«Tras dos años de aislamiento total, ver cumplido el sueño de Valeria (8 años) nos devolvió la vida. A todos»
Una infancia encerrada en una habitación de aislamiento no es infancia . De eso sabe, por desgracia, y mucho, Valería, una niña de San Fernando (Cádiz), diagnosticada en 2022 de aplasia medular, cuando tenía apenas cinco añitos. «Le vimos una especie de mini cardenales en la espalda, que luego supimos que se llamaban petequias. Pero lo que realmente nos alertó fue un moratón que le hicimos casi sin tocarla, ayudándole a salir de la piscina», explica Yasmine, su madre. De hecho fueron ese mismo día, un sábado, a urgencias, «y solo veinticinco minutos después de la analítica en sangre que le hicieron, la niña estaba en una habitación de aislamiento, recibiendo transfusiones», relata. El lunes, tras una punción lumbar, ya tenían confirmado el diagnóstico: aplasia medular de grado grave. Tras intentar un tratamiento, vieron que no quedaba otra que realizar un trasplante de médula ósea . «Tuvimos que trasladarnos al Hospital Reina Sofía de Córdoba, donde le prepararon para recibir las células del donante. Antes de la operación –rememora– estuvimos un mes completo ella y yo dentro de una cámara de aislamiento , teniendo solo contacto con el padre a través de un cristal». Solo entraban el oncólogo y una limpiadora, con traje, guantes, y gorro, para introducir el mínimo de virus posibles en la habitación». Tras la operación, vivimos casi dos años en aislamiento total. «Fue peor que el covid, no podíamos tener contacto con nadie, a mi hijo pequeño lo han criado entre mi hermana y mis padres. Mi hija hizo primero y segundo de Primaria en casa, con un profesor de la Junta de Andalucía que venía a casa siempre con mascarilla. Un simple resfriado acababa siempre en el hospital. Ha sido durísimo», reconoce Yasmina. Ahora Valeria ya está en remisión, poco a poco, muy lentamente. «Gracias a Dios estamos bien. Su doctora Toñi Rodríguez del Reina Sofia nos va dando libertad para retomar ciertas cosas. En lo cotidiano nos quejamos del día a día, pero bendita rutina. Hasta lo más mínimo, el ir corriendo de un lado para otro, el que puede tiene un privilegio, y que nunca lo pierda. Estas enfermedades te afectan en el ámbito de la salud, en el social, psicológico y hasta en el económico». Van recuperando poco a poco su vida y desde febrero de 2025 Valeria puede incluso asistir al colegio, pero les ha costado creérselo. El punto de inflexión llegó con la propuesta de la Fundación Pequeño Deseo , que este año cumple la friolera de 25 años haciendo realidad los sueños de más de 7.300 niños. El de esta niña, de siempre, era ver en acción al cantante cordobés Antonio José, al que admira profundamente. «Estuvimos en Córdoba, con él, antes de que se subiera al escenario para dar un concierto en la plaza de toros» Cuarenta minutos que fueron, asegura su madre, «lo más maravilloso que mi hija se ha llevado de todo esto, cien por cien. Él fue un cantante encantador. Nos trató de una forma increíble y consiguió que mi hija volviera a sonreír tras lo vivido. Esto nos dio el golpe de realidad que nos indicaba que estábamos saliendo de lo oscuro. Ahí fue cuando mi marido y yo vimos que íbamos por buen camino. Necesitábamos verla feliz como lo hicimos ese día y como es hoy en día. Que se le volvieran a iluminar a mi hija los ojos fue lo que nos devolvió la vida. A todos»
Una infancia encerrada en una habitación de aislamiento no es infancia . De eso sabe, por desgracia, y mucho, Valería, una niña de San Fernando (Cádiz), diagnosticada en 2022 de aplasia medular, cuando tenía apenas cinco añitos. «Le vimos una especie de mini cardenales en la espalda, que luego supimos que se llamaban petequias. Pero lo que realmente nos alertó fue un moratón que le hicimos casi sin tocarla, ayudándole a salir de la piscina», explica Yasmine, su madre. De hecho fueron ese mismo día, un sábado, a urgencias, «y solo veinticinco minutos después de la analítica en sangre que le hicieron, la niña estaba en una habitación de aislamiento, recibiendo transfusiones», relata. El lunes, tras una punción lumbar, ya tenían confirmado el diagnóstico: aplasia medular de grado grave. Tras intentar un tratamiento, vieron que no quedaba otra que realizar un trasplante de médula ósea . «Tuvimos que trasladarnos al Hospital Reina Sofía de Córdoba, donde le prepararon para recibir las células del donante. Antes de la operación –rememora– estuvimos un mes completo ella y yo dentro de una cámara de aislamiento , teniendo solo contacto con el padre a través de un cristal». Solo entraban el oncólogo y una limpiadora, con traje, guantes, y gorro, para introducir el mínimo de virus posibles en la habitación». Tras la operación, vivimos casi dos años en aislamiento total. «Fue peor que el covid, no podíamos tener contacto con nadie, a mi hijo pequeño lo han criado entre mi hermana y mis padres. Mi hija hizo primero y segundo de Primaria en casa, con un profesor de la Junta de Andalucía que venía a casa siempre con mascarilla. Un simple resfriado acababa siempre en el hospital. Ha sido durísimo», reconoce Yasmina. Ahora Valeria ya está en remisión, poco a poco, muy lentamente. «Gracias a Dios estamos bien. Su doctora Toñi Rodríguez del Reina Sofia nos va dando libertad para retomar ciertas cosas. En lo cotidiano nos quejamos del día a día, pero bendita rutina. Hasta lo más mínimo, el ir corriendo de un lado para otro, el que puede tiene un privilegio, y que nunca lo pierda. Estas enfermedades te afectan en el ámbito de la salud, en el social, psicológico y hasta en el económico». Van recuperando poco a poco su vida y desde febrero de 2025 Valeria puede incluso asistir al colegio, pero les ha costado creérselo. El punto de inflexión llegó con la propuesta de la Fundación Pequeño Deseo , que este año cumple la friolera de 25 años haciendo realidad los sueños de más de 7.300 niños. El de esta niña, de siempre, era ver en acción al cantante cordobés Antonio José, al que admira profundamente. «Estuvimos en Córdoba, con él, antes de que se subiera al escenario para dar un concierto en la plaza de toros» Cuarenta minutos que fueron, asegura su madre, «lo más maravilloso que mi hija se ha llevado de todo esto, cien por cien. Él fue un cantante encantador. Nos trató de una forma increíble y consiguió que mi hija volviera a sonreír tras lo vivido. Esto nos dio el golpe de realidad que nos indicaba que estábamos saliendo de lo oscuro. Ahí fue cuando mi marido y yo vimos que íbamos por buen camino. Necesitábamos verla feliz como lo hicimos ese día y como es hoy en día. Que se le volvieran a iluminar a mi hija los ojos fue lo que nos devolvió la vida. A todos»
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