Salman Rushdie. “Musk hace curaduría al discurso de la extrema derecha”
Tras la publicación de Cuchillo, en el que escribe sobre el atentado del que fue víctima en 2022, el autor de Los versos satánicos habla sobre política y literatura
(CARTAGENA).-Salman Rushdie, el autor indio de 77 años que sobrevivió a un ataque de quince cuchilladas en 2022, tiene excelente sentido del humor. Pasó recientemente por el Hay Festival de Cartagena para presentar su libro Cuchillo, sobre aquel atentado en el que casi pierde la vida, y le ha dicho al público en Colombia que tienen caras amistosas, menos amenazantes a la de quien, hace tres años, lo atacó salvajemente frente a una audiencia parecida.
Rushdie, a quien el régimen islámico iraní amenazó de muerte en 1989 por su libro Los versos satánicos, señala en conversación con este diario que en ese momento a los críticos se les olvidó leer entre líneas el buen humor con el que salpicaba sus libros. El atentado en su contra, perpetrado por Hari Matar, un estadounidense de origen libanés de 27 años, le quitó al escritor las ganas de ir a eventos públicos, pero ha regresado como un acto de resistencia, con el amor de su familia en una mano y la risa en la otra.
En momentos en que se inicia el juicio por el atentado en un tribunal del norte del estado de Nueva York, Rushdie habla sobre la poesía que le faltó a Netflix al ilustrar Cien años de soledad, sobre su nueva relación con la muerte y sobre la crisis migratoria en Estados Unidos.
–La primera vez que usted vino a Cartagena, en 2009, pidió no tener escoltas porque quería caminar libre por la ciudad. Después de estar tan cerca a la muerte en 2022, ¿sigue resistiéndose a la presencia de guardaespaldas?
–Sí, me resisto, excepto ante un público muy grande. Cuando hay más de mil personas es imposible no tomar precauciones. El Hay Festival ha tratado el tema de forma muy profesional, asegurando la seguridad sin que esta sea muy intrusiva para la audiencia. Yo solía vivir una vida perfectamente normal, pero ahora no puedo correr el riesgo de un nuevo ataque.
–¿Lo pone nervioso estar frente una audiencia como la de este festival?
–Aún estoy redescubriendo eso. Durante un buen periodo decidí no hacer eventos públicos, era muy sensible, no me sentía listo. Pero no quiero pasar el resto de mi vida siendo invisible. Cuando se publicó Cuchillo hice pocos eventos, en Alemania, Francia, Italia, uno pequeño en España, y estoy aprendiendo de nuevo. Mi instinto me pide no exagerar con la seguridad, porque el peligro no es un ejército de personas contra mí. En 2022 fue solo un individuo, loco, el que me atacó.
Cien años de soledad vive en el lenguaje del libro y eso no se puede filmar
–Habla siempre de cómo el amor lo ayudó a recuperarse de ese evento traumático, pero quienes lo conocen dicen que tiene un muy buen sentido del humor. ¿Lo ha ayudado la risa?
–Sí, y siempre ha sido así. En mis primeros libros, cuando la gente los reseñaba, decían que eran muy divertidos. Luego, como lo que pasó con Los versos satánicos no fue nada divertido, la gente dejó de hablar de mis textos como divertidos, aunque mi forma de escribir no había cambiado. Eso ha variado algo con los años. Se me ha permitido ser divertido de nuevo, pero mi escritura con humor ha estado ahí siempre.
–Cuando lo amenazaron de muerte, en 1989, cuenta que mucha gente temía estar a su alrededor y se alejaron. ¿Pasó algo parecido después del ataque?
–No, para nada, al contrario. Incluso en 1989. Claro que había un elemento de miedo, pero mis amigos fueron muy leales, muy cercanos, y eso me ayudó mucho. El miedo era sobre todo en el círculo de personas después de ellos. Yo también me pregunté si lo mismo ocurriría esta vez, pero no, y para dejarlo muy claro: creo que si alguien intenta matarte, la gente siente mucha empatía hacia ti. Mucha gente se sintió feliz de que yo no hubiera muerto.
–¿Cambió su relación con la muerte tras ese episodio?
–La siento más cerca. Ninguno de nosotros sabe cómo se va a acabar esta película, nuestra vida, pero pude ver el tráiler antes del final, pude ver que me moría. Fue un momento poderoso y, literariamente, muy interesante, porque te hace pensar mucho sobre la muerte. En mi familia las mujeres llegaron a los 100 años, mientras que los hombres no, así que espero seguir más la línea femenina de la familia.
–¿Ha pensado en escribir algo más sobre esa nueva relación con la muerte además de Cuchillo?
–Sí. Aunque no tengo una idea de cómo, creo que cuando algo tan significativo ocurre en la vida de un artista, saldrá reflejado en su obra de una u otra forma. Cómo va a salir, no te puedo decir, pero estoy seguro de que así será.
Preocupa el tema de las deportaciones en Estados Unidos. La vida norteamericana se verá afectada por ellas.
–Cien años de soledad fue una gran influencia en su literatura. ¿Qué tan cercano fue a García Márquez?
–Pienso en él siempre que vengo a Colombia. Nunca nos conocimos pero sí hablamos una vez por teléfono, gracias a Carlos Fuentes. Yo estaba en Ciudad de México, cenando con Fuentes, quien dijo: “Es una locura que ustedes dos no se conozcan”. García Márquez estaba en Cuba, visitando a Fidel Castro. Carlos entró a un cuarto, llamó a La Habana, y luego me pasó el teléfono. Tuvimos una conversación muy larga, de una hora, muy amistosa. Me dijo que a su edad ya no leía mucho que no fuera en español, pero que había dos escritores de quienes siempre quería saber en qué andaban: Coetzee y yo. [Se toca el corazón, conmovido, con su mano izquierda]. Fue un enorme cumplido, nunca lo olvidaré.
–¿Sigue siendo importante el realismo mágico en su trabajo?
–Me resisto al término porque me parece que el realismo mágico le pertenece a América Latina. Cortázar, Asturias, Carpentier, Manuel Puig y otros; el término les pertenece. De donde yo vengo, la tradición fantástica es más poderosa que el realismo. Eso fue lo que sentí cuando empecé a leer a estos latinoamericanos, lo similar. El mundo era entonces para mí el de India y Pakistan, donde la religión es poderosa, con una historia de colonización, con intervenciones militares en la política, con diferencias abismales entre ricos y pobres, entre ciudades y el campo. En los latinoamericanos encontraba ecos, me reconocía, los curas en los libros eran mis mullahs, esos generales eran mis generales.
–¿Ya vio la serie en Netflix de Cien años de soledad?
–La vi. Creo que hicieron un gran esfuerzo. La creación de Macondo me pareció convincente. Pero no es Cien años de soledad, porque esa historia vive en el lenguaje del libro, y no puedes filmar el lenguaje. El libro tiene muy poco diálogo, así que para la serie tuvieron que inventar los diálogos y, lo siento, no está al mismo nivel del lenguaje del libro. Mi esposa y yo disfrutamos la serie, pero todo tiene menos magia. Lo más interesante del libro es que lo surreal sea tratado de forma tan normal, como Remedios la bella subiendo al cielo, mientras que la tecnología les da pavor, como cuando el tren llega a Macondo y asusta a la gente. Esa es una de mis partes favoritas de la novela, cuando llega el tren y una mujer sale corriendo y luego dice que algo terrible se acerca. Lo que le asusta a la gente de Macondo es la modernidad.
–Hablando de tecnologías, y como alguien que ha defendido la libertad de expresión con su vida, ¿qué opina de Elon Musk, ahora en el gobierno de Trump, cuando dice que defiende la libre expresión al permitir todo tipo de discursos en la red social X?
–Elon Musk no defiende la libre expresión. Su red social hace curaduría al discurso de la extrema derecha. Apropiarse de una causa noble como es la libertad de expresión, cuando lo que realmente haces es lo opuesto, es muy deshonesto. No soy fan del señor Musk, y me encantaría fuera el primer hombre en Marte.
–¿Para que se quede allá?
–Sí, déjenlo irse. Si le gusta, pues que se vaya. Una vez lo conocí, en Los Ángeles, hace diez años, y dijo que tomaría siete años llegar a Marte. Ya pasaron los siete años y de verdad quiero que se vaya.
–Usted es indio, pero ha sido migrante en el Reino Unido y en Estados Unidos, países donde los discursos contra los migrantes han ganado mucho espacio político. Como alguien que ha luchado contra los radicalismos, ¿cómo perdieron tanto oxígeno valores culturales como la tolerancia o la empatía?
–Sí, esos valores están más débiles ahora que en cualquier otro momento de mi vida. Yo soy un migrante doble, de India a Inglaterra, de Inglaterra a Estados Unidos, y en mi vida siempre he intentado celebrar el lado más positivo de eso, todo lo que la migración alimenta la cultura. Vivimos en una era de migraciones, un tiempo en la historia en el que mucha gente se mueve por el planeta por razones económicas o políticas. ¿No es Estados Unidos una nación de inmigrantes acaso? Aparte de los nativos americanos, todos son migrantes, eso ha sido así desde los padres fundadores. El gran mito americano ahora dicen que es malo, maligno. Incluso Elon Musk es de Sudáfrica.
–¿Y qué pasa en una sociedad si a uno se le acaba el mito nacional fundacional?
–Creo que el mundo no dejará de tener aviones, barcos, el movimiento va a seguir ocurriendo, no pueden parar al mundo porque no aprueban lo que sucede. Ahora nos preocupa el tema de las deportaciones en Estados Unidos. Creo que los norteamericanos deberían tener cuidado con lo que desean. Si siguen adelante, se darán cuenta de que el precio de los alimentos no va a bajar, sino que va a subir, porque no va a haber nadie para recoger la cosecha. El mundo médico se verá también afectado, porque habrá menos personas trabajando en los hospitales. Absolutamente todos los aspectos de la vida norteamericana se verán afectados por las deportaciones.