La gran mentira que borra a las mujeres que dejaron huella en la tele
La televisión en España empezó a ejercer el feminismo antes de que comprendiéramos su significado.

Mientras en los años ochenta en televisiones de otros países la figura de la mujer se reducía a la comparsa estética al lado de un señor, Televisión Española apostaba con las entrevistas a solas de Isabel Tenaille y Mercedes Milá, la edad de oro de la cultura con Paloma Chamorro, la comedia inteligente de Rosa María Sardá, la transgresión de la bola de cristal de la señora Lolo Rico con Alaska, la creatividad de no querer perder jamás la ingenua curiosidad de la niñez de Gloria Fuertes y María Luisa Seco, la voz contundente de Rosa María Mateo, el reporterismo de Rosa María Calaf, la información del Telediario Primera Edición con Ana Blanco y Francine Gálvez, el carrusel deportivo de Olga Viza los sábados y María Escario los domingos, las entrevistas de Julia Otero, el show todoterreno de Raffaella Carrà, el viva el espectáculo de Concha Velasco, las cifras y letras de Elisenda Roca, los magacines de María Teresa Campos...
Sin olvidar la dirección de Pilar Miró, la mirada de Josefina Molina, la autoría de Anillos de Oro y Segunda Enseñanza de Ana Diosdado, los monólogos de Carmen Maura o la primera mujer en conducir todo el peso de un concurso de prime time a nivel mundial, Mayra Gómez Kemp. Con las tacañonas, las hermanas Hurtado, dejando en evidencia los clichés de la sociedad machista en su corrosivo guion.
No son todas las que son, pero son todas las que están. Todas dejaron huella. Todas compartían carisma, oficio e independencia. Cada una en lo suyo, pero todas eran mujeres libres llevando el mando de la emisión de sus programas con las ideas bien claras. También para desaprender las reglas del sexismo que oprimía.
Y lo hicieron hace cuarenta años en una televisión que empezaba a hablar otros idiomas. Era la televisión que brotó en los ochenta y que algunos, ahora, pretenden reducir el trabajo de la mujer a mera azafata.
Porque en determinados podcasts, programas e incluso documentales da la sensación de que la mujer en la televisión en España siempre ha sido un florero. Hay mentiras que de tanto repetirse terminan pareciendo verdad. Hay mentiras que incluso nos creemos por desconocimiento. O porque la conspiración da más juego que la realidad. Y más likes, pues hay un tipo de victimismo simplista que da muchos 'me gustas' en redes. Entonces, para qué documentarse, para qué ejercitar la memoria, para qué. No vaya a ser que la realidad estropee el titular.
Valorar lo bueno del pasado no vende tanto como reducir a que todo antes era terrible. Y lo peor es que estamos comprando este adanismo imperante que se hace fuerte ya que nos hace sentir "mejores" que los que nos precedieron, incluso los primeros en revolucionar la vida. Así nos olvidamos de que como de verdad se avanza es cuidando la memoria que aprende del reconocimiento e inspiración de las que desabrocharon ataduras antes.