A fuego lento
Vivimos en la era del «para ayer». En la época del éxito exprés y del microondas emocional. Queremos todo rápido: los resultados, el amor, el dinero,...

Vivimos en la era del «para ayer». En la época del éxito exprés y del microondas emocional. Queremos todo rápido: los resultados, el amor, el dinero, las respuestas, el reconocimiento. Pero lo valioso, lo que de verdad deja huella, no se cocina con prisas. Necesita hacerse «a fuego lento», como diría Rosana.
Porque los grandes platos no se hacen a toda pastilla. Requieren ingredientes escogidos minuciosamente, paciencia, mimo y el valor de esperar. Igual pasa con los sueños, los proyectos y, por supuesto, las relaciones. Lo inmediato puede saciarte un rato como dopamina instantánea, pero solo lo que madura con calma alimenta de verdad.
Fracasar no es retroceder, es aprender probando. Probar, equivocarse y volver a levantarnos para intentarlo de nuevo es parte del proceso. Lo importante es no rendirse al ver los resultados del primer intento. Lo que vale, cuesta. Y no solo en esfuerzo, sino en tiempo, constancia y amor por lo que haces.
En la tele pasa igual. No todo cuaja al primer capítulo. Hace falta recorrido, oportunidad y confianza para que un programa encuentre su sitio y su público. ¡Qué se lo digan a los de La casa de papel! Cuando la serie se emitía en Antena 3 no tuvo una gran acogida, pero tiempo después, en Netflix se convirtió en un éxito internacional sin precedentes.
La familia de la tele, el magazine de las tardes de Televisión Española, es otro buen ejemplo: un espacio que se cuece con cariño, cercanía y verdad. Y que, si se le da tiempo y respeto, se convertirá en esa receta casera que apetece repetir cada día. Y lo digo con conocimiento de causa y desde dentro. Como reportero del programa os aseguro que mimo y profesionalidad hay por un tubo delante y detrás de las cámaras.
Sin prisa. Lo bueno no se quema: se cocina… a fuego lento.