'Desalmados’, una galería de retratos de criminales reales que invita a reflexionar: "Cualquiera puede ser un monstruo"
La artista sevillana Irene Mala regresa con una obra en pleno debate sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a las víctimas. "Yo no le he dado voz a ningún asesino, me he documentado sobre casos concretos y los he narrado"Luisgé Martín: “Me arrepiento de no haber enviado 'El Odio' a Ruth Ortiz antes de publicarlo” Cuando Irene Mala estaba ultimando los detalles de la edición de 'Desalmados', su último libro publicado por Lunwerg, las redes ardían con el combustible de la polémica generada por 'El odio', la novela de Luisgé Martín sobre José Bretón, el hombre que fue noticia en 2011 por asesinar a sangre fría a sus dos hijos de corta edad. Las opiniones de todo tipo se acumulaban planteando un debate –bastante ruidoso, eso sí– sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a las víctimas. La artista estaba precisamente preparando un libro sobre criminales reales. “Sentí un poco de vértigo, la verdad, para ver cómo se acogía este libro, si bien hay bastantes diferencias con 'El odio'. ”Yo no le he dado voz a ningún asesino, me he documentado sobre casos concretos y los he narrado. Necesitaba dar un poco de claridad a esas oscuridades, ir a la raíz de los porqués, encontrar una respuesta a la gran pregunta: por qué esas personas cometen actos tan atroces. Y hay mucho desconocimiento sobre todo eso“. “Creo que Martín y los editores de 'El odio' se la han jugado, pensando quizá que es mejor pedir perdón que pedir permiso”, prosigue la autora. “Habría sido más interesante si hubiéramos contado con la versión de la mujer, de la víctima. Yo me pongo de parte de la víctima siempre”. No obstante, es muy probable que Luisgé Martín e Irene Mala sintieran una fascinación similar desde muy temprano. Ella lo reconoce: “Desde pequeña me ha seducido el true crime, y confieso que me daba un enorme sentimiento de culpa. Me decía: 'esto no puede ser tan gratuito, como sociedad tenemos que sacar un provecho, una lección de tantas muertes'. Creo que el sufrimiento nos puede ayudar a no repetir esos hechos, a protegernos en cierto sentido, porque todos somos víctimas en potencia”. Con estas premisas, esta sevillana de 1978 empezó a recopilar historias de perfiles sórdidos y a dibujarlos, al tiempo que se planteaba cuestiones filosóficas tan fundamentales como el bien o el mal. “Es un tema amplísimo”, subraya. “Me asomé a fenómenos como el pánico satánico, luego indagué en los asesinos en serie, me pregunté cómo alguien puede engancharse al hecho de matar de esa manera, y de ahí empecé a preguntarme por los psicópatas, ¿qué son? Cuando quise darme cuenta, vi que podría sacar 20.000 personajes, pero había que acotar”. Mejor de lejos En su indagación del mal, Irene Mala no solo sigue el rastro de la sangre. En su galería de malvados figura Dominique, el esposo de Gisèle Pelicot, quien durante una década drogó a su mujer para que pudiera ser violada por decenas de cómplices. Pero también los hay homicidas tan abyectos como Tsutomu Miyazaki, el asesino otaku, que asesinó a cuatro niñas y envió unas perturbadoras cartas a las familias de sus víctimas; o Edmund Kemper, el asesino de las colegialas, quien a los 15 años asesinó a sus abuelos y, tras ser liberado de un hospital psiquiátrico, desató una ola de asesinatos brutales en los primeros años 70, incluido el de su propia madre. También asoma algún monstruo made in Spain como el nunca hallado Antonio Anglés, quien encarnó la pesadilla de las familias españolas de los 90 tras el asesinato de las Niñas de Alcasser. “Viví aquellos miedos, fue todo especialmente duro”, recuerda la artista. “La mayoría de los personajes que reflejo son lejanos, y reconozco que descarté a algunos por estar vivos: así lo digo, sentí miedo, no fuera a darles por leer libros ilustrados… Algunos estaban a punto de salir de la cárcel mientras escribía el libro. Si hay distancia, mucho mejor”. “Me ha sorprendido descubrir hasta qué punto todos somos responsables de tanta maldad. Esas personas son fruto de nuestra sociedad”, asevera Mala. “También he ido siendo consciente de que cualquiera puede convertirse en un monstruo. Muchos de los personajes que abordo son ciudadanos aparentemente normales que acaban haciendo cosas deplorables. No solo hay infancias perdidas, no solo hay caminos torcidos. Esa persona tan correcta que ves ahí puede acabar haciendo la maldad más terrible. Por eso pongo en alza la educación”. Escritura e ilustración Después de publicar obras como 'El universo' de Tim Burton o 'Camarón, la alegría y la pena', Irene Mala ha sacado a relucir esta vez más su faceta de escritora que la de ilustradora, aunque ambas conviven de forma armónica y equilibrada. “He leído e investigado mucho, pero también me he regodeado un poco en la pintura gótica, que me fascina. Hago, por ejemplo, una interpretación de 'La piedra de la locura' de El Bosco, me inspiro en los primitivos flamenc

La artista sevillana Irene Mala regresa con una obra en pleno debate sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a las víctimas. "Yo no le he dado voz a ningún asesino, me he documentado sobre casos concretos y los he narrado"
Luisgé Martín: “Me arrepiento de no haber enviado 'El Odio' a Ruth Ortiz antes de publicarlo”
Cuando Irene Mala estaba ultimando los detalles de la edición de 'Desalmados', su último libro publicado por Lunwerg, las redes ardían con el combustible de la polémica generada por 'El odio', la novela de Luisgé Martín sobre José Bretón, el hombre que fue noticia en 2011 por asesinar a sangre fría a sus dos hijos de corta edad. Las opiniones de todo tipo se acumulaban planteando un debate –bastante ruidoso, eso sí– sobre los límites de la libertad de expresión y el respeto a las víctimas. La artista estaba precisamente preparando un libro sobre criminales reales. “Sentí un poco de vértigo, la verdad, para ver cómo se acogía este libro, si bien hay bastantes diferencias con 'El odio'. ”Yo no le he dado voz a ningún asesino, me he documentado sobre casos concretos y los he narrado. Necesitaba dar un poco de claridad a esas oscuridades, ir a la raíz de los porqués, encontrar una respuesta a la gran pregunta: por qué esas personas cometen actos tan atroces. Y hay mucho desconocimiento sobre todo eso“.
“Creo que Martín y los editores de 'El odio' se la han jugado, pensando quizá que es mejor pedir perdón que pedir permiso”, prosigue la autora. “Habría sido más interesante si hubiéramos contado con la versión de la mujer, de la víctima. Yo me pongo de parte de la víctima siempre”. No obstante, es muy probable que Luisgé Martín e Irene Mala sintieran una fascinación similar desde muy temprano. Ella lo reconoce: “Desde pequeña me ha seducido el true crime, y confieso que me daba un enorme sentimiento de culpa. Me decía: 'esto no puede ser tan gratuito, como sociedad tenemos que sacar un provecho, una lección de tantas muertes'. Creo que el sufrimiento nos puede ayudar a no repetir esos hechos, a protegernos en cierto sentido, porque todos somos víctimas en potencia”.
Con estas premisas, esta sevillana de 1978 empezó a recopilar historias de perfiles sórdidos y a dibujarlos, al tiempo que se planteaba cuestiones filosóficas tan fundamentales como el bien o el mal. “Es un tema amplísimo”, subraya. “Me asomé a fenómenos como el pánico satánico, luego indagué en los asesinos en serie, me pregunté cómo alguien puede engancharse al hecho de matar de esa manera, y de ahí empecé a preguntarme por los psicópatas, ¿qué son? Cuando quise darme cuenta, vi que podría sacar 20.000 personajes, pero había que acotar”.
Mejor de lejos
En su indagación del mal, Irene Mala no solo sigue el rastro de la sangre. En su galería de malvados figura Dominique, el esposo de Gisèle Pelicot, quien durante una década drogó a su mujer para que pudiera ser violada por decenas de cómplices. Pero también los hay homicidas tan abyectos como Tsutomu Miyazaki, el asesino otaku, que asesinó a cuatro niñas y envió unas perturbadoras cartas a las familias de sus víctimas; o Edmund Kemper, el asesino de las colegialas, quien a los 15 años asesinó a sus abuelos y, tras ser liberado de un hospital psiquiátrico, desató una ola de asesinatos brutales en los primeros años 70, incluido el de su propia madre.
También asoma algún monstruo made in Spain como el nunca hallado Antonio Anglés, quien encarnó la pesadilla de las familias españolas de los 90 tras el asesinato de las Niñas de Alcasser. “Viví aquellos miedos, fue todo especialmente duro”, recuerda la artista. “La mayoría de los personajes que reflejo son lejanos, y reconozco que descarté a algunos por estar vivos: así lo digo, sentí miedo, no fuera a darles por leer libros ilustrados… Algunos estaban a punto de salir de la cárcel mientras escribía el libro. Si hay distancia, mucho mejor”.
“Me ha sorprendido descubrir hasta qué punto todos somos responsables de tanta maldad. Esas personas son fruto de nuestra sociedad”, asevera Mala. “También he ido siendo consciente de que cualquiera puede convertirse en un monstruo. Muchos de los personajes que abordo son ciudadanos aparentemente normales que acaban haciendo cosas deplorables. No solo hay infancias perdidas, no solo hay caminos torcidos. Esa persona tan correcta que ves ahí puede acabar haciendo la maldad más terrible. Por eso pongo en alza la educación”.
Escritura e ilustración
Después de publicar obras como 'El universo' de Tim Burton o 'Camarón, la alegría y la pena', Irene Mala ha sacado a relucir esta vez más su faceta de escritora que la de ilustradora, aunque ambas conviven de forma armónica y equilibrada. “He leído e investigado mucho, pero también me he regodeado un poco en la pintura gótica, que me fascina. Hago, por ejemplo, una interpretación de 'La piedra de la locura' de El Bosco, me inspiro en los primitivos flamencos, en lo medieval… Y he acabado disfrutándolo mucho”.
“Siempre me ha gustado escribir”, prosigue, “pero me siento pisando un terreno que no es mío. Lo bueno es que mi pintura se acaba beneficiando de mi escritura, se alimenta de esas incursiones. Y también disfruto mucho la composición del libro, la premaqueta, me ayuda a ir ideando sobre la marcha”.
En cuanto a la actitud de los medios de comunicación ante estos espeluznantes casos, Irene Mala cree que “por lo general están mucho más comedidos, tienen más en cuenta el respeto a las víctimas, cuidan un poco mejor las formas. No sé si hay podcasts más desconsiderados o morbosos, pero me parece que ya ha pasado el tiempo en que todo esto era carnaza, y se hablaba de ello de una manera más bien deleznable. Creo que se aprendió la lección”.
Mala da vueltas ya en su cabeza a un nuevo proyecto, del que de momento solo se atreve a señalar que será muy distinto al de 'Desalmados'. “Me apetece salir a la luz porque ha sido duro, ¿eh? Si pasas mucho tiempo rebuscando en estas cosas, te mina la moral. Ahora me apetece reírme un poco, darme un poco de dispersión y bucear en aguas más claras”.