Llega el final del invierno en Sevilla y calientan los megáfonos de las protestas sindicales en determinados sectores de la plantilla municipal. Son siempre los mismos porque saben que con la primavera se incrementa la carga de trabajo, la obligada productividad y por tanto aterriza la oportunidad de seguir ordeñando la caja común de los sevillanos mediante el cobro de horas extras y otros beneficios sociales. Bien es cierto que los grandes avances en materia laboral se han logrado dando guerra, pero cuando se atraviesa la línea de lo justo para adentrarse en el universo del privilegio, se descascarilla la legitimidad de la protesta, sobre todo si usa de rehén la seguridad de una ciudad en la que viven muchos...
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