#ZNCine – Entrevista a Ramón Barea

Repasamos la carrera de Ramón Barea, actor de gran actualidad gracias a los estrenos cinematográficos de Los Aitas y Una Ballena, así como Su majestad, en la pequeña pantalla.

Abr 9, 2025 - 16:09
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#ZNCine – Entrevista a Ramón Barea

INTRODUCCIÓN

Historia de nuestro cine. Ramón Barea es un actor con mayúsculas que parece estar viviendo una segunda juventud. Como él mismo asegura, los proyectos se le acumulan y no para de recibir llamadas. Procedente del teatro, Ramón Barea dio sus primeros pasos en el mundo del cine a comienzos de los ochenta, trabajando con algunos de los mejores cineastas españoles. Imanol Uribe, Enrique Urbizu, Montxo Armendariz, Álex de la Iglesia, Pablo Berger, Iciar Bollaín, Borja Cobeaga o Alauda Ruíz de Azúa bien saben lo que es tener a sus órdenes al bueno de Ramón. Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Anna Castillo o Maribel Verdú han sido algunos de los compañeros con los que Barea ha compartido rodaje. Nominado al Goya por Cinco lobitos, Ramón Barea tiene cuerda para rato. A sus 75 años, este actor nacido en Bilbao nos atiende con una amabilidad exquisita en plena promoción de Una ballena. Da la sensación de que podríamos estar escuchando sus vivencias durante horas. Es más, en vez de llevar a cabo esta entrevista, podríamos publicar un libro. Con su inconfundible vozarrón se interesa por saber quiénes somos y a qué nos dedicamos. Le proponemos hacer una retrospectiva de su carrera y acepta encantado. Por suerte, el nombre de Ramón Barea ya tiene el hueco que se merece en el XXV aniversario de Zona Negativa.

ENTREVISTA A RAMÓN BAREA

ZONA NEGATIVA (ZN): Nos trasladamos a 1981. Debutas con La Fuga de Segovia, de Imanol Uribe. En el reparto, nombres como los de Xabi Elorriaga, Mario Pardo o Álex Angulo. Ramón, ¿qué recuerdos tienes de aquellos primeros pasos?

RAMÓN BAREA (RB): Emocionantes porque fue la primera peli. Yo no había hecho ni un corto, ni me lo había planteado. Ni siquiera habíamos grabado en vídeo cualquier cosa. Era entrar en un mundo absolutamente desconocido, sin ninguna referencia de cómo se trabajaba en cine o cómo se hacían las cosas en cine. Eso nos pasaba a todos, menos a algunos actores que ya habían hecho cosas. Pero para la mayor parte fuimos una generación que hicimos nuestra primera incursión en cine. Fue muy emocionante y nos sirvió de aprendizaje. O sea, fue nuestro curso acelerado, pero con muchas inseguridades. Ahí descubrías qué poca formación teníamos los actores que veníamos del teatro para entrar en el cine. Fue un descubrimiento. El que fuera coral también le dio un tono especial. Y el tema, quiero decir, de relación con los otros, de comer juntos, de estar juntos mucho tiempo, porque casi todas las secuencias eran de mucha gente. La primera película, la primera vez, siempre se recuerda de manera especial en todo.

Ramón Barea
La Fuga de Segovia. Ramón Barea en segundo plano.

ZN: En los 80 también ruedas con Pedro Olea, Enrique Urbizu, y Montxo Armendariz. ¿Qué aprendiste de cada uno de estos grandes directores?

RB: Bueno, cada uno tiene su estilo. A mí me gustaba mucho cuando venía… cuando empecé en La Fuga de Segovia, precisamente estabas como mirando el guion pensando «aquí haré esto, aquí haré lo otro». Viniendo del teatro parece que tienes la necesidad de tener claro qué vas a hacer. Luego he ido aprendiendo que lo que tienes que hacer es buscar la complicidad con la idea que tiene el director. No solo el guion, que a veces el guion es engañoso o no te da la pista. Siempre el que tiene la película en la cabeza, o finge que la tiene o imagina que la tiene (risas), es quien lo dirige, quien toma las resoluciones. Y, fíjate, cada uno de ellos es un estilo. Imanol (Uribe) era la seguridad y la precisión en la colocación de la cámara en los planos, en resolver en cuanto veía el espacio, enseguida resolvía con mucha claridad. De Montxo (Armendariz), recuerdo el cariño por las pequeñas cosas, por los pequeños detalles. Desde cómo ha de ser el botón de la camisa en el plano corto, porque no le gustaba ese, tenía que ser más gastado o lo que fuera. El gusto por los detalles y, en fin, yo creo que, por no marearte con esto, que cada uno tiene algo de donde aprendes. Y yo, de todos, seguro que podría hacerte la lista completa de todas las cosas, de diferentes directores y todos tienen una personalidad que me ha influido en la forma de entender el cine.

ZN: Hablando de teatro. ¿Qué echas de menos del escenario cuando haces cine y viceversa? ¿Qué echas de menos del cine cuando haces teatro?

RB: A ver, en el cine es la rapidez. Es decir, lo que sucede, sucede en seis semanas, en cuatro semanas, en siete semanas… El teatro transcurre en más tiempo y, además, lo tienes que repetir. El proceso de ensayos en el teatro te permite saber a qué distancia va a estar el otro actor, el otro personaje, cómo te va a responder, cómo es cualquier pequeño detalle. Es decir, has hecho el recorrido emocional de la historia que estás contando enteramente. En el cine no. En el cine es fragmentado, ves un cachito, no sabes qué relación va a tener con… Ni siquiera sabes lo que están haciendo otros actores u otros personajes en otro lugar, ¿no? Entonces, parece que lo natural es el espacio del teatro que es el lugar de entrenamiento y el lugar de juego. El cine es donde aplicas un poco tus cualidades, tus peculiaridades y las aplicas a la historia. Son dos mundos diferentes. Son dos verdades diferentes: la verdad del teatro y la verdad del cine. Prefiero la verdad del actor o la verdad del personaje, porque te enfrentas a diferentes cosas: a volúmenes, al espacio, a la magia que puede tener el cine para, entre comillas, engañar al espectador, hacerle creer que es verdad lo que es una profunda mentira. Y, en teatro la verdad es de otra manera. Es una historia en plano general todo el rato y con un espectador que jamás te va a ver de cerca, que te ve como de lejos. Los registros son diferentes, pero, cuando ya los empiezas a manejar o a entender, es muy gozoso poder pasar de un sitio a otro y es muy relajante la aventura. Es muy relajante el poder mezclar.

Ramón Barea con el Teatro Arriaga de fondo.

ZN: Pasamos a 1991. Formaste parte del reparto de Mirindas Asesinas y en 1993 del plantel de Acción Mutante. Por aquel entonces, Alex de la Iglesia era un jovenzuelo que empezaba a llamar mucho la atención. ¿Cómo fueron aquellos rodajes? ¿Desde dentro se intuía el futuro exitoso que iba a tener Alex?

RB: No (risas). A Álex le conocía de antes porque conocí a su hermana Mati, que falleció muy joven además. Bueno, con Álex de la Iglesia habíamos estado trabajando en ETB, en un programa que hacía Antxon Urrosolo, que se llamaba Detrás del Sirimiri. Yo estaba ahí llevando como la puesta en escena, porque cada programa tenía un decorado diferente. Para hacer un decorado diferente en cada programa se llamaba a gente distinta de Bellas Artes. Había unos cuantos jóvenes que hacían cómics, que hacían pintadas callejeras y tal y cual. Se llamaron «La Familia Basura», «Los Borguens»… tuvieron varios nombres. Estaban formados por Álex de la Iglesia, José Luis Arrizabalaga y Biaffra, los que han sido luego directores de arte. Entonces, cuando habían hecho el decorado de un corto que les había quedado tan bonito decían «joder, ahora hay que romper el decorado este y tal, ¿por qué no hacemos algo?» y a la cuadrilla esta se le ocurrió hacer Mirindas Asesinas. Hicieron un guión a toda leche, con Kiko de la Rica en la dirección de fotografía. Hablamos de un Kiko muy nuevo y había hecho más cosas que ellos. Entonces yo creo que llamaron a la gente que tenían más cerca, a gente con la que estaban trabajando en ETB porque, por generación, había una diferencia de edad importante. Pero yo creo que, para ellos, los actores más inmediatos éramos nosotros, con los que habían trabajado y aquello fue una aventura también. Pensabas que era una locura de Álex de la iglesia, que los iba matando a todos… Con Pablo Berger hicimos otra cosa también de cine gore, también toda la sangre y toda la casquería… pero era un poco su imaginario cinematográfico. Tanto Pablo Berger como Álex de la Iglesia son unos benditos… pero luego hacen cosas muy salvajes (risas).

Álex Angulo y Ramón Barea en Acción Mutante.

ZN: Acabas de mencionar a Pablo (Berger), con quien también has trabajado en largometrajes como Torremolinos 73, Blancanieves o Abracadabra. ¿Cómo de difícil es trabajar con un amigo, Ramón?

RB: No es difícil. Yo soy muy obediente con todo el mundo, incluso en los cortos, que me llama gente nueva. Hay veces que me dicen «bueno, tú si ves algo en el guion, o si quieres cambiar alguna cosa….» yo siempre les digo, incluso a los amigos, o a la gente que no conozco de nada, que la conozco en el rodaje, o que me han llamado, o que he coincidido en un festival y siempre la actitud mía es tú dime qué es lo que quieres que haga, tú dime cómo imaginas esto, el personaje y tal. Yo no te voy a decir cambia esto o no me gusta este diálogo. Voy contigo, voy a favor de lo que tú quieras hacer. Si nos pegamos una hostia, pues nos las pegamos juntos, pero no me preguntes porque no hay nunca la certeza de que eso es lo adecuado. Luego he tenido la suerte de que habiendo hecho muchos trabajos, muchos de cortos, de largos, de series menos, no hay nada de lo que esté arrepentido. ¿Que esto lo podría haber hecho mejor? Eso siempre pasa, pero me refiero a «¿yo por qué hice esto?» jamás. He tenido la suerte de los cortos que he hecho, que un montón de ellos hayan sido premiados. De haber estado de casualidad en proyectos para los que me han llamado que han tenido un buen resultado, ¿no? Entonces parece que he hecho más cosas de las que he hecho.

Me dicen «es que estás en todas». No, lo que pasa es tengo la suerte de estar en algunas que se ven un montón. Entonces, por eso me recuerdas. Pero, de 200 películas anuales, yo puedo estar en dos y en un corto o dos cortos. Menos estos dos o tres últimos años que ha sido la apoteosis. Es la primera vez que me veo diciendo no, pero no porque esté eligiendo el guion, sino porque no hay fechas para hacerlo.

Blancanieves, de Pablo Berger: ganadora de 10 Premios Goya.

ZN: Dices que no has hecho tanta televisión pero has participado en Siete vidas, Compañeros, Cuéntame, Policías, El Comisario, Aquí no hay quien viva, Hospital Central, Los misterios de Laura, La línea invisible, Yo adicto o Su majestad, solo por citar algunas series. El consumo de televisión ha cambiado muchísimo también. Las televisiones generalistas han perdido terreno en favor de las plataformas streaming. ¿Consideras que ahora hay una mayor oferta de trabajo en este medio, a raíz de lo que mencionabas, que a diferencia de comienzos de siglo, por ejemplo?

RB: Mira, en general sí. Claro, hay más series, hay más trabajo, más actividad. Por ejemplo, lo que está pasando en el País Vasco con las deducciones, que están viniendo muchas productoras que no tienen sus raíces aquí pero que, para aprovechar las ventajas fiscales, vienen a trabajar. Con lo cual, puede ser muy digno buscar esta mejor opción. Pero está pasando que las contrataciones son más de técnicos, que les sale más baratos tener técnicos del lugar que traerse técnicos, por ejemplo, de Madrid. Sin embargo, en actores no está tan claro, ¿sabes? En muchos casos, los protagonistas son de otros lugares, salvo las producciones directas de aquí, de directores o directoras que son de aquí. Pero bueno, en todo caso, la botella está medio vacía y medio llena. Por un lado es verdad que hay más trabajo y más posibilidades. Por otro lado, bueno, no se está dando suficiente espacio a los intérpretes de aquí.

Yo no he tenido rechazo, pero sí que he tenido dificultades para entrar en televisión. Me han llamado muchísimo, pero siempre me coincidía con un estreno de teatro o con un proyecto en el que me había comprometido por lo que jamás lo iba a dejar. Y luego, cosas que he dicho «esto lo voy a hacer» resulta que nos han echado. Aquel programa mítico de Televisión Española en directo de los Trueba (Fernando Trueba y David Trueba) y El Gran Wyoming, titulado El peor programa de la semana. Duramos cinco o seis programas de directo, estuvieron en un lío con Quim Monzó (escritor que ridiculizó a la infanta Elena en TV3) y con la directiva de Televisión Española, y se cortó aquel programa.

Yo hice con Alfredo Landa, poco antes de morirse… Había un proyecto y estábamos los dos metidos. Rodamos el piloto, que era maravilloso. Alfredo era un profesor de instituto de literatura y yo era un policía. Los dos resolvíamos los casos cogiendo el hilo de tramas argumentales de la literatura. Era precioso pero aquella serie no se hizo. Nunca supe la razón. Es cierto que Landa tenía un temperamento muy fuerte pero sigo sin saber por qué se rindió la cadena.

Yo me meto en un directo en Televisión Española que era Nadie es perfecto con Antxon Urrosolo. Duramos cuatro o cinco programas. Mi función, que era también la puesta en escena, se convirtió en evitar que Antxon Urrosolo, al que admiro, y el realizador del programa, se pegasen por los pasillos. Los echaron de ahí porque era un poco caótico por diferentes razones. Entonces, con televisión he tenido una relación extraña. Y siempre me ha dado un poco de vértigo pensar «esto va para mucho tiempo, esto es una serie diaria», por ejemplo. Como dices, pasar yo media vida aquí o parte de mi vida de seguido, no he querido. Siempre lo que me ha pasado, que es haber podido hacer muchos secundarios en esto, algún protagonista o coprotagonista por ahí, para mí ha sido un estado de felicidad. Te mueves en un territorio menos comprometido, menos traumático. Con posibilidad de alternar. Poder estar haciendo teatro, poder estar haciendo cine, eso me permite también oxigenarme.

Su majestad: comedia de corte Realista.

ZN: En 2003 te pusiste detrás de las cámaras con El coche de pedales y el malogrado Álex Angulo como protagonista. Antes hiciste lo propio con Pecata Minuta. ¿Qué tal fueron ambas experiencias? ¿Es una puerta, la dirección, que está completamente cerrada?

RB: Fueron experiencias maravillosas, aunque yo pensaba que no iba a pasar nunca. Cuando empecé los cortos, Muerto de amor y Adiós Toby, adiós, un productor me dijo,
«Venga, hazlo. Yo lo muevo, yo pido la ayuda a Madrid». La experiencia de dirigir las pelis fue maravillosa, pero era tan costoso… la preproducción, el rodaje, la distribución… y no me fue bien. O sea, dieron mogollón de premios a las actrices y a las pelis en festivales, pero siempre pasaba algo. En la distribución había una quiebra del distribuidor… Paco Hoyos, en el caso de El coche de pedales, y en todas hubo alguna dificultad. Entonces yo dije, «no voy a hacer nunca más una peli». En los últimos años, en una de las pelis que estuve con Santiago Requejo, @buelos, me preguntó «¿pero tenías más guiones, ¿qué tenías en la cabeza?» Le conté cosas que no iba a hacer. Y con una de ellas me dice «esa te la produzco yo». Te estoy hablando del año pasado. «Esto lo tienes que hacer, esto lo hacemos». Entonces, está ahí sobre la mesa, dando vueltas. Es un guion sobre la vejez, una visión optimista de la vejez. Yo ahora que estoy mayor, ya me ofrecen papeles de abuelo con Alzheimer, abuelo con demencia senil, y yo digo, «joder, mi padre vivió 98 años, era longevo y tal». La vejez es la etapa más larga de nuestra vida. Más que la infancia, más que la adolescencia, más que la juventud… Sin embargo, no está contada de buena manera, de una manera optimista, de una manera… Otra cosa es la enfermedad, pero ese es el guion que está sobre la mesa.

ZN: El dos veces ganador del Oscar, Asghar Farhadi (Todos lo saben), reunió en 2018 a Penélope Cruz, Javier Bardem, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Inma Cuesta, Elvira Mínguez y Ramón Barea. En todos estos años, las habrás visto de todos los colores, pero ¿impone llegar al set y estar rodeado de intérpretes de semejante pelaje?

RB: Cuando los ves desde fuera, les admiras y los personajes que les ves hacer te dejan huella. Les reconoces más por sus personaje. Al principio sí me pasaba que cuando me encontraba con alguien que lo había visto antes en la pantalla, me producía respeto, ¿no? Y yo me sentía, pues, de alguna manera, inferior, porque tenía menos experiencia, más inseguridades y admiraba la soltura con la que se movía en las primeras pelis. Pero luego enseguida descubres que el protocolo es siempre el mismo. La forma de llegar al personaje o lo que le sucede en esa secuencia, y entonces te olvidas de que es alguien a quien tú puedes, incluso, admirar como espectador. Te olvidas de ello y estás en la situación, en tu personaje, recibiendo también lo que te da la otra persona. Luego sí, desde fuera dices, «voy a trabajar con Javier Bardem o con Eduard» pero dentro, en el cine, haces cosas que en la vida normal serías incapaz de hacer. De peligros, de conducir coches a mucha velocidad, no sé cómo explicarte… Hacer acciones que no harías nunca en la vida real y ahí hay algo de vamos a la piscina y aquí estamos y voy a estar receptivo con lo que tú me das como personaje olvidándome de quién es la persona que interpreta ese papel. Y luego, al final, es que las grandes figuras, en general, he descubierto que son muy cercanas. Es decir, que estás hecho de la misma pasta que ellos y que ese cajón negro de las emociones es muy parecido.

Junto a Penélope Cruz en Todos lo saben.

ZN: De Borja Cobeaga podemos considerarte, también, actor fetiche. Además haciendo películas bastante vinculadas con la realidad actual. Uno de tus grandes papeles fue como protagonista en Negociador. ¿Te sientes más cómodo abordando ese tipo de papeles o prefieres abordar roles vinculados al fantástico como en Una ballena?

RB: No, me da igual. Hoy me ha pasado, incluso, en un encuentro (tras el pase de prensa de Una ballena) con un periodista joven que me decía «bueno, aquí estás en un papel como serio y tal, porque tú normalmente sueles hacer más comedia». Le he respondido que le podría hacer cinco tipos de curriculums: uno de cine gore (con Pablo Berger cuando hicimos Mama), otro de comedia, otro de cine fantástico, yo he hecho voces (Unicorn Wars) o pelis así que son de misterio o, mismamente, Mirindas Asesinas. Entonces, yo creo que he tenido oportunidad de hacer diferentes géneros, casi cada director es un género. Aunque digas «he hecho comedia» ¿qué comedia? ¿qué tipo de comedia? es decir que es comedia pero es de otro estilo. Yo creo que me he movido en todos los géneros y me he movido con más o menos dificultad o necesitando pactar más cosas con quien dirige, pero he entrado a todo. Ya te digo, si hiciera la lista por grupos, me saldrían varios curriculums extensos (risas). A veces me dicen «pero no has protagonizado». Sí, sí que he protagonizado algunas, pero no me ha importado en la siguiente peli hacer tres sesiones y eso yo creo que me ha permitido también permanecer.

ZN: Con Cinco Lobitos, de Alauda Ruiz de Azúa, fuiste nominado al Goya. ¿Sería un bonito broche a tu carrera ganar «el cabezón» un año de estos o es algo que tampoco te quita el sueño?

RB: Para mí el premio que ya me han dado, que me ha dado la vida profesional, en la que he pasado de todo, es haber permanecido. O sea, es que hoy, a mi edad y tal como están las cosas de producciones, de nuevos realizadores y demás, que me sigan llamando. Que me sigan llamando, por cierto, muchos nuevos realizadores, cosa que me llama la atención, o muchas directoras. Ese es el verdadero premio. También me pasa que viniendo del teatro, habiendo venido de cargar y descargar furgonetas, siempre lo digo, y no es una tontada. Yo pasé muchos años haciendo giras de teatro, cargando y descargando la furgoneta. No empecé en la alfombra roja, no fui un adolescente o un joven que venía del actor’s studio. Tampoco me hice famoso enseguida trabajando en una serie, no es mi caso. Entonces, eso me da distancia. Habiendo estado vinculado a muchas producciones nominadas, yo creo que he estado dos veces en mi vida en la ceremonia de los Goya o en los Max. Soy de la academia y no suelo ir. Lo veo desde casa y me gusta que lloren los actores y que se lo dediquen a su madre y no sé qué. Todo eso me gusta, es muy divertido. Es como ver una película también. Pero estar ahí, las veces que he estado, me ha aburrido. Una fue para entregar un premio y otra con la inquietud de ser candidato como actor secundario. Pero lo paso mal, prefiero estar con la distancia. Separarme, verlo de lejos. No soy antipremios. Me gusta, me alegra mucho que les den premios a amigos y amigas, que les den el premio a películas que me han gustado.

Cinco lobitos.

ZN: Última parada, Ramón. Antes me has dicho que estás trabajando más que nunca pero ¿consideras que estás en el mejor momento de tu carrera? Por otra parte, ¿en qué crees ha cambiado el cine en estos casi 45 años desde que empezaste?

RB: Empiezo por el final. Ahora hay más cine, más cortos. Esos que te he comentado que he tenido que decir que no es porque los dos, o los tres, quieren rodar en septiembre. En definitiva, en el volumen. La sensación de que hay más posibilidades, lo cual es bueno. Que hay más gente haciendo cortos, haciendo cine. No sé si es bueno o malo para el mercado, pero sí que es bueno para la expresión y para la creación, sin duda. Y se irán inventando canales como se van inventando festivales, plataformas y cosas así. Y para mí ha cambiado que ahora que han pasado cincuenta años, es cuando estoy cogiendo el tranquillo (risas). Es un momento dulce, sí. Principalmente los últimos años. Te estoy hablando desde hace quince años o algo así. De repente en teatro me dieron el Premio Nacional de Teatro (2013), en el cine me hicieron el homenaje en Zinemira (2021), en la Academia de Artes Escénicas me hicieron socio de honor… ese tipo de rollos, de reconocimientos, que, cuando vienes de pelearte con la vida y con las concejalías de cultura y con los programadores, es de agradecer.

Ahora es un momento dulce, sin duda. Un momento de estos de tranquilidad, pero emocionalmente con la misma inquietud y con la misma pasión para los trabajos. Ya me he distanciado, eso se aprende con el tiempo, a convivir con el éxito, con el fracaso. A mí me da miedo cuando el representante de un actor o una actriz lo sujeta para que no deje de tener éxito y no baje la cota. A mí eso me da igual. He podido hacer papeles así, papeles de menos sesiones, pero nunca he perdido la pasión por el trabajo. Nunca he tratado de hacerlo como de oficio. Siempre como me piden, o como creo que es o como pactamos que sea. Pero yo creo que es un momento dulce en lo personal y, en el cine, el momento de la presencia de mujeres directoras también me llama mucho la atención. Además yo estoy participando con ellas en varias cosas nuevas, pero también hice cosas en el pasado. Por ejemplo, he trabajado con Iciar Bollaín en La boda rosa y también con Alauda Ruiz de Azúa haciendo Cinco lobitos. Tengo películas próximas de estreno que son óperas primas hechas por mujeres. Es el azar. ¿Sabes que nunca he tenido representante?

ZN: Lo leí hace poco en una entrevista, pero no tenía ni idea.

RB: Sí, nunca, nunca. La gente se extraña mucho. Me preguntan, «¿eso es cierto?» Es verdad eso, no he tenido nunca aunque me hayan llamado. Entonces, no he manipulado mi vida. No he manejado las riendas, me ha ido viniendo. En ese sentido, soy un afortunado.

ZN: Muchas gracias por tu amabilidad, Ramón.

RB: Gracias a ti.