El Barça jugará la semifinal de la Champions ante el Inter o el Bayern. La renta de la ida fue suficiente y el equipo de
Hansi Flick se ha metido entre los cuatro mejores de Europa, a pesar del 3-1 de anoche en Dortmund. Objetivo conseguido. Eso sí, por segundo partido consecutivo, un irreconocible Barça sale sin cicatrices, ni en la Liga ni en la Champions, gracias a dos afortunados goles en propia puerta del equipo rival. Tras tanto elogio al Barça más goleador jamás visto, de pronto, sequía absoluta de los delanteros. En Leganés el rebote del autogol de la suerte fue obra de Jorge Sáenz. Ayer,
Ramy Bensabaini se metió el gol en propia puerta cuando el Borussia estaba a dos tantos de forzar la prórroga. Iban tan mal las cosas para el Barça que, hasta que se vio 2-0 por debajo en el marcador, los de
Flick no habían rematado todavía a portería, ni bien ni mal. Entonces sí empezó a generar algo de fútbol. Y, por fin, mostró algo de mordiente y ambición tras 50 minutos de zozobra. Peor que eso. Hasta entonces era un Barça sobrado, confiado, desconcentrado, relajado, despistado y que encadenaba errores por especular con el marcador. El equipo jugaba con el freno de mano puesto, esperando que pasasen los minutos porque el 4-0 de la ida tenía que ser suficiente, y lo fue, sufriendo demasiado. Porque anoche quedó demostrado que sin
Pedri no hay paraíso, que
Iñigo Martínez es imprescindible y que la baja de
Balde por lesión será un lastre importante para el equipo.
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