Intxaurrondo es la buena de la película
Dice la compañera Intxaurrondo que quitarle la voz al que no opina como ella supone solucionar el problema.


Dice la compañera Intxaurrondo que quitarle la voz al que no opina como ella supone solucionar el problema. Lo ha dicho en el programa Carne Cruda con Javier Gallego hace unos días. "Si los dejas hablar, inyectan veneno", ha afirmado. Ella es el camino, la verdad y el bien. Se cree la buena de la película. Como decía Montaigne, la presunción es nuestra enfermedad natural y original. Intxaurrondo habla con una alarmante certeza, con una presunción muy alejada de su oficio, si es que su oficio es el periodismo, algo que podemos discutir.
Lo fácil es escandalizarse y no dejar hablar. Lo complicado es debatir y convencer al otro con argumentos. El discurso del que la camarada Intxaurrondo finge escandalizarse tanto no soporta un debate y queda muy descafeinado en cuanto se pone encima de la mesa, pero eso no interesa. Lo que interesa es el combustible que genera la posibilidad de llamar constantemente fascista al otro. Lo que interesa no es debatir, sino hacer callar para luego decir del otro lo que tú quieres que el otro sea. Pasa lo mismo en el bando opuesto con la presunta amenaza comunista. Es mejor anular al otro porque, simplemente, es capaz de echarte del poder. Esa es la clave. Ya lo sabemos.
Lo fácil es escandalizarse y no dejar hablar. Lo complicado es debatir y convencer al otro con argumentos.
En otras etapas de su vida profesional, la colega Intxaurrondo ha sido partidaria de que hablen los malos sin ningún problema. Pueden ver imágenes de su sonriente presentación al fundador de ETA, Julen Madariaga, al que definió como “un hombre de larguísima trayectoria política”. Que hablen todos. Que canten los niños, que alcen la voz, como decía Perales. Pero, insisto, es mejor hablar por ellos para manipularlos a gusto. Esto es muy viejo. Hay un vídeo en el que Carrillo trata de convencer a Gustavo Bueno y a Sánchez Dragó de que Gil Robles era Hitler y algo había que hacer. También nos la sabemos.
Lo complejo es convivir con el diferente. Lo que es complicado de verdad es ejercer el periodismo. En primer lugar, porque, de vez en cuando, hay que dar algún disgusto o colarle alguna al que te paga. Además, es preciso depurar el lenguaje de la política y servirlo al público limpio de connotaciones de parte, algo que Intxaurrondo no hace jamás. La firma de aquel manifiesto, escrito en un flagrante lenguaje político, con expresiones cutres creadas por el jefe, supuso una vergüenza colosal, aunque llevara también la firma vergonzante del santón de cartón piedra Gabilondo. Interesa que haya tensión, ¿verdad?
La ciudadana Intxaurrondo no quiere saber nada de la posible veracidad del trabajo de sus compañeros cuando muestran que la mujer del presidente no ha sido ejemplar. No se detiene a debatir cada uno de los cargos que se le imputan. Llama golpistas a los jueces cuando le interesa. Así se construye su democracia, con diques de contención para la opinión pública. Es incapaz de valorar la posibilidad de que la mujer del jefe la haya liado. No quiere entrar en el caso concreto. Fango, bulo, cloaca, cacatúa y loro. Eso no es periodismo, se llama militancia. Quitar la voz a los que no piensan como tú es feo, peligroso y demasiado cómodo. Tener un precio caro, creerse en posesión de la verdad, utilizar un lenguaje viciado, cortar los debates introduciendo una opinión sesgada, recoger premios cutres de amigos y predicar la buena nueva es lo que hacen los políticos, ¿No es así, compañera Intxaurrondo?