River, un triunfo y mil simbolismos al sol, la tarde en que Boca se destiñó en el Monumental

Dominador del clásico ante su gente, el equipo de Gallardo mandó en el partido y ganó por 2-1 con goles de Mastantuono y Driussi; Merentiel anotó el tanto visitante

Abr 28, 2025 - 00:16
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River, un triunfo y mil simbolismos al sol, la tarde en que Boca se destiñó en el Monumental

En una semana, cuando se termine la fase regular del campeonato, quedará patentado que el triunfo de River en el superclásico de este domingo no habrá incidido demasiado en las posiciones y el armado de los cruces de octavos de final. Pero mal haría quien se deje llevar por los dictados numéricos. Si ahora todo parece sujeto a las métricas -¿cuántas interacciones tuvo en redes el gol de Mastantuono?, ¿cuántos pases en su campo dio Boca?, ¿cuántos metros corrió el árbitro en el partido?-, malo sería dejarse llevar por ellas para establecer la real dimensión que tuvo una victoria más clara en el desarrollo que en el resultado. Sin perder de vista esos dos revolcones clave de Armani en el final del superclásico, River venció a Boca en lo estratégico, lo emocional y también en lo simbólico, allí donde no llegan los buscadores de evidencias. Lo gestual luce encima de lo fáctico. Un Monumental ardiente, con récord de asistencia, celebró una victoria que le eleva la autoestima al ganador y pone a temblar la imagen del rival, hasta ahora el de mejores estadísticas de los 30 equipos, después de haberse presentado a jugar con cinco defensores y no haber abandonado ese dibujo amarrete en todo el partido, aunque haya ido perdiendo la batalla desde el inicio.

Boca se fue atribulado, maldiciendo al árbitro sin demasiadas razones y con Gago otra vez en entredicho, tal vez porque fue el primero en no dar la talla en su duelo debut con River desde que asumió en el club de toda su vida. Del otro lado, un primer tiempo de dominio total -no reflejado en los goles- y una segunda parte más terrenal configuraron un semblante más armónico. Y dejó escrito el mensaje para lo que viene: confianza aumentada cuando viene el momento de las definiciones vs. un sinfín de dudas. Con un apellido adolescente por encima de todo: Mastantuono ya inscribió el suyo en la historia del partido más importante del fútbol argentino, aunque tenga apenas 17 años.Marcelo Gallardo le ganó al duelo a Gago desde antes de empezar el partido

Ni el impacto emocional de un empate que no esperaba ni el mismísimo Merentiel sirvió para torcer el desarrollo del partido. A River le tomó dos minutos amortiguar la amargura de haberle regalado el gol a Boca a los 37, y enseguida volvió cada cual a lo suyo. River, a dominar la escena con un circuito que levantaba temperatura en el eje Acuña-Galoppo-Colidio por izquierda; Boca, a jugar a esperar en su campo, a mirar más que a marcar. Y entonces, otro golpe: el gol de Driussi, cómodo para cabecear y luego capturar el rebote en Marchesin, ajustó el resultado a lo que se había sembrado en ese primer tiempo. Ganaba River por un margen más chico de lo que habían hecho los dos hasta allí.

El primer mensaje del partido lo había mandado el entrenador visitante, cuando confirmó que llegaba al Monumental con una postura cautelosa, repleta de precauciones a partir de la formación, dejando a un lado la posibilidad de discutir el juego en la mitad de la cancha. Gallardo leyó el mensaje y supo que iba a disponer de campo y pelota, como si el rival fuera cualquiera de los de menor cartel que llega al Monumental. Entonces, con Enzo Pérez en el mando -jugó el mejor partido desde su regreso-, la movilidad de Castaño agitaba por un lado y la gambeta y valentía de Mastantuono marcaban el guion del juego. Boca coleccionaba tarjetas amarillas: a los 22 minutos ya tenía amonestados a Belmonte, Ayrton Costa y Marcos Rojo. De la infracción del capitán a Driussi vino la primera explosión de la tarde: un remate de tiro libre de Mastantuono dibujó una parábola perfecta para colgarse de un ángulo, dejar arrodillado a Marchesin y viajar sin escalas a la historia del superclásico; con 17 años se transformó en el futbolista más joven de River en marcarle un gol a Boca.Previa del superclásico River Plate vs Boca Juinors en el estadio Monumental. 
Franco Mastantuono Gol

River ganaba en todos lados: también en el juego aéreo, donde Pezzella y Martínez Quarta se alternaron para cabecear y exigir al arquero visitante antes y después del golazo del niño prodigio. Como si se jugara algo propio, Marchesin se metió en el terreno de las provocaciones: agitó sus brazos hacia arriba y hacia abajo cuando fue a ocupar el arco -la típica cargada a River señalándole el descenso- y después le gritó “golpeador de nenes, le pegaste a tu hijo” a Borja, un instante después del gol de Driussi, lo que devino en un tumulto. Más allá de eso, después del 1-0 el que metió en partido a Boca fue River, paradójicamente. Un pésimo cálculo de Pezzella tras un pelotazo de Blanco dejó a Merentiel de cara a Armani, y la Bestia no falló: le anotó su cuarto gol a River con una definición preciosa, con el exterior del pie derecho. Pero ni ese regalo supo administrar Boca, que se fue al descanso con el estruendo del gol de Driussi retumbando en sus oídos.

En el segundo tiempo, cuando se imponía un cambio conceptual en Boca, Gago prefirió el status quo. El desarrollo le reclamaba adelantar las líneas, buscar ayudas para el muy buen Milton Delgado, generar más asociaciones. Pero el técnico decidió esperar, como si confiara en que el paso de los minutos le fuera a cobrar a River el trajín de la semana, en la que tuvo que esforzarse en la altura de Quito para rescatar un empate ante Independiente del Valle. Sin la lucidez del comienzo, el local perdió rápido a Galoppo -lesionado-, cuyo sustituto, Meza, no se metió bien en el juego. El equipo no pudo sostener el manejo casi total del primer tiempo, y entonces el desarrollo se volvió más parejo. Hubo un instante clave: un mano a mano de Mastantuono que el zurdo resolvió mal, cuando corrían 13 minutos. En el aire limpio del Monumental flotó la sensación de que River dejaba pasar la oportunidad de rematar el partido, e incluso abrirse a una goleada. Los contrastes del final del partido

Del otro lado, la jugada que mejor hilvanó el visitante la desperdició Zeballos -ingresado-, que remató desviado una oportunidad clarísima de gol tras una buena habilitación de un crecido Zenón. La idea de partido no resuelto volvió con fuerza en los últimos minutos, cuando Boca empezó a llenar de pelotazos el área de Armani, a ver si por arriba encontraba lo que casi no había podido hilvanar por abajo. Dos manotazos del arquero en dos centros -tras un remate de Di Lollo y un cabezazo de Costa, respectivamente- agigantaron su figura, empeñada en bañarse en una segunda juventud a sus 37 años.

La última acción del partido también tuvo ese simbolismo señalado al comienzo. Porque unió el salto generacional que hay entre el capitán de River, decisivo en esas atajadas, y la figura más promisoria del fútbol argentino. Un foul a Mastantuono fue el momento que eligió el árbitro Nicolás Ramírez para pitar el final. El chico levantó sus brazos, quién sabe si consciente de lo que había dibujado en el césped del Monumental la tarde en que su apellido trascendió cualquier frontera. Quién sabe, también, cuántas oportunidades más tendrá de hacerlo en un River-Boca. Porque el futuro le pertenece, tanto como a su equipo la felicidad que siempre irradia ganar el partido más deseado. Porque nunca conviene subestimar un superclásico.

Lo mejor del partido