Sucedió el sábado en el trayecto que va desde el Arco de la Macarena hasta Casa Moreno, donde nuestro Emilio Vara, cruzando Sevilla. La misa en la basílica la había dado un cura que yo supuse angoleño que rezaba para dentro y nadie era capaz de seguirle, con lo que toda la liturgia era un puro murmullo. Él murmuraba y toda la iglesia le respondía, claro, murmurando. Estuvimos en murmullo de siete en la Macarena. Detrás, la Esperanza miraba el infinito y la curiosa situación con divina gracia y Nuestro Señor, Jesús de la Sentencia, llevaba –como cantaba Lole– «la paz entre las manos». A la salida, en el bar frente al arco, en esa bendita esquina en la que...
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