Inventamos el asfalto por un motivo simple: a principios del siglo XX las carreteras europeas eran un infierno de polvo

Nos quejamos mucho de ellas, pero el asfalto es esa telaraña gris que une pueblos y ciudades por todo el mundo. Hoy son algo que damos por hecho, pero las carreteras que conocemos hoy día tienen apenas un siglo a sus espaldas. Más allá de permitir el paso “suave” de los vehículos, fue el elemento que permitió la expansión del automóvil a comienzos del siglo XX. Y todo se lo debemos a un accidente en un pueblo de Inglaterra y a los odiadores del polvo. En Xataka Todas las carreteras del Imperio Romano, reunidas en un minimalista mapa John Loudon McAdam fue un ingeniero escocés que tenía una vocación: construir carreteras. Dedicó su vida a perfeccionar estas vías porque se dio cuenta de una cosa: las tradicionales de piedra y tierra se embarraban con facilidad y el mantenimiento era constante. En otros puntos de Europa también se estaban perfeccionando las carreteras, pero su método, bautizado como ‘macadán’ fue el que se impuso. Su idea era elevar un poco las carreteras y darles cierta inclinación para que el agua se almacenara en los costados. Para hacerlas más “impermeables”, se trituraba piedra y gravilla y se compactaba. Eso se cubría con una capa de arena y parece sencillo, pero fue una revolución. Carretera de macadán Las carreteras de macadán eran más lisas que las de piedra, era más resistente y drenaban mejor. Además, era barata, por lo que parecía un win-win para los gobiernos y los transeúntes, ¿verdad? Pues… no tanto. El problema principal era el polvo que se levantaba constantemente debido a esa capa externa de arena, pero pronto llegó el enemigo natural del macadán: el vehículo autopropulsado. Los primeros automóviles eran muchas cosas, pero desde luego no eran populares. No todos podían permitirse un coche, pero quien sí tenía uno debía pasarse un rato sacudiéndose el polvo tras un viaje por las carreteras de macadán. El polvo no es amigo de la velocidad, ya que se impregna en los componentes mecánicos, en la ropa y entra por las vías nasales y bucales de los conductores y pasajeros. La casualidad que dio lugar a las carreteras modernas La aportación de McAdam fue genial, pero también atropellada por el nuevo siglo. Así es como Edgar Purnell Hooley entra en esta historia. Este inventor galés estaba paseando un buen día de 1901 por una carretera del condado de Derbyshire cuando se dio cuenta de que parte del camino estaba cubierto de algo negro. Cuando preguntó qué había ocurrido, le contaron que un carruaje había perdido un barril de alquitrán, derramándose sobre el camino y, para intentar cubrirlo, alguien vertió escoria de unos hornos cercanos. La mezcla había solidificado y, sin pretenderlo, había creado un tramo de carretera liso, sin polvo ni baches. En Xataka En busca de la primera carretera asfaltada en España: el empeño de la Liga contra el Polvo por igualarnos a Europa A Hooley se le encendió la bombilla y, ni corto ni perezoso, patentó en 1902 el proceso de calentar alquitrán, mezclarlo con arena, piedra triturada y otros elementos y compactarlo. Se bautizó como ‘tarmacadam’ y es el elemento que revolucionó las carreteras para ese nuevo ‘animal’: los caballos motorizados. Parecía la solución ideal al reducir el polvo, tener un mantenimiento mucho menor que el macadán y mantener esas propiedades de resistencia a las inclemencias del tiempo. Además, poco a poco se fue mejorando añadiendo resinas y cemento Portland a la mezcla. No tardaron en querer probar ese ‘milagro’ y la Radcliffe Road de Nottingham se convirtió en la primera carretera asfaltada del mundo. Los babilonios ya usaban el asfalto para realizar algunos procesos, pero la técnica de Hooley de mezclar escoria y alquitrán fue la auténtica revolución en las carreteras Lanzando alquitrán en el Londres de la IGM Esos ocho kilómetros demostraron que el tarmacadam era la solución para la movilidad del nuevo siglo, pero la revolución del automóvil no sólo se estaba produciendo en Inglaterra. Al mismo tiempo que Hooley patentaba su idea, Alberto I de Mónaco confesaba que estaba harto del polvo que levantaban los coches. El turismo cubierto de polvo no era atractivo, por lo que pidió a un médico suizo llamado Ernest Guglielminetti que hiciera algo. “Sólo respiramos polvo, las flores sufren y es absolutamente necesario hacer algo. ¿Tendrías alguna idea?” Ese fue su reto/plegaria para Guglielminetti, quien tuvo una idea. Recordó que, durante su trabajo en Indonesia, parte del suelo del hospital estaba compuesto por tablones de madera cubiertos de alquitrán para facilitar su limpieza. Así que, propuso esparcir una mezcla de alquitrán caliente, arena y graba a lo largo de cuarenta metros en parte del camino de tierra que rodea el Museo Oceanográfico. Fue un éxito y comenzaron a asf

May 10, 2025 - 11:52
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Inventamos el asfalto por un motivo simple: a principios del siglo XX las carreteras europeas eran un infierno de polvo

Inventamos el asfalto por un motivo simple: a principios del siglo XX las carreteras europeas eran un infierno de polvo

Nos quejamos mucho de ellas, pero el asfalto es esa telaraña gris que une pueblos y ciudades por todo el mundo. Hoy son algo que damos por hecho, pero las carreteras que conocemos hoy día tienen apenas un siglo a sus espaldas. Más allá de permitir el paso “suave” de los vehículos, fue el elemento que permitió la expansión del automóvil a comienzos del siglo XX.

Y todo se lo debemos a un accidente en un pueblo de Inglaterra y a los odiadores del polvo.

John Loudon McAdam fue un ingeniero escocés que tenía una vocación: construir carreteras. Dedicó su vida a perfeccionar estas vías porque se dio cuenta de una cosa: las tradicionales de piedra y tierra se embarraban con facilidad y el mantenimiento era constante.

En otros puntos de Europa también se estaban perfeccionando las carreteras, pero su método, bautizado como ‘macadán’ fue el que se impuso. Su idea era elevar un poco las carreteras y darles cierta inclinación para que el agua se almacenara en los costados. Para hacerlas más “impermeables”, se trituraba piedra y gravilla y se compactaba. Eso se cubría con una capa de arena y parece sencillo, pero fue una revolución.

Macadam Road 1850s Carretera de macadán

Las carreteras de macadán eran más lisas que las de piedra, era más resistente y drenaban mejor. Además, era barata, por lo que parecía un win-win para los gobiernos y los transeúntes, ¿verdad? Pues… no tanto. El problema principal era el polvo que se levantaba constantemente debido a esa capa externa de arena, pero pronto llegó el enemigo natural del macadán: el vehículo autopropulsado.

Los primeros automóviles eran muchas cosas, pero desde luego no eran populares. No todos podían permitirse un coche, pero quien sí tenía uno debía pasarse un rato sacudiéndose el polvo tras un viaje por las carreteras de macadán. El polvo no es amigo de la velocidad, ya que se impregna en los componentes mecánicos, en la ropa y entra por las vías nasales y bucales de los conductores y pasajeros.

La casualidad que dio lugar a las carreteras modernas

La aportación de McAdam fue genial, pero también atropellada por el nuevo siglo. Así es como Edgar Purnell Hooley entra en esta historia. Este inventor galés estaba paseando un buen día de 1901 por una carretera del condado de Derbyshire cuando se dio cuenta de que parte del camino estaba cubierto de algo negro.

Cuando preguntó qué había ocurrido, le contaron que un carruaje había perdido un barril de alquitrán, derramándose sobre el camino y, para intentar cubrirlo, alguien vertió escoria de unos hornos cercanos. La mezcla había solidificado y, sin pretenderlo, había creado un tramo de carretera liso, sin polvo ni baches.

A Hooley se le encendió la bombilla y, ni corto ni perezoso, patentó en 1902 el proceso de calentar alquitrán, mezclarlo con arena, piedra triturada y otros elementos y compactarlo. Se bautizó como ‘tarmacadam’ y es el elemento que revolucionó las carreteras para ese nuevo ‘animal’: los caballos motorizados.

Parecía la solución ideal al reducir el polvo, tener un mantenimiento mucho menor que el macadán y mantener esas propiedades de resistencia a las inclemencias del tiempo. Además, poco a poco se fue mejorando añadiendo resinas y cemento Portland a la mezcla. No tardaron en querer probar ese ‘milagro’ y la Radcliffe Road de Nottingham se convirtió en la primera carretera asfaltada del mundo.

Los babilonios ya usaban el asfalto para realizar algunos procesos, pero la técnica de Hooley de mezclar escoria y alquitrán fue la auténtica revolución en las carreteras

The Employment Of Women In Britain 1914 1918 Q30876 Lanzando alquitrán en el Londres de la IGM

Esos ocho kilómetros demostraron que el tarmacadam era la solución para la movilidad del nuevo siglo, pero la revolución del automóvil no sólo se estaba produciendo en Inglaterra. Al mismo tiempo que Hooley patentaba su idea, Alberto I de Mónaco confesaba que estaba harto del polvo que levantaban los coches. El turismo cubierto de polvo no era atractivo, por lo que pidió a un médico suizo llamado Ernest Guglielminetti que hiciera algo.

“Sólo respiramos polvo, las flores sufren y es absolutamente necesario hacer algo. ¿Tendrías alguna idea?” Ese fue su reto/plegaria para Guglielminetti, quien tuvo una idea. Recordó que, durante su trabajo en Indonesia, parte del suelo del hospital estaba compuesto por tablones de madera cubiertos de alquitrán para facilitar su limpieza.

Así que, propuso esparcir una mezcla de alquitrán caliente, arena y graba a lo largo de cuarenta metros en parte del camino de tierra que rodea el Museo Oceanográfico. Fue un éxito y comenzaron a asfaltar otras carreteras. Además, el alquitrán era abundante porque era un residuo de las plantas de gas para la iluminación municipal que, hasta que se empezó a aprovechar para las carreteras, se arrojaba… al mar.

Ernest carretera Guglielminetti y su máquina para calentar el alquitrán

Al contrario que Hooley, Guglielminetti no patentó absolutamente nada, pero siguió muy activo perfeccionando la mezcla de asfaltado con alquitrán, incluso participando en el Primer Congreso Internacional de Carreteras celebrado en 1908 en París. Fue allí cuando expuso que soñaba con una red de miles de kilómetros de carreteras asfaltadas conectando todos los países del mundo.

La conclusión de ese congreso fue que el alquitrán era la solución ideal, pero antes del mismo, ya había una Liga Contra el Polvo que promovía las bondades del asfaltado. Todo se desarrolló bastante rápido, algo lógico si tenemos en cuenta que el coche también empezaba a popularizarse. Poniendo España como ejemplo, en 1900 había tres automóviles matriculados. En 1905 ya había 275, pero en 1910 la cifra era de casi 4.000.

Esa rápida evolución y adopción del automóvil precisaba una renovación de las carreteras. Con el paso del tiempo, el alquitrán dejó de utilizarse debido a sus efectos adversos sobre la salud, siendo sustituido por derivados del petróleo, pero manteniendo la base de lo que Hooley y Guglielminetti idearon.

Y, volviendo al inventor galés, la historia no terminó demasiado bien. Registró Tarmac como marca y fundó la Tar Macadam Syndicate Ltd, pero no era un hombre de negocios y vendió a Sir Alfred Hickman. Además de parlamentario de Wolverhampton, tenía una siderurgia, por lo que la escoria para el asfaltado le salía gratis. Relanzó Tarmac en 1905 y lo convirtió en un éxito.

Tanto que la empresa sigue existiendo y se lo debe, como en tantas otras ocasiones, a un descubrimiento accidental. Y algo que también sigue existiendo es el macadán, sobre todo en caminos más rurales o vías verdes. Y sí, el polvo que levanta es... curioso.

Imágenes | APneunzehn74, E-Newspaper Archive, Diego Salgado from Santiago

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La noticia Inventamos el asfalto por un motivo simple: a principios del siglo XX las carreteras europeas eran un infierno de polvo fue publicada originalmente en Xataka por Alejandro Alcolea .