El chino del barrio

Sin teléfono, sin wifi, sin ordenadores, sin televisión, con la radio como único asidero informativo para los analógicos que disponían de transistor… El lunes comprobamos que lo del kit de supervivencia no era una idea tan absurda, que las linternas son muy útiles, que las velas pueden servir para mucho más que para una cena romántica y que sí, que esa noche cenaríamos a la luz de las velas una lata de sardinas, que vacía estaba la despensa, o tiraríamos de bocata bimbo con la leche del desayuno, que mañana será otro día.

Aprendimos mucho del apagón, que el próximo, por favor, si me coge en la calle sea calzada con zapatillas deportivas y no con tacones que hacen interminable lo que suponía no sería un trayecto tan largo. Puedo prometer y prometo que la próxima vez no esperaré a que el coche apure la reserva para poner gasolina.

El chino del barrio, todos tenemos un chino del barrio, además de abastecerme de folios, bolígrafos, pilas, menaje de cocina de urgencia, y otros menesteres, me ha salvado en más de una ocasión de un desastre.

¿Dónde puedo encontrar…? En el chino seguro que lo tienen, no me preguntes como, pero lo tienen.

El chino del lugar donde vivo no es una tienda pequeña, cada vez se asemeja más a un Corte Inglés y compite con éxito en los adornos de Navidad y la parafernalia de los festejos de cumpleaños. Se adapta al cambio de estaciones para ofrecer sus productos. Ya no son tan baratos, pero cada día son más imprescindibles. El día del apagón también lo fueron.