Reseña: Risa Negra, de Sherwood Anderson

La búsqueda y el sinsentido conviven en Risa negra, la novela del escritor norteamericano Sherwood Anderson (Ohio, 1871-Panamá, 1941) que recorre con melancolía la vida en el Midwest estadounidense de la década del 20, cuando la posguerra parece hundir en el desencanto a una sociedad perdida en las ilusiones del progreso.De buenas a primeras, Bruce Dudley abandona a su mujer –una escritora moderna, parte del ambiente intelectual de Chicago–, deja su trabajo como periodista y regresa a un pueblito llamado Old Harbor, en Ohio, en el que vivió en su infancia, para trabajar como obrero en una fábrica. Allí conoce a otro obrero, Sponge, que va a acompañarlo y, al mismo tiempo, funciona en su simpleza como una suerte de contrapunto aspiracional para el universo intelectual del protagonista. Claro que el recorrido de Bruce lleva a pensar en la vida del propio Anderson, que parece haber hecho un camino inverso: abandonó su vida empresarial y su familia en Ohio en 1912 para ir a Chicago y convertirse en escritor. En ese recorrido llegó a convertirse en uno de los maestros de autores como Ernest Hemingway y William Faulkner, a quién lo ayudó a publicar su primer libro.Bruce no solo deja la ciudad, también gira su mirada hacia la infancia para descifrar un pasado que se le escurre y, en el fondo, parece incidir en el presente del que se fugó. Es decir, él se va de la ciudad del presente al pueblo de la infancia en busca de algo perdido, y en ese movimiento se aleja de la vida que alguna vez quiso llevar. Entre la nostalgia del pasado perdido y el vacío del progreso futuro, la narración se vuelve una reflexión sobre el hombre nuevo, una especie de tela sin manchas colgada al viento.El lenguaje de Anderson, autor de los relatos de Winesburg, Ohio, también habla de los juegos de la modernidad. Se vale de una narración que sigue los pensamientos de Bruce, luego los de su amante Aline y, finalmente, los del marido de ella, Fred. Incluso, Bruce ahonda en su lectura del Ulises de Joyce, del que seguramente el autor toma el recurso del monólogo interior. De ahí que en muchos momentos la historia también abre preguntas sobre qué es ser un artista de verdad. “¿Acaso un artista era eso? Sería una buena historia si él, Bruce, al escapar de Bernice y su grupo, de los artistas conscientes, lo hubiera hecho solo porque quería ser exactamente lo que querían ser ellos”.La musicalidad de las frases, la sucesión de puntos de vista y las perspectivas que aportan le dan un movimiento singular a la historia, que cuestiona la dirección de la modernidad con una suerte de risa oscura que permite sobrellevar la sensación de estar perdidos en ese pasaje vacilante entre lo que se anhela y lo que finalmente se vive en realidad.Risa NegraSherwood Anderson(Palmeras Salvajes)Trad.: Márgara Averbach304 páginas $ 25.900

Feb 15, 2025 - 05:49
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Reseña: Risa Negra, de Sherwood Anderson

La búsqueda y el sinsentido conviven en Risa negra, la novela del escritor norteamericano Sherwood Anderson (Ohio, 1871-Panamá, 1941) que recorre con melancolía la vida en el Midwest estadounidense de la década del 20, cuando la posguerra parece hundir en el desencanto a una sociedad perdida en las ilusiones del progreso.

De buenas a primeras, Bruce Dudley abandona a su mujer –una escritora moderna, parte del ambiente intelectual de Chicago–, deja su trabajo como periodista y regresa a un pueblito llamado Old Harbor, en Ohio, en el que vivió en su infancia, para trabajar como obrero en una fábrica. Allí conoce a otro obrero, Sponge, que va a acompañarlo y, al mismo tiempo, funciona en su simpleza como una suerte de contrapunto aspiracional para el universo intelectual del protagonista. Claro que el recorrido de Bruce lleva a pensar en la vida del propio Anderson, que parece haber hecho un camino inverso: abandonó su vida empresarial y su familia en Ohio en 1912 para ir a Chicago y convertirse en escritor. En ese recorrido llegó a convertirse en uno de los maestros de autores como Ernest Hemingway y William Faulkner, a quién lo ayudó a publicar su primer libro.

Bruce no solo deja la ciudad, también gira su mirada hacia la infancia para descifrar un pasado que se le escurre y, en el fondo, parece incidir en el presente del que se fugó. Es decir, él se va de la ciudad del presente al pueblo de la infancia en busca de algo perdido, y en ese movimiento se aleja de la vida que alguna vez quiso llevar. Entre la nostalgia del pasado perdido y el vacío del progreso futuro, la narración se vuelve una reflexión sobre el hombre nuevo, una especie de tela sin manchas colgada al viento.

El lenguaje de Anderson, autor de los relatos de Winesburg, Ohio, también habla de los juegos de la modernidad. Se vale de una narración que sigue los pensamientos de Bruce, luego los de su amante Aline y, finalmente, los del marido de ella, Fred. Incluso, Bruce ahonda en su lectura del Ulises de Joyce, del que seguramente el autor toma el recurso del monólogo interior. De ahí que en muchos momentos la historia también abre preguntas sobre qué es ser un artista de verdad. “¿Acaso un artista era eso? Sería una buena historia si él, Bruce, al escapar de Bernice y su grupo, de los artistas conscientes, lo hubiera hecho solo porque quería ser exactamente lo que querían ser ellos”.

La musicalidad de las frases, la sucesión de puntos de vista y las perspectivas que aportan le dan un movimiento singular a la historia, que cuestiona la dirección de la modernidad con una suerte de risa oscura que permite sobrellevar la sensación de estar perdidos en ese pasaje vacilante entre lo que se anhela y lo que finalmente se vive en realidad.

Risa Negra

Sherwood Anderson

(Palmeras Salvajes)

Trad.: Márgara Averbach

304 páginas

$ 25.900