01 Algerri – Lleida

Una etapa tranquila para no olvidar la importancia del agua en esta comarca. El arte también ha tenido su lugar con la galería de Lorenzo Quinn y el Street Art Festival de Torrefarrera.

Abr 12, 2025 - 15:18
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01 Algerri – Lleida

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En los muchos viajes de estos últimos años hacia Andorra para ver a la familia hemos parado con cierta frecuencia en el Parador Algerri. Poco a poco diría que nos hemos ido encariñando con ese establecimiento. Algerri es un pequeño pueblo de poco más de 400 habitantes en la actualidad. De las casi 1.300 almas con que contaba a mediados del siglo XIX ha pasado a menos de la tercera parte. El progreso parece que tiene estos efectos colaterales. Aquí viven de la agricultura: cereales, almendros y olivos, además de cierta tradición vinícola, hoy bajo la denominación de origen Costers del Segre. Y esta es una vida, según parece por la despoblación que ha ido sufriendo, cada vez menos atractiva.

El Parador Algerri tiene al lado un pequeño hostal de seis habitaciones y también una gasolinera con una pequeña tienda. El edificio juega al despiste. A la izquierda queda el Parador Algerri como tal, el sitio donde solemos parar de vez en cuando y donde hay bar y comedor. En el centro los carteles indican Bar – Restaurant Terraferma, pero parece que es el acceso a una vivienda; no al bar. Por fin, a la derecha, queda el Hostal Terraferma. Voy a dejar aquí el coche y volveré, espero, en dos semanas tras la ruta de pedaleo más o menos perimetral por la provincia de Lleida.

He venido en coche desde Bilbao. A eso de las 18:30 ya estaba en Algerri. Realizadas las labores de intendencia en el alojamiento, me doy una pequeña vuelta por el pueblo. Muy cerca me queda la ermita de Sant Blai, con vistas a la Plana. Ha sido mi primera visita, truncada porque había un par de chavales en el soportal con su beligerante perrazo de compañía. Tira millas, Julen.

Luego parecía obligado subir hasta las ruinas del castillo, que cuenta con unas vistas fantásticas de Algerri y sus alrededores. Plan truncado número dos. Vale, esta vez ha sido por simple pereza. Quizá suba el último día, cuando termine la ruta, que volveré aquí. No obstante te cuento. Estamos ante una fortificación del siglo XII, aunque los hay que han encontrado referencias dos siglos antes. Por supuesto, entre musulmanes y cristianos andaba el juego. O sea, que me construyan un buen castillo a base de mampostería, sillares de piedra y mucho mortero de yeso. Ya veremos luego cómo le damos mantenimiento, que lo mismo las huestes enemigas se empeñan en destrozárnoslo. Si es que no respetan nada.

Hago unas fotos a la iglesia parroquial. De estilo barroco, estuvo cerrada desde 2018 a 2021 por problemas de cimentación. Poca broma. Me encuentro a una pareja de peregrinos y hablando con ellos me han contado que están haciendo el Camino de Barcelona a Huesca. Están hospedados en el albergue, que queda encima del hogar del jubilado, al lado del Ayuntamiento. Van encantados con la ruta hasta el momento.

Tras el paseo, me vuelvo al parador, que mañana comienzo una nueva ruta #RodamosSuaveSuave. Repaso el trazado que me espera. En principio, quiero comenzar con una etapa poco exigente en lo físico. No hay que olvidar que por esta zona de la Plana, como su toponimia anuncia, no habrá que afrontar lo que más adelante exigirán Prepirineo y Pirineo. En el bar del parador se da cita la típica clientela habitual. Las conversaciones giran alrededor del tiempo –tan determinante para las labores agrícolas y ganaderas– y, cómo no, del fútbol. Todo previsible. Cierran a las nueve. Sirve un bocadillo de tortilla de calabacín. Mi Coca-Cola pierde por goleada contra las mil quinientas cervezas que se están endilgando los paisanos. Cosas del viernes. Ya. Me voy a dormir. Está lloviendo.

Por la mañana el parador abre a las siete y ahí estoy puntual. Comparto espacio con una buena colección de ejemplares aborígenes de la tercera edad. No es que vaya al campo a trabajar y necesite, por tanto, rellenar los depósitos de calorías y colesterol, pero pedalear también exige una alimentación adecuada. O sea, desayuno abundante. Cada vez hay más nutricionistas convertidos en piezas clave del ciclismo profesional. Entrenar sí, pero comer también.

Me entrego a las primeras pedaladas y ¡zas! Ahí están las flechas amarillas. Supongo que conocéis esa máxima que dice que en la Península Ibérica es imposible pedalear cualquier ruta de varios días en bici sin transitar por una de las muchas vías del Camino de Santiago. Pues bien, para que quede meridianamente claro, los primeros kilómetros siguen las mundialmente famosas flechas amarillas. Ya os decía que había estado hablando ayer con un par de peregrinos. Pedaleo por el Camino Catalán que pasa por San Juan de la Peña, y que también se conoce como Camino de Sant Jaume. Esta vía del Camino de Santiago parte de Montserrat y en 14 etapas (para el peregrinaje a pie) llega a Santa Cilia, donde empalma con el Camino Aragonés, procedente de Somport, por el que pedaleé allá por 2006, cuando vine desde Ginebra hasta Bilbao por la Vía Podiensis. Lo dicho: imposible evitar alguna vía del Camino de Santiago.

La mañana está bonita y hay buena temperatura para pedalear. Este primer tramo se corresponde con parte de la etapa seis del Camino Catalán, que es la que une Algerri con Tamarite de Litera. Yo solo lo hago hasta Alfarràs, tras acompañar durante unos kilómetros al canal Algerri-Balaguer. Ahí, en Alfarràs, conecto con otro canal, el de Pinyana, que es el regadío más antiguo de Catalunya. Su origen data nada más y nada menos que del siglo XII. Venga, toca clase de regadío histórico. Presta atención, que a lo mejor luego hay examen.

Hacia 1147, con los árabes todavía por la zona, Ramón Berenguer IV de Barcelona se puso espléndido: os voy a construir una acequia como premio para los repobladores de la zona, ahora que habéis reconquistado la villa de Almenar. ¡Viva Ramón! ¡Viva el Santo! Bueno, bueno, santo era como se le conoció, pero, ojo, que el hombre se casó con Petronila cuando esta tenía 14 añitos. Vaya con los apodados como «santo» allá por el siglo XII.

El caso es que, tras el detalle de Ramontxu, siguió la furia constructora en torno al regadío. El asunto no se quedó en ese primer canal. Nada, nada, más agua; necesitamos más agua. Así que, poco antes de terminar el siglo XII, prolongaron la «acequia del Segrià». Esta vez fue el leridano Pedro Raimundo Sassala «Cavaséquies» el que tuvo el detalle. Como el terreno era bastante llano, allá que alargaron la acequia hasta la ciudad de Lleida. Eso sí, la tecnología procedía originalmente de los musulmanes. Los cristianos debieron de aprender de sus colegas invasores. Si queréis algo más de información, podéis echar un vistazo a esta página sobre los regadíos del CincaSegre-Noguera Ribagorzana.

Preparando esta ruta, por cierto, di con una noticia de esas que llama la atención: Un ‘mar subterráneo’ en Lleida: Encuentran una bolsa de agua de más de 80 km² entre Alfarràs y Alcarràs.

La CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) ha descubierto la existencia de una enorme bolsa de agua que ocupa una extensión de 81,62 kilómetros cuadrados, con sus extremos norte y sur en Alfarràs y Alcarràs y las puntas este y oeste en Raimat y en el Pla de la Font, y que ha sido bautizada como Planes.

[…] La zona del acuífero “ha experimentado una (dinámica) tectónica de compresión desde el final del Oligoceno”, hace de 34 a 23 millones de años, que “ha generado una serie de estructuras plegadas y fallas inversas que afectan a los sedimentos”

El agua, cómo no, tan importante siempre por esta región. Por mi parte, mientras pedaleo voy conversando a ratos con el canal Pinyana, quien me acompaña durante bastantes kilómetros. Que si cómo lo llevas, que si se portan bien los gobernantes, que si te curan las fugas con rapidez, que cómo ves el futuro del agua… Vamos, lo típico que se puede hablar con un canal de riego. Se ve que el tipo está orgulloso de suministrar agua a una superficie de aproximadamente 13.500 hectáreas. Ahí es nada el chaval. Me explica también que cuenta con tres canales que derivan de él: las Acequias del Cap, Mayor y del Medio. Y no solo eso, porque su red de distribución incluye el Ojal Ratera, el Brazal de Benavent, el Brazal Mayor de Algüaire y la Acequia del Rec-Nou. Creo que habrá más etapas en las que me veáis escribir sobre las acequias de riego.

Por unos momentos, me alejo del canal para cruzar Almenar. Me saluda la civilización en forma de carretera nacional 340, pero solo por unos breves instantes. El hecho de acercarme a este pueblo tiene que ver con una curiosidad. Lorenzo Quinn, el octavo hijo de Anthony Quinn –tuvo catorce, de cuatro mujeres diferentes– tiene en el pueblo una galería de arte. Lorenzo es fruto de la relación de su padre con su segunda mujer, Jolanda Addolori. El chico comenzó su carrera como actor y hasta consiguió el premio al mejor actor revelación en el Festival de Cine de Biarritz de 1991 por su trabajo en Dalí, película dirigida por Antoni Ribas. Sin embargo, a comienzos de la década de los 2000 se decantó por completo por otra disciplina artística: la escultura. Su carrera ha recibido numerosos reconocimientos a nivel internacional.

Tras dejar atrás RafArt Gallery, que es cómo se denomina la única galería exclusiva del escultor en todo el mundo, con más de 100 obras suyas, me vuelvo a ver qué se cuenta de nuevo el canal de Pinyana. Justo antes de reunirme de nuevo con él, otra curiosidad: junto al camino hay acceso a un nevero, Lo Puet del Gel. Como lo lees. Bien que luce un nevero en La Plana leridana. Vaya, vaya, menuda sorpresa. Su estructura es de forma fusiforme y aprovecha una pequeña colina. Cuenta con una puerta de entrada lateral, por el lado de la umbría. ¿De dónde venía el hielo? Por lo que he leído, ¡de la acequia! Eso dice la tradición local.

Sigo con la compañía del canal. Tras unos pocos kilómetros, me acerco a la fábrica abandonada de Mata de Pinyana, que queda a la izquierda. Imposible no reconocerla porque su esbelta chimenea destaca en el llano. Vio la luz en 1877 y se dedicó a la fabricación de hilos. Recibió cristiana sepultura en 1979. O sea, que aguantó un siglo en activo. Hoy quedan en pie diversas instalaciones y también buena parte de las casas de la colonia anexa. Se aprovechaba del salto de agua del Peretó para proporcionar energía a su máquina de vapor. Al lado queda la ermita de San Pere.

Otro pequeño tramo de la N-230 me deja en Alguaire. Callejeo un poco, pero enseguida mi dirijo de nuevo hacia el canal, que ya veo que me está echando en falta. Esta vez solo cruzo por encima de él. Nos saludamos muy educadamente y continuo ruta. Atravieso los pequeños pueblos de Vilanova de Segrià y Benavent de Segrià antes de llegar a mi siguiente destino, Torrefarrera. ¿Por qué Torrefarrera? Por su Street Art Festival. Así, en inglés.

Este es «el pueblo de los grafitis del Segrià», como he llegado a leer en algún sitio. Date una vuelta por la web del festival para maravillarte con estos magníficos murales urbanos. De los muchos que hay repartidos por el pueblo, mi lista de favoritos incluye Cultivando creatividad y El gatito, de Oriol Arumí, El espíritu de la naturaleza, de Pincel, y finalmente Memorias, de Sara Rubio y Víctor García. Son los que puedes ver en la imagen adjunta, de izquierda a derecha y de arriba a abajo. Mis fotos, con coches de por medio no le hacían justicia a la maravilla de murales; así que te muestro las fotos del sitio web oficial.

Fuente: https://torrefarrerastreetartfestival.cat/

Tras el callejeo por los murales y para alargar un poco la etapa antes de llegar a Lleida capital, decido dar un rodeo y pasar por Corbins y Vilanova de la Barca. En Corbins, tras acercarme hasta la iglesia y un mirador que queda al lado con vistas al puente sobre el Noguera Ribagorzana, decido avituallarme. Medio bocadillo de tortilla de jamón, Alberto. La otra media…

La etapa me está regalando una auténtica lujuria de árboles frutales. Me pierdo entre las diferentes especies. Hileras e hileras de árboles, algunos ya en flor. Las carreteras supongo que son antiguas pistas que han asfaltado. En algunos casos son realmente estrechas. Me recuerda un poco a cuando estuve pedaleando por las afueras de Lovaina, en Flandes. Agricultura y ganadería lo son todo. Olores que no encuentras en una ciudad.

Sigo para Vilanova de la Barca. Este pueblo quedó muy dañado durante la Guerra Civil. Franco lo hizo reconstruir. Así que hoy se ve un pueblo un tanto extraño, diferente a otros por los que he pasado hoy. Además, en medio de la plaza de la Pau he quedado con un tanque soviético T-26, que recuperaron, según parece, del fondo del Segre. La Guerra Civil está muy presente en toda esta zona.

¿De qué va esto de que haya semejante tanque en el pueblo? Un panel lo explica: fue «la guerra del agua»,una artimañana de los franquistas contra los republicanos.

El agua que detenían las compuertas de las presas, a su paso por Vilanova de la Barca, se convirtió en un arma decisiva contra las fuerzas republicanas que habían atravesado el Segre. Al abrir las compuertas, todo se convirtió en un caos. Sin los suministros médicos, de munición y de refuerzos, en menos de 24 horas la ofensiva republicana había fracasado. Las órdenes de retirada no se hicieron esperar, si bien solo se podian cumplir una vez que los tanques T-26 fueran rescatados del lecho del río donde estaban detenidos. El capitán Juan Sanromà explica: «Uno a uno fuimos lanzando al agua los blindados sin que alcanzaran mucha penetración, pues dada la altura del agua, pronto llegaba ésta al nivel de los radiadores, quedando paralizados a escasos metros de la orilla.» Durante seis dias, bajo los bombardeos de la aviación y el fuego de la artillería, de los morteros y de la fusilería facciosa, en esa pequeña cabeza de puente los soldados republicanos lucharon y trabajaron hasta la extenuación para rescatar los tanques. Fueron seis días de gloria y muerte para los soldados, que se dejaron la piel en otra ofensiva fracasada.

Pues nada, saludo al colega T-26 y me voy hasta otro pueblo, Alcoletge, marcado también por la Guerra Civil. Aquí han instalado el Centro de Interpretación de la Guerra Civil Ermengol Piró, quien fuera conocido como el «Capellanet». El centro está ubicado en un antiguo horno público, donde la gente del pueblo iba a cocer el pan.

Ya a las puertas de Lleida, entro en una zona de caminos acondicionados en las arboledas que rodean al Segre. Muy agradable y con bastante gente pasando la mañana de este sábado en el Parc de la Mitjana.

Termino la etapa. Entro en la ciudad y me subo hasta La Seu Velha y el Castillo de la Suda. No hay duda, el lugar más visitado de por aquí. Mañana te cuento. Ya solo me queda irme hasta el hotel donde tengo reserva hoy. Prefiero terminar pronto y aprovechar la tarde para dar una vuelta por el downtown. Lo dicho, mañana os cuento alguna cosa más. Por supuesto, incluiré un guiño negro y criminal.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 71,69.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 392.

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