Atascos, supermercados llenos, tiendas cerradas y bares abiertos hasta fin de existencias: «Mejor cerrar por si hay pillaje»
«¿Te funciona el móvil?», pide desesperado un joven a todos los transeúntes con los que se cruza. En vano, claro. Es la mañana del gran apagón y en la capital también la de las calles abarrotadas de gente que ha salido antes del trabajo y optar por ir a pie, ya que los autobuses, que sí funcionan, están llenos, como las paradas. «Los buses llegan llenos y se meten en un atasco, llevamos media hora esperando», cuentan algunos viajeros en las inmediaciones de Arturo Soria. El Metro y los trenes han cerrado y el tráfico, con la inmensa mayoría de los semáforos fuera de servicio, es caótico, un atasco infinto, pese a que la Policía Nacional y los agentes de Movilidad tratan de ordenaqr como pueden los cruces de las principales avenidas. Muchos de los que salían de sus trabajos aprovecharon para pasar por el mercados. Los alrededores de los supermercados eran un ir y venir gente llevándose a manos llenas garrafas de agua mineral. «El Mercadona solo cobra en efectivo y está lleno, pero aún quedan cosas», comentaba una vecina con una garrafa en mano y una bolsa con fruta y latas en la otra. Otros, aprovechaban para ir a buscar a los niños antes al colegio. «Yo he venido antes sobre todo para evitar que los chicos cojan el autobús», cuenta la madre de un adolescente a las puertas del colegio Ágora. «Los profeso nos han dicho que si queríamos podíamos marcharnos a casa», añade uno de los chavales. En el interior, los profesores se están organizando «como pueden». «Muchos padres están viniendo antes para llevarse a los chicos y de paso a algunos amigos que viven cerca», cuentan. «¿Qué se sabe del gran apagón? ¿Cuánto va a durar?», preguntan ellos a los periodistas. En el centro, aseguran en un tono tranquilizador, mantendrán las puertas abiertas hasta que todos los padres hayan podido ir a recoger a sus hijos. Quienes tampoco cierran son las farmacias, aunque poco pueden hacer en esta mañana de gran apagón. Su cruz verde, habiutalmente encendida de día y de noche, está hoy apagada. Como su red interna, por lo que no pueden ni consultar recetas electrónicas ni consultar el stock de medicamentos ni cobrar. «Solo estamos dispensando los medicamentos urgentes a los clientes habituales y lo apuntamos en un papel», cuentan en una farmacia cercana a Josefa Valcárcel. Sorprende ver, eso sí, algunas terrazas llenas. Los bares están sirviendo hasta fin de existencias, cuentan en El Rincón. No pueden servir comida caliente, simplemente lo que les ha dado tiempo a cocinar hasta las 12.00 y lo que tenían frío. Tampoco va el cobro con tarjeta ni ningún electrodoméstico. «Ni el lavavajillas, así que antes de echar el cierre tenemos que fregar todo esto a mano», contaba una de las camareras del local. «Menos mal que nosotros recibimos el género los martes, si no se quedaría todo para tirar», Las sucursales de los bares y los cajeros automáticos también han cerradoi. «Por una incidencia general», anuncian en sus letreros. Los centros comerciales son, a eso de las 16.00 horas, un lugar fantasma. Al menos el de Arturo Soria. «Nosotras al principio pensábamos que era un problema solo de nuestra tienda, pero luego nos hemos dado cuenta de que era un problema global, y cuando nos han dicho que era toda España hemos alucinado», cuenta la dependienta de uno de los comercios del Arturo Soria Plaza sentada en un taburete en el exterior de la tienda, esperando el final del turno. Cerrará bajo su responsabildad, porque no puede hablar con su jefa. «Lo primero que han hecho los de seguridad ha sido comprobar que no había nadie en los ascensores. Afortunadamente nadie se ha quedado atrapado. Ahora nos han desactivado los cierres electrónicos para que podamos cerrar manualmente», admite. «¿En los periódicos qué se cuenta? ¿Cuánto va a tardar en resolverse esto? Yo soy de Venezuela y esto me recuerda demasiado a mi país. Y verás cuando llegue la noche, mejor cerrar antes de que empiece el pillaje», reconoce una compañera, que también ha bajado la persiana de su puesto. Hasta mañana, si se puede
«¿Te funciona el móvil?», pide desesperado un joven a todos los transeúntes con los que se cruza. En vano, claro. Es la mañana del gran apagón y en la capital también la de las calles abarrotadas de gente que ha salido antes del trabajo y optar por ir a pie, ya que los autobuses, que sí funcionan, están llenos, como las paradas. «Los buses llegan llenos y se meten en un atasco, llevamos media hora esperando», cuentan algunos viajeros en las inmediaciones de Arturo Soria. El Metro y los trenes han cerrado y el tráfico, con la inmensa mayoría de los semáforos fuera de servicio, es caótico, un atasco infinto, pese a que la Policía Nacional y los agentes de Movilidad tratan de ordenaqr como pueden los cruces de las principales avenidas. Muchos de los que salían de sus trabajos aprovecharon para pasar por el mercados. Los alrededores de los supermercados eran un ir y venir gente llevándose a manos llenas garrafas de agua mineral. «El Mercadona solo cobra en efectivo y está lleno, pero aún quedan cosas», comentaba una vecina con una garrafa en mano y una bolsa con fruta y latas en la otra. Otros, aprovechaban para ir a buscar a los niños antes al colegio. «Yo he venido antes sobre todo para evitar que los chicos cojan el autobús», cuenta la madre de un adolescente a las puertas del colegio Ágora. «Los profeso nos han dicho que si queríamos podíamos marcharnos a casa», añade uno de los chavales. En el interior, los profesores se están organizando «como pueden». «Muchos padres están viniendo antes para llevarse a los chicos y de paso a algunos amigos que viven cerca», cuentan. «¿Qué se sabe del gran apagón? ¿Cuánto va a durar?», preguntan ellos a los periodistas. En el centro, aseguran en un tono tranquilizador, mantendrán las puertas abiertas hasta que todos los padres hayan podido ir a recoger a sus hijos. Quienes tampoco cierran son las farmacias, aunque poco pueden hacer en esta mañana de gran apagón. Su cruz verde, habiutalmente encendida de día y de noche, está hoy apagada. Como su red interna, por lo que no pueden ni consultar recetas electrónicas ni consultar el stock de medicamentos ni cobrar. «Solo estamos dispensando los medicamentos urgentes a los clientes habituales y lo apuntamos en un papel», cuentan en una farmacia cercana a Josefa Valcárcel. Sorprende ver, eso sí, algunas terrazas llenas. Los bares están sirviendo hasta fin de existencias, cuentan en El Rincón. No pueden servir comida caliente, simplemente lo que les ha dado tiempo a cocinar hasta las 12.00 y lo que tenían frío. Tampoco va el cobro con tarjeta ni ningún electrodoméstico. «Ni el lavavajillas, así que antes de echar el cierre tenemos que fregar todo esto a mano», contaba una de las camareras del local. «Menos mal que nosotros recibimos el género los martes, si no se quedaría todo para tirar», Las sucursales de los bares y los cajeros automáticos también han cerradoi. «Por una incidencia general», anuncian en sus letreros. Los centros comerciales son, a eso de las 16.00 horas, un lugar fantasma. Al menos el de Arturo Soria. «Nosotras al principio pensábamos que era un problema solo de nuestra tienda, pero luego nos hemos dado cuenta de que era un problema global, y cuando nos han dicho que era toda España hemos alucinado», cuenta la dependienta de uno de los comercios del Arturo Soria Plaza sentada en un taburete en el exterior de la tienda, esperando el final del turno. Cerrará bajo su responsabildad, porque no puede hablar con su jefa. «Lo primero que han hecho los de seguridad ha sido comprobar que no había nadie en los ascensores. Afortunadamente nadie se ha quedado atrapado. Ahora nos han desactivado los cierres electrónicos para que podamos cerrar manualmente», admite. «¿En los periódicos qué se cuenta? ¿Cuánto va a tardar en resolverse esto? Yo soy de Venezuela y esto me recuerda demasiado a mi país. Y verás cuando llegue la noche, mejor cerrar antes de que empiece el pillaje», reconoce una compañera, que también ha bajado la persiana de su puesto. Hasta mañana, si se puede
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