Cómo el cuerpo de las focas se anticipa a la falta de oxígeno y las salva bajo el agua antes de que se ahoguen
Apnea voluntaria - Los datos recogidos sugieren que las focas grises poseen la capacidad cognitiva de leer su oxigenación en tiempo realMiles de escorpiones son criados como si fueran vacas para extraerles el veneno más caro del mundo Cuando una foca gris decide sumergirse, no lo hace al tuntún. Baja, calcula y aguanta. Puede estar hasta media hora bajo el agua sin pestañear, o mejor dicho, sin tragar agua. Durante ese tiempo, su cuerpo aguanta niveles de oxígeno tan bajos y de CO₂ tan altos que a otro mamífero le costaría seguir consciente. Pero tiene una explicación mucho más concreta. Todo se debe a una percepción interna muy precisa, ajustada por millones de años de evolución para saber exactamente cuánto puede forzar su cuerpo sin ponerlo en peligro. La clave está en cómo perciben el oxígeno, no el dióxido de carbono Aunque los datos experimentales aparecen al final del estudio, lo más relevante no está en la profundidad de las inmersiones, sino en el mecanismo que permite a las focas saber con exactitud cuándo deben salir a respirar. El equipo del biólogo Chris McKnight, de la Universidad de St Andrews, no partió directamente del comportamiento de las focas, sino de una cuestión poco explorada: ¿puede un mamífero detectar directamente cuánto oxígeno le queda en la sangre? Frente a la idea aceptada de que los animales regulan la respiración en función del dióxido de carbono acumulado, este trabajo propuso comprobar si, en realidad, ocurre lo contrario. Primero diseñaron una serie de pruebas con focas grises salvajes - Halichoerus grypus -, expuestas a mezclas de gases controladas. El objetivo no era medir la resistencia, sino observar si cambiaba la duración de la inmersión según los niveles circulantes de oxígeno y CO₂. La sorpresa llegó cuando, incluso bajo concentraciones de dióxido de carbono 200 veces superiores al aire ambiente, las focas mantenían exactamente el mismo tiempo de buceo. En cambio, cuando se alteraban los niveles de oxígeno, duplicándolos o reduciéndolos a la mitad, la duración de las inmersiones variaba de forma clara. Según explican en la revista Science, este dato apunta a que las focas “poseen la capacidad cognitiva de percibir los niveles de oxígeno, lo que les permite regular en consecuencia la duración de sus inmersiones”. Es decir, no se orientan por el CO₂ acumulado, sino por lo que realmente importa: cuánto oxígeno queda en circulación. Las focas podrían no ser las únicas con esta ventaja evolutiva La investigación no solo contradice una idea muy extendida sobre la fisiología de los mamíferos marinos, sino que abre la puerta a hipótesis nuevas sobre la evolución de estas especies. Si una foca puede leer su nivel de oxígeno sin necesidad de sufrir la típica sensación de ahogo que provoca el exceso de dióxido de carbono, entonces es probable que esta capacidad no sea exclusiva. La evolución convergente en otros mamíferos buceadores sugiere que podría haber mecanismos similares repartidos por más especies. Las focas grises pueden pasar hasta media hora bajo el agua sin respirar gracias a un control

Apnea voluntaria - Los datos recogidos sugieren que las focas grises poseen la capacidad cognitiva de leer su oxigenación en tiempo real
Miles de escorpiones son criados como si fueran vacas para extraerles el veneno más caro del mundo
Cuando una foca gris decide sumergirse, no lo hace al tuntún. Baja, calcula y aguanta. Puede estar hasta media hora bajo el agua sin pestañear, o mejor dicho, sin tragar agua. Durante ese tiempo, su cuerpo aguanta niveles de oxígeno tan bajos y de CO₂ tan altos que a otro mamífero le costaría seguir consciente.
Pero tiene una explicación mucho más concreta. Todo se debe a una percepción interna muy precisa, ajustada por millones de años de evolución para saber exactamente cuánto puede forzar su cuerpo sin ponerlo en peligro.
La clave está en cómo perciben el oxígeno, no el dióxido de carbono
Aunque los datos experimentales aparecen al final del estudio, lo más relevante no está en la profundidad de las inmersiones, sino en el mecanismo que permite a las focas saber con exactitud cuándo deben salir a respirar.
El equipo del biólogo Chris McKnight, de la Universidad de St Andrews, no partió directamente del comportamiento de las focas, sino de una cuestión poco explorada: ¿puede un mamífero detectar directamente cuánto oxígeno le queda en la sangre?
Frente a la idea aceptada de que los animales regulan la respiración en función del dióxido de carbono acumulado, este trabajo propuso comprobar si, en realidad, ocurre lo contrario.
Primero diseñaron una serie de pruebas con focas grises salvajes - Halichoerus grypus -, expuestas a mezclas de gases controladas. El objetivo no era medir la resistencia, sino observar si cambiaba la duración de la inmersión según los niveles circulantes de oxígeno y CO₂. La sorpresa llegó cuando, incluso bajo concentraciones de dióxido de carbono 200 veces superiores al aire ambiente, las focas mantenían exactamente el mismo tiempo de buceo.
En cambio, cuando se alteraban los niveles de oxígeno, duplicándolos o reduciéndolos a la mitad, la duración de las inmersiones variaba de forma clara. Según explican en la revista Science, este dato apunta a que las focas “poseen la capacidad cognitiva de percibir los niveles de oxígeno, lo que les permite regular en consecuencia la duración de sus inmersiones”. Es decir, no se orientan por el CO₂ acumulado, sino por lo que realmente importa: cuánto oxígeno queda en circulación.
Las focas podrían no ser las únicas con esta ventaja evolutiva
La investigación no solo contradice una idea muy extendida sobre la fisiología de los mamíferos marinos, sino que abre la puerta a hipótesis nuevas sobre la evolución de estas especies. Si una foca puede leer su nivel de oxígeno sin necesidad de sufrir la típica sensación de ahogo que provoca el exceso de dióxido de carbono, entonces es probable que esta capacidad no sea exclusiva. La evolución convergente en otros mamíferos buceadores sugiere que podría haber mecanismos similares repartidos por más especies.
Ahora bien, desde la Universidad de Exeter y la Universidad de California, las investigadoras Lucy Hawkes y Jessica Kendall-Bar señalan que aún hay mucho por comprobar. A través de una perspectiva publicada también en Science, advierten de que no todos los mamíferos han seguido el mismo camino fisiológico, y recuerdan ejemplos como los tibetanos o los andinos, cuyas adaptaciones respiratorias a la altitud muestran cómo la evolución toma rutas distintas según el entorno.
También mencionan casos concretos de buceadores humanos como los Ama japoneses, los Haenyeo coreanos o los Bajau indonesios, que han desarrollado una resistencia respiratoria poco común, aunque en su caso los mecanismos se alejan de la percepción directa del oxígeno.
Para estas autoras, una línea interesante de investigación sería estudiar, con técnicas de neuroimagen, cómo algunos animales detectan la composición gaseosa en sangre para saber cuándo regresar a la superficie.
El estudio liderado por McKnight no solo desmiente una teoría, también demuestra que hay más inteligencia fisiológica en una foca de lo que muchos habrían supuesto. La capacidad de estas nadadoras para decidir con precisión el momento justo de emerger, no por señales indirectas, sino por el control directo de su oxigenación, es otro ejemplo de hasta qué punto la adaptación puede ser una cuestión de cálculo, no de reflejo. Y de instinto, sí, pero con cabeza.