Condiciones para el fascismo

El sentimiento de agravio de quienes se piensan desposeídos, estimulado por élites políticas, económicas y mediáticas mediante discursos populistas, anima a la gente a ignorar sus propios intereses y a girar alrededor de la injusticia que creen haber sufrido Trump ha creado un Grupo de Trabajo para Combatir el Antisemitismo en los campus universitarios a base de retirar hasta el último dólar federal. Llevar a la quiebra a las Universidades que, como la de Harvard, sostienen, promueven el antisemitismo y no trabajan en favor del auténtico pueblo americano. Prominentes organizaciones judías, como la Liga Antidifamación y la sección de Harvard de la organización estudiantil Hillel, han cuestionado públicamente los amplios ataques de la Administración contra la Universidad. Pero poco importa. El contexto político actual alimenta la narrativa amigo-enemigo y lo único relevante es tener claro de qué lado te vas a situar.  Todo resuena a la primera mitad del siglo XX y al mito de la caverna. Sombras deformadas detrás de un muro y prisioneros encadenados incapaces de percibir la realidad. En la primera mitad del siglo XXI, el genocidio lo perpetra Israel y sus aliados neofascistas, con la especificidad trumpista a la cabeza, y el enemigo ya no es el pueblo judío, sino el pueblo musulmán. La islamofobia es el gozne que mueve los resortes del odio y la sed de venganza, ya sea en EEUU o en la Europa judeocristiana de Viktor Orban. Antisemitismo e islamofobia son fenómenos totalmente distintos pero obedecen a una lógica idéntica.  El artefacto ideológico de semejante juego de trileros lo expresó muy bien Samuel P. Huntington en su libro 'El choque de las civilizaciones' (1996), cuyas pseudoteorías conspiranoicas dieron potentes alas al movimiento “neocon”. Las relaciones con los musulmanes son siempre violentas, decía, tienen problemas para vivir pacíficamente, sus fronteras son, por definición, sangrientas y sus territorios también. Esa idea se reforzó después con los atentados de las torres gemelas que sirvieron de coartada para cerrar fronteras y construir la fantasía del enemigo exterior. Huntington no fue precisamente un humanista, pero ha sido, sin duda, un hombre de notable éxito. Su libro '¿Quiénes somos?: Los desafíos a la identidad nacional americana' (2004) fue una oda supremacista en favor del pueblo americano, en detrimento de la inmigración latinoamericana (mexicana, sobre todo), a la que identificaba, sin pestañear, con la vagancia y el amor a la pobreza. Una obra de referencia para defender el ius sanguini frente al ius soli en la adquisición de la nacionalidad. O sea, reducir el acceso a la ciudadanía a la vía exclusiva de la sangre excluyendo la de la vecindad o la residencia. La islamofobia ha alimentado también el discurso pro-israelí en Francia, Alemania o Países Bajos, alentando la eliminación de mezquitas y minaretes o la prohibición del hiyab, el niqab o el burkini, en definitiva, la discriminación y la restricción de los derechos de las personas musulmanas en territorio europeo. Políticas en las que se combinan, en perfecto equilibrio, propuestas racistas, xenófobas, aporófobas y, en muchos casos, misóginas. En fin, lo importante aquí es que, tal como advirtió Adorno, destacado filósofo de la Escuela de Frankfurt, las condiciones para el fascismo siguen estando activas en nuestra sociedad.  Para Adorno, el fascismo no fue nunca un accidente histórico sino una parte consustancial del sistema capitalista. Una excrecencia derivada de su tendencia estructural a la concentración de la riqueza. El capitalismo siempre acaba degradando a las mismas clases sociales a las que ha contribuido a impulsar provocando resentimiento en quienes ven peligrar los privilegios adquiridos. El fascismo es, por definición, revanchista porque surge del miedo a la “movilidad descendente” combinado con una visión miope que deforma tanto la cadena causal como la adjudicación de responsabilidades. En lugar de identificar en el sistema las causas de las pérdidas, se persigue a quienes lo critican o lo ponen en peligro. Adorno hablaba de la clase burguesa pero su tesis es aplicable también a las clases trabajadoras que han alcanzado una cierta estabilidad laboral y ven ahora en los migrantes una fuente de competencia desleal y desestabilización.  Sea como fuere, este “chovinismo del bienestar” es el caldo de cultivo en el que florece hoy la ideología reaccionaria y autocrática que devora a buena parte de nuestros sistemas democráticos.  El sentimiento de agravio de quienes se piensan desposeídos, estimulado por élites políticas, económicas y mediáticas mediante discursos populistas, anima a la gente a ignorar sus propios intereses y a girar alrededor de la injusticia que creen haber sufrido. Como dice Wendy Brown, los apegos heridos organizan la identidad de un grupo en torno a su autovictimización, su debilidad y su necesidad d

Abr 26, 2025 - 05:39
 0
Condiciones para el fascismo

Condiciones para el fascismo

El sentimiento de agravio de quienes se piensan desposeídos, estimulado por élites políticas, económicas y mediáticas mediante discursos populistas, anima a la gente a ignorar sus propios intereses y a girar alrededor de la injusticia que creen haber sufrido

Trump ha creado un Grupo de Trabajo para Combatir el Antisemitismo en los campus universitarios a base de retirar hasta el último dólar federal. Llevar a la quiebra a las Universidades que, como la de Harvard, sostienen, promueven el antisemitismo y no trabajan en favor del auténtico pueblo americano. Prominentes organizaciones judías, como la Liga Antidifamación y la sección de Harvard de la organización estudiantil Hillel, han cuestionado públicamente los amplios ataques de la Administración contra la Universidad. Pero poco importa. El contexto político actual alimenta la narrativa amigo-enemigo y lo único relevante es tener claro de qué lado te vas a situar. 

Todo resuena a la primera mitad del siglo XX y al mito de la caverna. Sombras deformadas detrás de un muro y prisioneros encadenados incapaces de percibir la realidad. En la primera mitad del siglo XXI, el genocidio lo perpetra Israel y sus aliados neofascistas, con la especificidad trumpista a la cabeza, y el enemigo ya no es el pueblo judío, sino el pueblo musulmán. La islamofobia es el gozne que mueve los resortes del odio y la sed de venganza, ya sea en EEUU o en la Europa judeocristiana de Viktor Orban. Antisemitismo e islamofobia son fenómenos totalmente distintos pero obedecen a una lógica idéntica. 

El artefacto ideológico de semejante juego de trileros lo expresó muy bien Samuel P. Huntington en su libro 'El choque de las civilizaciones' (1996), cuyas pseudoteorías conspiranoicas dieron potentes alas al movimiento “neocon”. Las relaciones con los musulmanes son siempre violentas, decía, tienen problemas para vivir pacíficamente, sus fronteras son, por definición, sangrientas y sus territorios también. Esa idea se reforzó después con los atentados de las torres gemelas que sirvieron de coartada para cerrar fronteras y construir la fantasía del enemigo exterior. Huntington no fue precisamente un humanista, pero ha sido, sin duda, un hombre de notable éxito. Su libro '¿Quiénes somos?: Los desafíos a la identidad nacional americana' (2004) fue una oda supremacista en favor del pueblo americano, en detrimento de la inmigración latinoamericana (mexicana, sobre todo), a la que identificaba, sin pestañear, con la vagancia y el amor a la pobreza. Una obra de referencia para defender el ius sanguini frente al ius soli en la adquisición de la nacionalidad. O sea, reducir el acceso a la ciudadanía a la vía exclusiva de la sangre excluyendo la de la vecindad o la residencia.

La islamofobia ha alimentado también el discurso pro-israelí en Francia, Alemania o Países Bajos, alentando la eliminación de mezquitas y minaretes o la prohibición del hiyab, el niqab o el burkini, en definitiva, la discriminación y la restricción de los derechos de las personas musulmanas en territorio europeo. Políticas en las que se combinan, en perfecto equilibrio, propuestas racistas, xenófobas, aporófobas y, en muchos casos, misóginas.

En fin, lo importante aquí es que, tal como advirtió Adorno, destacado filósofo de la Escuela de Frankfurt, las condiciones para el fascismo siguen estando activas en nuestra sociedad. 

Para Adorno, el fascismo no fue nunca un accidente histórico sino una parte consustancial del sistema capitalista. Una excrecencia derivada de su tendencia estructural a la concentración de la riqueza. El capitalismo siempre acaba degradando a las mismas clases sociales a las que ha contribuido a impulsar provocando resentimiento en quienes ven peligrar los privilegios adquiridos. El fascismo es, por definición, revanchista porque surge del miedo a la “movilidad descendente” combinado con una visión miope que deforma tanto la cadena causal como la adjudicación de responsabilidades. En lugar de identificar en el sistema las causas de las pérdidas, se persigue a quienes lo critican o lo ponen en peligro. Adorno hablaba de la clase burguesa pero su tesis es aplicable también a las clases trabajadoras que han alcanzado una cierta estabilidad laboral y ven ahora en los migrantes una fuente de competencia desleal y desestabilización. 

Sea como fuere, este “chovinismo del bienestar” es el caldo de cultivo en el que florece hoy la ideología reaccionaria y autocrática que devora a buena parte de nuestros sistemas democráticos. 

El sentimiento de agravio de quienes se piensan desposeídos, estimulado por élites políticas, económicas y mediáticas mediante discursos populistas, anima a la gente a ignorar sus propios intereses y a girar alrededor de la injusticia que creen haber sufrido. Como dice Wendy Brown, los apegos heridos organizan la identidad de un grupo en torno a su autovictimización, su debilidad y su necesidad de protección. Y los líderes mesiánicos explotan esa condición de víctima para reforzar los vínculos afectivos con sus huestes y fidelizar a su clientela. 

Manipular emociones negativas y material simbólico puede ser enormemente rentable en un mundo inestable e inseguro. Provocar cambios bruscos e inesperados aumenta esa inseguridad y favorece la manipulación. La mano que mece la cuna. El mismo poder que orquesta la agresión ofrece la solución y utiliza en su propio beneficio la ira que provoca. Esta ceremonia de la confusión es el campo abonado en el que crece el fascismo.

Este sitio utiliza cookies. Al continuar navegando por el sitio, usted acepta nuestro uso de cookies.