Traición económica a la demografía

A pesar del aumento de la población en edad productiva, la economía no creció ni generó empleo en los últimos 20 años. La economía le dio la espalda a la demografía.

Mar 26, 2025 - 08:59
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Traición económica a la demografía

Desde el inicio de este siglo XXI, la población le dio a México una enorme oportunidad histórica, única, para el crecimiento y el desarrollo: el bono demográfico. La estructura por edades de los habitantes del país permitió que dos de cada tres personas estuvieran en edad productiva y no de dependencia. En otros momentos, la relación era inversa: había más gente, sobre todo niños, a la que había que atender que la que podía trabajar. Sin embargo, esa gran oportunidad se ha desperdiciado: la economía no crece y no genera empleo. La economía le ha dado la espalda a la demografía. Veamos diez datos duros de los últimos veinte años.

1. Entre el inicio de 2005 y el cierre de 2024, en dos décadas, la población total del país pasó de 107 a 130 millones de habitantes: un aumento de 23 millones de personas, 22 por ciento más.

2. En cambio, la población en edad de trabajar, de 15 años y más, pasó de 73 a 102 millones: un incremento de 29 millones, equivalente al 39 por ciento. Así, los habitantes en edad de trabajar se expandieron más que la población total. Eso quiere decir que el número de bocas que alimentar creció a menor ritmo que el de manos disponibles para producir riqueza en el país: una magnífica noticia para la economía.

3. En 2005, la población de 15 años y más representaba el 68 por ciento del total de habitantes. Sin cambio en la estructura por edades, el 68 por ciento de los 130 millones actuales serían 89 millones de personas, pero ya vimos que en realidad los de 15 y más años son actualmente 102 millones. Esos 13 millones adicionales son la cuantía del bono demográfico.

4. Ahora bien, la población económicamente activa, es decir, el número de trabajadores, pasó de 43 a 61 millones, 18 millones más (42 por ciento). O sea que lo que más creció en términos relativos fue la cantidad de gente queriendo trabajar. Otra muy buena nueva.

5. Pero no sólo es que haya más trabajadores: también están más preparados. En 2005 apenas uno de cada cuatro (24 por ciento) tenía estudios medio superiores y superiores; ahora son casi la mitad (45 por ciento). Hace dos décadas, uno de cada cinco trabajadores (21 por ciento) tenía la primaria incompleta; ahora es menos de uno por cada diez (8 por ciento). Mejoró el capital humano.

6. La mala noticia es que en esos veinte años el PIB tuvo un crecimiento acumulado de 34 por ciento, un mediocre 1.7 por ciento al año.

7. De los 18 millones de nuevos trabajadores, la mitad, 9 millones, no tienen acceso a servicios de salud por su empleo; están en ocupaciones que no les ofrecen las prestaciones que la Constitución y las leyes laborales contemplan. Trabajan en la informalidad. La economía tuvo tan mal desempeño que no absorbió productivamente a la nueva mano de obra a pesar de ser más calificada.

8. Si el bono demográfico fue de 13 millones y 9 millones engrosaron la informalidad, el 70 por ciento del bono se desperdició en tareas poco productivas.

9. El mal uso de la fuerza de trabajo se refleja en el estancamiento de la productividad laboral, que acumulada en estas dos décadas es de 2.4 por ciento, casi nada.

10. En estos 20 años, la inversión total en la economía creció sólo 35 por ciento, 1.8 por ciento al año, casi tan lento como la economía. Mientras la inversión privada aumentó 42 por ciento en el periodo, la pública cayó en 27 por ciento.

La conclusión es clara y lamentable a la vez: si México creció en estos años, fue gracias al favorable choque de oferta de trabajo, que sumó millones de personas a la producción. Pero la política económica fue proclive al estancamiento: redujo la inversión pública con lo que se restaron capacidades para crecer más.

Cuando más oportunidades teníamos de crecer y generar empleo formal para así generar bienestar y nutrir los fondos de pensiones, se optó por una política económica restrictiva y socialmente irresponsable.

Se trata de un grave desperdicio del bono demográfico. En vez de aprovecharlo para crecer y producir riqueza, se dejó pasar y pronto México entrará en una acelerada fase de envejecimiento poblacional. En vez de bono tendremos pagaré demográfico. Dejaremos de ser un país de jóvenes para volvernos uno de viejos en pobreza.

Los conductores de la política económica permitieron el desperdicio de esa oportunidad histórica: dilapidaron el bono demográfico. Entre 2005 y 2024 hubo cuatro presidentes y sus distintos secretarios de Hacienda. La mediocre economía y el daño social que acarrea son su responsabilidad directa.