Los griegos creaban tabletas de maldición para seguir castigando a sus enemigos después de su muerte
Antigua Grecia - Una ley promovida por Demetrio de Falero en el siglo IV a.C. prohibió enterrar maldiciones en tumbas, lo que llevó a recurrir a los pozosLa ciencia confirma que las esculturas de la antigua Grecia y Roma no solo eran policromadas, también perfumadas Desear el mal al prójimo no es algo para estar orgulloso, pero en la antigua Grecia, esto formaba parte de la vida cotidiana. Aquellos que se sentían agraviados no dudaban en recurrir a hechizos y maldiciones para lograr que su desdén fuera correspondido por los dioses. A menudo, las personas usaban textos escritos, grabados en tablillas de plomo, para lanzar maleficios a sus enemigos. Estos no eran simples actos de venganza: se trataba de invocar a los dioses del inframundo para asegurarse de que el daño fuera irreversible. Los arqueólogos hicieron un hallazgo revelador al desenterrar estas tablillas, proporcionando una visión fascinante de esta práctica ancestral. La maldad tenía su método y los dioses no quedaban fuera A finales de 2016, se desenterraron 30 de estas tablillas, algunas en forma de hígado, de un pozo de 2.500 años de antigüedad en Kerameikos, el principal cementerio de la antigua Atenas. El pozo, que también contenía otros artefactos griegos, ofreció un tesoro inesperado. Las tablillas de plomo, cuidadosamente grabadas, formaban parte de una tradición antigua para invocar las fuerzas oscuras. Jutta Stroszeck, directora de la excavación, explicó que estos textos no eran simples maldiciones. Se trataba de un intento claro de “invocar a los dioses del inframundo” para dañar a alguien, ya fuera en vida o tras su muerte. Los investigadores, para leer estos fragmentos tan pequeños, utilizaron una técnica digital llamada reflectance transformation imaging, que permitió que incluso las inscripciones más diminutas fueran legibles. Aunque muchas tablillas buscaban perjudicar a rivales, otras estaban orientadas a conseguir ventajas En cuanto al propósito de esas tablillas, los antiguos griegos creían que para maldecir a alguien vivo, la forma más efectiva era colocar la maldición dentro de una tumba, especialmente si el cadáver pertenecía a una persona que había muerto de manera prematura o violenta, como un niño, un soldado caído en guerra o una persona soltera. El cadáver, incapaz de completar su ciclo vital, era visto como el vehículo ideal para que la maldición viajara del mundo de los vivos al inframundo. Las ninfas eran poderosas y había que tenerlas contentas Sin embargo, ¿por qué fueron las maldiciones encontradas en un pozo y no en tumbas? Aquí entra en juego un cambio legislativo en Atenas. Durante el mandato de Demetrio de Falero, a principios del siglo IV a.C., se aprobó una ley que prohibía verter maldiciones en las tumbas. Los griegos, que veían la práctica de maldecir como parte de las artes oscuras, necesitaban encontrar una nueva forma de enviar sus maleficios a los dioses del inframundo. Por eso, en vez de deshacerse de las maldiciones en tumbas, decidieron recurrir a los pozos, que se consideraban sagrados y estaban protegidos por las ninfas.

Antigua Grecia - Una ley promovida por Demetrio de Falero en el siglo IV a.C. prohibió enterrar maldiciones en tumbas, lo que llevó a recurrir a los pozos
La ciencia confirma que las esculturas de la antigua Grecia y Roma no solo eran policromadas, también perfumadas
Desear el mal al prójimo no es algo para estar orgulloso, pero en la antigua Grecia, esto formaba parte de la vida cotidiana. Aquellos que se sentían agraviados no dudaban en recurrir a hechizos y maldiciones para lograr que su desdén fuera correspondido por los dioses. A menudo, las personas usaban textos escritos, grabados en tablillas de plomo, para lanzar maleficios a sus enemigos.
Estos no eran simples actos de venganza: se trataba de invocar a los dioses del inframundo para asegurarse de que el daño fuera irreversible. Los arqueólogos hicieron un hallazgo revelador al desenterrar estas tablillas, proporcionando una visión fascinante de esta práctica ancestral.
La maldad tenía su método y los dioses no quedaban fuera
A finales de 2016, se desenterraron 30 de estas tablillas, algunas en forma de hígado, de un pozo de 2.500 años de antigüedad en Kerameikos, el principal cementerio de la antigua Atenas. El pozo, que también contenía otros artefactos griegos, ofreció un tesoro inesperado. Las tablillas de plomo, cuidadosamente grabadas, formaban parte de una tradición antigua para invocar las fuerzas oscuras.
Jutta Stroszeck, directora de la excavación, explicó que estos textos no eran simples maldiciones. Se trataba de un intento claro de “invocar a los dioses del inframundo” para dañar a alguien, ya fuera en vida o tras su muerte. Los investigadores, para leer estos fragmentos tan pequeños, utilizaron una técnica digital llamada reflectance transformation imaging, que permitió que incluso las inscripciones más diminutas fueran legibles.
En cuanto al propósito de esas tablillas, los antiguos griegos creían que para maldecir a alguien vivo, la forma más efectiva era colocar la maldición dentro de una tumba, especialmente si el cadáver pertenecía a una persona que había muerto de manera prematura o violenta, como un niño, un soldado caído en guerra o una persona soltera. El cadáver, incapaz de completar su ciclo vital, era visto como el vehículo ideal para que la maldición viajara del mundo de los vivos al inframundo.
Las ninfas eran poderosas y había que tenerlas contentas
Sin embargo, ¿por qué fueron las maldiciones encontradas en un pozo y no en tumbas? Aquí entra en juego un cambio legislativo en Atenas. Durante el mandato de Demetrio de Falero, a principios del siglo IV a.C., se aprobó una ley que prohibía verter maldiciones en las tumbas.
Los griegos, que veían la práctica de maldecir como parte de las artes oscuras, necesitaban encontrar una nueva forma de enviar sus maleficios a los dioses del inframundo. Por eso, en vez de deshacerse de las maldiciones en tumbas, decidieron recurrir a los pozos, que se consideraban sagrados y estaban protegidos por las ninfas.
El agua, vinculada directamente con el mundo de los muertos, era el canal perfecto para que las maldiciones llegaran al inframundo. Pero como el agua también era guardiana de las ninfas, los griegos sentían la necesidad de apaciguarlas, razón por la cual colocaban ofrendas junto con las tablillas para evitar que se volvieran contra ellos.
Las maldiciones, generalmente redactadas por profesionales, no solo buscaban venganza, sino también ganancias materiales, amor o poder. Aunque muchas se escribían en secreto, en algunas ocasiones las maldiciones eran públicas, como en el caso de Alcibíades, general ateniense, que fue maldecido por los sacerdotes después de destruir las estatuas de Hermes en un acto de sacrilegio.
En total, más de 6.500 tumbas han sido desenterradas en la necrópolis de Kerameikos desde que comenzaron las excavaciones en 1913. Sin embargo, las tablillas malditas no fueron descubiertas hasta 2016. Este hallazgo ha sido considerado un testimonio fascinante de cómo los griegos, a través de la magia y la superstición, buscaban influir en sus destinos.