Consumo ajustado: la crisis achica la cuenta pero no termina con el hábito de comer afuera
Un estudio reveló cómo el contexto económico condiciona los hábitos gastronómicos de los argentinos: los atajos que buscan los consumidores para seguir saliendo
Las salidas a comer afuera siguen ocupando un lugar importante en la vida de los argentinos, aunque la gastronomía no escapó a los efectos del ajuste. Así lo revela un estudio reciente realizado por la división Insights de Kantar, que indagó a nivel nacional sobre los cambios en los hábitos de consumo gastronómico.
Según el relevamiento, un 76% de los encuestados reconoce haber reducido la frecuencia con la que sale a comer en el último año. Esta caída se acentúa especialmente entre los sectores socioeconómicos bajos (NSE D1/D2), donde la merma alcanza el 85%. No obstante, un 42% todavía se da el gusto de salir a comer varias veces al mes o, incluso, una vez por semana.
Secretos de innovación: ideas y herramientas prácticas para implementar el cambio
Pero más allá del impacto económico, la salida a comer conserva un valor simbólico profundamente arraigado en la cultura argentina. Para el 66% de los consultados, se trata de una oportunidad para “sociabilizar con amigos y familia”. En segundo lugar, un 33% menciona las celebraciones como motivo principal, un porcentaje que crece hasta el 44% en el segmento de 35 a 49 años.
A la hora de elegir dónde comer, la mayoría opta por lugares de perfil accesible: un 61% prefiere los restaurantes “casuales”, seguidos por los locales de comida rápida (38%) y las cafeterías (29%). La elección varía según la edad: los mayores de 65 años privilegian los restaurantes casuales (70%), mientras que entre los jóvenes de 18 a 34 años predomina la comida rápida (48%). A su vez, el 41% de los encuestados de entre 18 y 24 años se inclina por las cafeterías.
“El gran propulsor de las salidas no es solo el menú, sino la posibilidad de encontrarse con otros”, explica Luciana Dellisanti, Client Lead de Kantar Insights Argentina. “Incluso en momentos de ajuste, el deseo de compartir una comida fuera de casa sigue siendo fuerte”, agregó.
Cuestión de precio
El principal factor que desalienta las salidas es el precio: el 74% de los consultados lo señala como la principal barrera. De acuerdo a los datos del gobierno porteño, el rubro “restaurantes y hoteles” en la ciudad de Buenos Aires acumuló en los últimos doce meses una suba del 72,9%, lo que implica diez puntos más que la inflación general.
Los bolsillos más flacos también se sienten en la composición del gasto en salidas a comer afuera. “Frente al año pasado que había sido muy malo para el sector, hoy estamos un 5% arriba pero todavía seguimos muy por debajo de los números de 2023. En este contexto, los lugares que apuntan más al precio y a productos para compartir están trabajando un poco mejor. Hay gente que no deja de salir, pero cuando sale lo hace optimizando el gasto”, explica Sebastián Ríos, socio de Grupo RE Gastronomía, que uno de los principales jugadores gastronómicos, que opera, entre otras marcas, Almacén de Pizzas y Tostado. “Uno de los indicadores con el que trabajamos es el de bebida por cubierto. Históricamente el índice era 1,4 bebidas por cubierto, es decir casi una bebida y media por persona. Hoy ese indicador está 1,1”, explica Ríos.
Impacto generalizado
Los restaurantes más gourmet, que apuntan a un público de mayor poder adquisitivo, tampoco escaparon al impacto que provocó la crisis. “La pandemia y, la situación económica generaron modificaciones en el comportamiento con cambios de hábitos de nuestros consumidores. Por ejemplo, el fin de semana se concentra una mayor cantidad de comensales y take away y el delivery pasaron a ser alternativas más frecuentes”, reconoce Máximo Pellegrino, gerente general del grupo gastronómico Fabric.
“El principal cambio es la menor frecuencia de visitas de nuestros clientes habituales. También notamos que se movió el consumo de vino hacia las opciones más económicas. El menú mantuvo el interés del cliente, mientras que platos de temporada, que van rotando de acuerdo a los mejores productos de cada estación, y los especiales de la semana funcionan como siempre, independientemente de su precio”, coincidió Eduardo Álvarez, uno de los socios de Condarco, un bistró de Chacarita.
Impacto adicional
El sector gastronómico además sufrió el impacto adicional, que significó la pérdida de los turistas extranjeros, que hasta 2023 supieron sacarle provecho a la devaluación constante del peso y la brecha cambiaria. “Bajó el consumo, especialmente porque nos visitan muchos turistas brasileños”, explican en Ciro, un restaurante con sucursales en Palermo y Puerto Madero. “Y a eso hay que sumarle que, a pesar de que la inflación es muchísimo menor a la del año anterior, sigue habiendo un 3, un 4, un 5%, y dependiendo de los proveedores mensuales”, explican en Ciro, un restaurante con sucursales en Palermo y Puerto Madero.
El precio, sin embargo, no es la única barrera. Según Kantar, el 41% menciona los largos tiempos de espera como un aspecto negativo, una cifra que asciende al 50% en el grupo de 25 a 34 años. Esta franja etaria muestra una clara preferencia por la agilidad de la comida rápida.
En tercer lugar, las malas experiencias previas son un factor que disuade especialmente a los más jóvenes (18 a 24 años). Esto evidencia que, más allá del costo, lo que muchas veces está en juego es la calidad de la experiencia, destacan en Kantar. La fidelización del cliente, sobre todo entre los segmentos más jóvenes, depende de que el momento sea gratificante, cómodo y memorable.
“En tiempos de turbulencia económica, las marcas deben ir más allá de la conveniencia”, afirma Dellisanti. “Ofrecer una experiencia significativamente diferente al cliente es clave para blindar el vínculo con los consumidores ya conocidos y ganar nuevos. Y en este sentido, el público más joven se vuelve cada vez más exigente”.ß