figura de la “presbicia” para describir la sensación que muchos tenemos hoy con los avances de la IA: a los cuarenta y pico llega de golpe, en una semana pasás de ver bien a ver mal. Y esto se eleva al cuadrado cuando se combina con códigos de la generación Z, como ocurrió en las últimas semanas con la generación de miles de videos de la movida del “Italian Brainrot” con frases del estilo “tralalero tralalá”: ahí sí que estamos en un paraje extraterrestre.
Vale tener síndrome del impostor y sensaciones ambiguas porque, de nuevo, acá no hay gurúes.