¿Por qué la bandera de España es rojigualda?

Origen - Carlos III encargó una enseña fácilmente identificable, y el modelo propuesto por Antonio Valdés, con franjas roja, amarilla y roja, fue elegido por su visibilidadEl origen del nombre de 'España' no viene de Hispania ni de Al-Ándalus, según un historiador Nadie sabía si se avecinaba una salva de cañones o un saludo amistoso. En alta mar, el parecido entre las banderas convertía cada encuentro en un acertijo peligroso. Los barcos españoles vacilaban al divisar velas en el horizonte, atrapados en una confusión que podía terminar mal por puro malentendido. No era cuestión de estrategia, era un problema visual que pedía a gritos una solución. En pleno siglo XVIII, con media Europa en guerra o en tensión, esa indefinición no podía durar más. Alguien tenía que tomar una decisión sensata, y se tomó. Un encargo práctico con consecuencias duraderas La rojigualda nació de un dilema náutico, pero acabó ondeando en balcones, campos de batalla y actos institucionales. Lo que empezó siendo un encargo puntual del rey Carlos III a su ministro de Marina se transformó, sin que nadie lo planeara del todo, en uno de los emblemas más estables de España. Banderas elegidas por Carlos III El encargo era claro: diseñar una bandera para la Armada que se viera bien desde lejos. Antonio Valdés, el ministro en cuestión, propuso doce bocetos. El rey eligió uno con tres franjas horizontales: roja, amarillo gualda y roja, con la franja central más ancha. No era la más estética, ni la más elegante, pero sí la más visible en altamar. El cambio se formalizó el 28 de mayo de 1785 con un decreto que, lejos de grandes aspiraciones patrióticas, decía textualmente que se necesitaba una bandera nueva “para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia”. Del mar a los espacios públicos El blanco, que hasta entonces predominaba, no ayudaba. Francia, Sicilia, Gran Bretaña o Toscana lo usaban también, y eso solo traía líos. Como explica el historiador Juan Álvarez Abeilhé, la “mayoría de los países utilizaban pabellones en los que predominaba el color blanco... y se producían lamentables confusiones en la mar”. España utilizó banderas blancas antes de apostar por el rojo y el amarillo Aquella bandera de franjas horizontales debutó en los buques de guerra. Más adelante pasó a los fuertes costeros, los arsenales y, poco a poco, las plazas. Pero su ascenso no fue lineal. Durante décadas compartió protagonismo con otras enseñas, muchas de ellas blancas, hasta que en 1843, bajo el reinado de Isabel II, se convirtió oficialmente en la bandera de España. A partir de ahí, los viajes de la reina y las guerras del siglo XIX ayudaron a consolidarla. En la Guerra de Marruecos de 1859, por ejemplo, se vio en calles y balcones, incluso en Cuba, al saberse que las tropas españolas habían vencido en la Batalla de Tetuán.

Abr 20, 2025 - 12:48
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¿Por qué la bandera de España es rojigualda?

¿Por qué la bandera de España es rojigualda?

Origen - Carlos III encargó una enseña fácilmente identificable, y el modelo propuesto por Antonio Valdés, con franjas roja, amarilla y roja, fue elegido por su visibilidad

El origen del nombre de 'España' no viene de Hispania ni de Al-Ándalus, según un historiador

Nadie sabía si se avecinaba una salva de cañones o un saludo amistoso. En alta mar, el parecido entre las banderas convertía cada encuentro en un acertijo peligroso. Los barcos españoles vacilaban al divisar velas en el horizonte, atrapados en una confusión que podía terminar mal por puro malentendido.

No era cuestión de estrategia, era un problema visual que pedía a gritos una solución. En pleno siglo XVIII, con media Europa en guerra o en tensión, esa indefinición no podía durar más. Alguien tenía que tomar una decisión sensata, y se tomó.

Un encargo práctico con consecuencias duraderas

La rojigualda nació de un dilema náutico, pero acabó ondeando en balcones, campos de batalla y actos institucionales. Lo que empezó siendo un encargo puntual del rey Carlos III a su ministro de Marina se transformó, sin que nadie lo planeara del todo, en uno de los emblemas más estables de España.

Banderas elegidas por Carlos III

El encargo era claro: diseñar una bandera para la Armada que se viera bien desde lejos. Antonio Valdés, el ministro en cuestión, propuso doce bocetos. El rey eligió uno con tres franjas horizontales: roja, amarillo gualda y roja, con la franja central más ancha. No era la más estética, ni la más elegante, pero sí la más visible en altamar.

El cambio se formalizó el 28 de mayo de 1785 con un decreto que, lejos de grandes aspiraciones patrióticas, decía textualmente que se necesitaba una bandera nueva “para evitar los inconvenientes y perjuicios, que ha hecho ver la experiencia”.

Del mar a los espacios públicos

El blanco, que hasta entonces predominaba, no ayudaba. Francia, Sicilia, Gran Bretaña o Toscana lo usaban también, y eso solo traía líos. Como explica el historiador Juan Álvarez Abeilhé, la “mayoría de los países utilizaban pabellones en los que predominaba el color blanco... y se producían lamentables confusiones en la mar”.

España utilizó banderas blancas antes de apostar por el rojo y el amarillo

Aquella bandera de franjas horizontales debutó en los buques de guerra. Más adelante pasó a los fuertes costeros, los arsenales y, poco a poco, las plazas. Pero su ascenso no fue lineal.

Durante décadas compartió protagonismo con otras enseñas, muchas de ellas blancas, hasta que en 1843, bajo el reinado de Isabel II, se convirtió oficialmente en la bandera de España.

A partir de ahí, los viajes de la reina y las guerras del siglo XIX ayudaron a consolidarla. En la Guerra de Marruecos de 1859, por ejemplo, se vio en calles y balcones, incluso en Cuba, al saberse que las tropas españolas habían vencido en la Batalla de Tetuán.

La bandera de la II República significó una ruptura simbólica con la monarquía borbónica

No todos la aceptaron con entusiasmo. Para algunos republicanos, su relación con los Borbones era motivo de rechazo. Durante la Primera República, se debatió sobre su sustitución, pero la rojigualda se mantuvo, aunque no sin críticas.

Más tarde, la Segunda República optó por cambiar la franja inferior al morado, que algunos relacionaban con los comuneros, aunque esa conexión histórica era dudosa: el verdadero color de Castilla en aquella época era el carmesí.

La dictadura, la transición y el debate sobre los emblemas

La Guerra Civil lo sacudió todo. Al principio, incluso los sublevados ondeaban banderas tricolores. Pero pronto, con el apoyo de los sectores sociales más conservadores, volvió a alzarse la rojigualda, ahora con un nuevo escudo inspirado en los Reyes Católicos, donde destacaba el águila de San Juan, símbolo que más tarde quedaría fuertemente ligado al franquismo. Durante la dictadura de Francisco Franco, esa bandera fue utilizada como símbolo de régimen, lo que dificultó su aceptación en democracia.

Tras la muerte del dictador, la transición no ignoró el problema. Algunos partidos pidieron eliminarla, otros defendieron mantenerla. El Partido Comunista, con Santiago Carrillo al frente, terminó asumiéndola. Lo justificó con una frase pragmática: “No hay color morado que valga una guerra civil entre españoles”.

La bandera de España en la actualidad representa la continuidad del Estado español bajo un marco constitucional democrático

Poco después, en 1978, el diputado Jordi Solé Turá, también comunista, defendía su uso señalando en el Congreso que “durante mucho tiempo los símbolos de ese Estado han sido símbolos de opresión, pero es tarea de todos terminar con esa concepción”.

Con el golpe fallido del 23 de febrero de 1981, se impuso la necesidad de legitimar símbolos comunes. La bandera volvió a cambiar de escudo, esta vez con las armas de los antiguos reinos peninsulares.

Desde entonces, y pese a polémicas puntuales, se consolidó como la bandera nacional. Así, la que un día resolvió una confusión entre barcos terminó por definir una identidad en tierra firme.

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