Carta de una gamba no sindicada

Existen causas más importantes como la de enseñar educación a miembros del gabinete de Sánchez o hacer a Puigdemont presentador del telediario

May 2, 2025 - 05:38
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Carta de una gamba no sindicada

Acuso con dolor una misiva escrita con bella letra de pendolistacque me remite un crustáceo decápodo del infraorden Caridea, o sea, una gamba, cuyo nombre omito a petición suya y que se queja del escaso eco que recibe su clase por parte de los medios. “Estamos siendo masacradas de manera inmisericorde ante la indiferencia de la población, al igual que langostinos, gambones, nécoras, ostras, bogavantes, almejas, centollas, navajas, cigalas o percebes. Y ya va siendo hora de que se lleve a cabo una campaña en nuestra defensa, que si el rojerío organizó la de Dios es Cristo por el perro Excalibur, nuestro colectivo no ha de ser menos”. Este dolor de gamba, por cierto, madre soltera que trabaja en una marisquería de Madrid con una reputación intachable, me llega a lo más hondo del alma. Porque cada vez que llega el Uno de Mayo, el colectivo de los crustáceos tiembla ante el holocausto que sabe que ha de abatirse implacablemente sobre ellos. 

De ahí que uno, aun siendo moderadísimo consumidor de tales delicias a consecuencia de su alto precio – bien el gobierno, poniendo la cigala por las nubes e impidiendo que tragones, epulones, tragaldabas y come gambas la arrasen de nuestras pescaderías –, alce la voz y grite “¡Salvemos las gambas, salvemos el marisco, más tofu y menos ostras!”. Bien sé que existen causas más importantes como la de enseñar educación a miembros del gabinete de Sánchez o hacer a Puigdemont presentador del telediario, pero no puedo resignarme a que el grito de socorro de esta gamba se pierda igual que los quince gigavatios del apagón. 

Mi gamba habla del genocidio gamberil de cada Primero de Mayo: “Las gambas, que tenemos estudios y formación superior a la de las vicepresidentas, sabemos que hemos venido a este mundo para aportar alegría a los humanos, tan tristes, así como también estamos informadas que, entre los más tristes, están las izquierdas como dejó claro la presidenta Ayuso. Pero entre eso y ser arrasadas por la marabunta de dirigentes sindicales hay un mundo. O dos mundos y el Constitucional”. Tiene razón, querida gamba. No hay derecho a que su especie y muchas otras que conforman lo que los franceses denominen con cursilería “Fruits de mer” y nosotros mariscadas, delicia y algazara de cualquier comensal con la bolsa repleta de doblones y apetito sabio, se vean abocadas a la desaparición. ¿No se protege al lobo ante el desespero de honrados ganaderos? ¿No se protege al oso pardo que, cuando le peta, se zampa unos corderillos?¿Es que acaso los sindicalistas comen lobo u oso? ¡No, y mil veces no! Si se protege a esas dos especies hay que extender dicha mano benevolente sobre el marisco. Aquí, o todos mariscos o todos cristianos. Por eso no entiendo que algún probo sindicalista se ofenda cuando le llaman comegambas. ¡Pero hijo mío, si es el más alto honor que pueden hacerte! Porque, engullendo crustáceos no te ves obligado a comer lobos, osos o, por decir algo, cocodrilos, rinocerontes, alimoches o chotacabras. Dad las gracias, oh sindicalistas que sindicáis lo sindicable, y cread un sindicato marisquero que defienda los derechos de quienes integran ese colectivo tan sacrificado que tantos placeres nos brinda. Eso sí, exigid a las autoridades que se proteja a gambas y demás y que a vosotros se os cobre cien veces más que al resto que los mortales para que así moderéis vuestra natural y lógica gula. O, en todo caso, que entren por el seguro tales suculencias, otra posibilidad a contemplar. Sea como fuere, espero de vuestro recto proceder que el año que viene, en las manifestaciones sindicales – por cierto, cada vez menos concurridas – podamos ver a gambas, langostinos y nécoras junto a vosotros bajo una pancarta que diga “¡La mariscada para el que se la trabaja! ¡Viva la Unión Gambera de Tragaldabas, vivan las Comisiones Crustáceas Obreras!”. Sería de agradecer.