La solidaridad ante la adversidad
Casi todos creíamos que la dispersión y los avances tecnológicos nos habían alejado de la solidaridad en los momentos difíciles. Ayer, en que los españoles...

Casi todos creíamos que la dispersión y los avances tecnológicos nos habían alejado de la solidaridad en los momentos difíciles. Ayer, en que los españoles de todas las condiciones hemos enfrentado variados problemas, el recuerdo que nos deja el apagón inimaginable de la luz, nos ha reconciliado con la solidaridad que dábamos por perdida. Fueron unas largas horas de incertidumbre y preocupación, pero sobre todo fue una jornada accidentada para muchos sorprendidos en situaciones graves y con escasa capacidad de reacción por si solos.
El balance que cabe hacer cuando ya se ha normalizado la situación no puede ser más positivo. Bastará decir que entre cuarenta y nueve millones de personas, de todas las edades y circunstancias, no ha habido que lamentar ni una que haya sufrido problemas irreversibles a pesar de que son muchos, quizás una mayoría, los que tuvieron que enfrentarse a situaciones extremas: adormecidas en los quirófanos, angustiadas en los ascensores, enclaustradas en trenes o simplemente tiradas en la calle sin encontrar cómo regresar a casa.
Los niños, lógicamente los más indefensos y sus padres sin poder comunicarse con ellos, con las guarderías y colegios donde habían sido sorprendidos por el apagón, pasaron horas muy duras de incertidumbre sobre la suerte que estarían corriendo. Sobre la emergencia en los centros de salud, los más sensibles, hay que reconocer el esfuerzo de los profesionales, médicos, enfermeras y auxiliares que se pasaron muchas horas intentando superar los obstáculos que impedían mantener la normalidad en las operaciones y tratamientos. Los técnicos y profesionales de los medios de comunicación y una vez más la radio, lograron que se conocieron detalles de lo que estaba ocurriendo, que se disiparan falsas y alarmantes causas y contribuir así a mantener la serenidad colectiva e individual.
Bien puede decirse que cada uno en su lugar y en su circunstancia tuvo que vivir, y muchos sufrir, una catástrofe histórica. Los nervios contribuyeron a que muchas personas salieron a las calles y carreteras en sus vehículos originando atascos gigantescos que despertaban la desesperación de sus conductores y ocupantes. Pero felizmente, después de tantas horas de incertidumbre y sin quitar los ojos de la medida del combustible, que podía acabarse, todo terminó felizmente. No hay referencia de accidentes graves, pruebas de que los nervios estaban controlados.
En las horas que duró el apagón, fueron muchos los gestos de solidaridad humana. Ni siquiera el Gobierno, que tantos momentos amargos está haciendo pasar a una mayoría de la sociedad, mantuvo una serenidad elogiable. Las intervenciones del presidente, Pedro Sánchez, ante las cámaras y los micrófonos no aportaron información destacable, pero si contribuyeron a mantener la calma. La intervención de los servicios públicos, como las policías nacionales, autonómicas y locales, la Guardia Civil y los bomberos estuvieron permanentemente a la altura de sus obligaciones.
Hoy, ya con la satisfacción de haber superado una crisis histórica, de la que hablaremos durante mucho tiempo, la normalidad permite comentar la experiencia que cada uno tuvo que superar. Esperaremos con interés saber cuales han sido las causas, una comisión de expertos se encargará de buscarla. Mientras tanto se impone disfrutar del orgullo colectivo de haberla superado y, profundizando un poco, disfrutando de la tranquilidad que proporciona saber que no estamos solos. La solidaridad humana no se ha perdido del todo, llegado el caso continúa mereciendo un cum lauden.