Hugo Orlando Gatti, el "Loco", un adelantado del arco y también del marketing deportivo

Leyenda de Boca Juniors, desde su aparición en Atlanta, a inicios de los '90, estuvo signado por los millones. Buzos, sponsors, juguetes y contratos cotizados, el otro partido de un fuera de serie

Abr 21, 2025 - 02:16
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Hugo Orlando Gatti, el "Loco", un adelantado del arco y también del marketing deportivo

"Hugo Gatti. El desconocido que vale millones". Así lo presentó la revista El Gráfico, la biblia del deporte durante décadas, en la primera de las 20 tapas que el "Loco" se ganó. Fue 30 de enero de 1963. Lo mostraba jovencito -tenía 22 años-, con el pelo corto, prolijo, y trajeado: pantalón y camisa blanca, saco azul, mismo color de la corbata anudada al cuello. Sentado sobre decenas de billetes esparcidos sobre el piso de baldosas blancas y negras en diagonal. El chico -porque era eso- hacía menos de un año que había debutado en la primera de Atlanta -5 de agosto de 1962- y ya se hablaba de cuánto podía valer su pase. Eran los años del fútbol espectáculo, esa nueva era que, a puro cheque y billetera, habían inaugurado Alberto J. Armando y Antonio Vespucio Liberti, respectivos presidentes de Boca y River. "Signo de nueva época en nuestro fútbol", justificó El Gráfico la elección para su portada de la estrella en acenso del club de Villa Crespo.

Terminó siendo River el que, en diciembre de ese año, se quedara con el promisorio talento. El millonario pagó 23 millones de pesos de la época, más cinco jugadores, por el pase. Unos u$s 173.500 al tipo de cambio de entonces y, en pesos e inflación mediante, 10 veces más que el récord que el club de Núñez había desembolsado en 1960, casi cuatro años antes, por el brasileño Paulino, el peruano Joya y tres jugadores del torneo local (Pederzoli, Echegaray y Carbone).

Flaco, desgarbado y desfachatado. Le gustaba jugar con los pies -herejía absoluta para los rígidos cánones de la época- y garantizaba show. Desde la vestimenta -buzos coloridos, bermudas largas, medias bajas; eventualmente, gorra- hasta las cosas que hacía -y arriesgaba- adentro de una cancha, lejos, bien lejos del arco. El "Loco" Gatti garantizaba show. Lo daba. Lo creaba. Lo generaba.

Pionero sobre el verde césped, lo fue también fuera de la cancha. Excéntrico, fue de los primeros futbolistas del medio local que mejor jugó el otro partido, término que el colega Claudio Destéfano acuñó para hablar del sportbusiness. Ya estaba en Gimnasia y Esgrima de La Plata -equipo al que recaló en 1969, cansado de esperar el retiro de su admirado Amadeo Carrizo, el maestro al que superó- cuando, pelilargo, el "Beatle" -otro de sus apodos- protagonizó una histórica publicidad de ginebra Bols. "¿Quiere tener smowing?", preguntaba el aviso, después de ver cómo el "Loco" hacía un gol de arco a arco, motivado por la copita que le sirvió un mozo. Azaroso anticipo de lo que, en la vida real, ocurrió años después en Kiev, donde -con temperaturas bajo cero y una petaca junto al palo- Gatti tuvo ante la Unión Soviética uno de sus mejores partidos en la Selección Argentina. Pero esa es otra historia.

Esta, en cambio, se trata de la historia de un adelantado. "El arquero es la vedette del equipo, el distinto", decía y actuaba en consecuencia. Arreglaba sus contratos aparte, con una habilidad tal que llevó a que, muchos años después, Diego Maradona asegurara que "el Loco le toma la leche al gato".

"Acordate, yo voy a valer millones", cuenta la leyenda que el gauchito de Carlos Tejedor contestó cuando su madre le cuestionó el futuro que tendría jugando a la pelota y no trabajando en el campo, como su padre y sus hermanos. Irónicamente, el negocio -el agro- en el que reinvirtió gran parte de las millonadas que ganó gracias a la número cinco. 

El "Loco" Gatti en 2023, cuando Boca inauguró su estatua en La Bombonera.

Gatti siempre supo hacerse valer. Sobre todo, en Boca Juniors, en cuyo arco, confesó, se sentía "imbatible". Con el xeneize, fue la historia de amor que el muchachito de la película -como también ironizaba sobre sí mismo- vivió de grande. Llegó en 1976, a los 32 años, de Unión de Santa Fe. Pero, aun así, fueron las páginas más gloriosas de su historia. Amo y señor del arco de Boca durante los siguientes 12 años -12, número mágico del pueblo azul y oro-, fue en La Bombonera donde se consagró como ídolo, una de las estatuas que hoy custodian los pasillos del club. Campeón de todo en lo deportivo -tres torneos locales, dos copas Libertadores, una Intercontinental-, sus coloridos buzos tuvieron publicidades antes, mucho antes, que la franja dorada. 

Sea celeste, rosa, azul o rojo, desfilaron por buzo de Gatti marcas como los videojuegos Jet, el Banco Federal Argentino y, finalmente, los dos primeros sponsors del club: Vinos Maravilla (1983) y Fate (1985). Sus logos frenaron decenas, cientos de remates a quemarropa, contenidos por La de Dios, la clásica postura del "Loco" mano a mano con un rival: poniendo el pecho, de cuclillas y con sus brazos a los costados, formando un monolítico triángulo.

No fue en lo único en lo que Gatti se desmarcó. "Yo, el único", se llamó la autobiografía que, con pluma de Osvaldo Pepe, publicó en 1977, mismo año en que sus manos contuvieron el penal del brasileño Vanderlei y Boca ganó en Montevideo, contra el campeón vigente, el Cruzeiro, la primera de las seis Libertadores que hoy lucen en las vitrinas de La Bombonera.

Libros, posters e, incluso, juguetes. Como La bola loca del Loco Gatti, un juego que -con una caricatura suya como fondo- consistía en soplar y mantener en el aire una pelota de tergopol el mayor tiempo posible.

Eran tiempos en los que casi ni se hablaba de derechos de imagen y eran pocos, muy pocos, los jugadores que los compartían con sus equipos. La mayor huella que Gatti dejó, en ese sentido, fueron  sus buzos. En ese sentido, resultó fructífero el vínculo con Oscar Tubío, diseñador de la camiseta con la que Boca jugó el partido de ida contra el Borussia Mönchengladbach de la Intercontinental de 1978 y creador de las cuatro estrellas que terminaron brillando en la casaca Adidas de 1981, la del épico campeonato con Maradona. Un trabajo que se vio con mayor nitidez en los '80. Boca tenía contrato con Gatic, el licenciatario local de Adidas. Pero, en el tramo final de su carrera, el "Loco" usó los coloridos buzos a franjas horizontales -blanco y negro, blanco y celeste, naranja y amarillo, azul y rojo- de El Jardín de Oscar (la empresa de Tubío), con sus iniciales, H.G., bordadas bien grandes, del lado del corazón.

"Para mí, como espectador, la fiesta era Gatti", escribió El Negro Roberto Fontanarrosa en "No te vayas, campeón: equipos memorables del fútbol argentino" (Sudamericana, 2000). "Él fue marketing puro cuando el marketing no existía", lo definió este domingo de Pascua su hijo mayor, Lucas, en la puerta del Pirovano. El hospital donde, para muchos, murió este 20 de abril de 2025. Para los futboleros, Dios -como si fuera en agradecimiento por la jugada en su homenaje- lo sacó unos minutos antes y reciba la última y merecida ovación.