Rafael Marín. Odiseo Rey.

Plan B, 2023. 700 páginas. Revisitación de Odiseo empezando por la guerra de Troya y acabando con la odisea. Una osadía, como dice el autor en los agradecimientos, pero de la que sale con nota. Como toda reinterpretación en algunos casos se acerca más al original y en otros se aleja. Mantiene las presencias sobrenaturales, pero no con tanta abundancia como en la obra de Homero, y mantiene el espíritu de la obra original. Aunque conozcas -como es mi caso- de memoria lo que aquí se cuenta, Marín lo hace con tanta maestría que es como si lo leyeras por primera vez. Tiene momentos memorables, unos diálogos excelentes y una crítica a la guerra y a la insensatez humana. He disfrutado mucho con su lectura. Este libro demuestra que las habilidades como escritor del autor siguen en lo más alto. Muy bueno. Y como vivo y soy eterno y quisiera morir, mato. Y camino por calles de piedra y cristal, convertido en Nadie, repitiendo cada día lo mismo que he repetido en la isla de Circe, pero en otro ambiente diferente que no comprendo, donde hay nieblas y caballos y vino que quema y mujeres de pelo rojo que se... The post Rafael Marín. Odiseo Rey. first appeared on Cuchitril Literario.

May 8, 2025 - 07:03
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Rafael Marín, Odiseo Rey
Plan B, 2023. 700 páginas.

Revisitación de Odiseo empezando por la guerra de Troya y acabando con la odisea. Una osadía, como dice el autor en los agradecimientos, pero de la que sale con nota. Como toda reinterpretación en algunos casos se acerca más al original y en otros se aleja. Mantiene las presencias sobrenaturales, pero no con tanta abundancia como en la obra de Homero, y mantiene el espíritu de la obra original.

Aunque conozcas -como es mi caso- de memoria lo que aquí se cuenta, Marín lo hace con tanta maestría que es como si lo leyeras por primera vez. Tiene momentos memorables, unos diálogos excelentes y una crítica a la guerra y a la insensatez humana.

He disfrutado mucho con su lectura. Este libro demuestra que las habilidades como escritor del autor siguen en lo más alto.

Muy bueno.

Y como vivo y soy eterno y quisiera morir, mato. Y camino por calles de piedra y cristal, convertido en Nadie, repitiendo cada día lo mismo que he repetido en la isla de Circe, pero en otro ambiente diferente que no comprendo, donde hay nieblas y caballos y vino que quema y mujeres de pelo rojo que se venden y parlotean, perdido en el laberinto de la vida vacua que es la vida de todos, igual que, perdido, otro Odiseo vaga entre las estrellas (ah, las estrellas que aún recuerdo) buscando otra ítaca, entre barcos de metal y animales sabios. ¿Cuál de todos soy yo? ¿Cuál seré yo? ¿Todos o ninguno?
— Elige, Ulises. Elige, Odiseo.
La figura me mira ahora de frente. Incongruente, absurda, mitad hombre mitad mujer, como si estuviera partida en dos o se mirara medio cuerpo en un espejo que no devuelve la simetría de su otra parte.
— No —respondo — . Yo soy el Odiseo que soy. El Odiseo que quiero. Dime, ¿qué dioses me castigan? ¿Los dioses del Olimpo o los dioses de los troyanos, a los que destruimos?
El hombre que es mujer sonríe. La mujer que es hombre hace una mueca.
— Todos. Te castigan todos, Odiseo. Por lo que has hecho y por lo que no has hecho. —Indica con un gesto los frisos, que siguen parpadeando, mostrando realidades que ya no quiero mirar, pues he elegido.
— Por ser culpable y ser inocente.
— Por ser el signo del hombre nuevo.
— Eso dijo Aquiles.
— Es tu sino. Porque eres el primero en ser el primero. Un día, serás muchos. Serán muchos. Y cuando los hombres sean como tú, no necesitarán a los dioses. Y los dioses morirán y ocuparán aquí a mi lado el sitio que ahora ocupan los espectros de los hombres. Por eso no quieren que regreses a ítaca. Eres una enfermedad que no conviene que se propague.
— Sin embargo, Tiresias, pese a todo, volveré a ítaca.
— Ya has visto lo que te espera.
— No. He visto lo que le espera a otros Odiseos que no soy yo. No he visto mi futuro. No tienes mi futuro en tus frisos de magia. Porque el futuro que quiero aún no ha ocurrido, y ahora sé que, si otros Odiseos han regresado, yo regresaré también. Y no será para que me mate nadie, ni para matar yo a la esposa que amo, sino para vencer a la muerte y derrotar a los dioses.
— Por eso, precisamente, te condenan.
— Por eso, precisamente, vivo. Y como vivo, navegaré. Para eso estoy aquí. Porque, entre tantos caminos como contemplas, sabes que uno de ellos es mi propio camino.
Ríe ahora la mitad que es hombre. Ríe también la mitad que es mujer. La figura gigantesca titila, como si no pudiera mantener la forma. Durante un parpadeo es todo mujer. Al siguiente es completamente hombre. Aparece y desaparece, como la luna entre las nubes, y cuando por fin parece asentarse en una forma fija, la mitad que antes era hombre es ahora mujer, y la mitad que era mujer es ahora hombre.
— ¿No has entendido aún, Odiseo, que los mares que surcas no son los mares que quisieras? ¿Que navegas por aguas que nadie conoce ni domina? ¿Aún no te has dado cuenta de que este mundo del que vienes no es tu mundo?
— Sé que no debe serlo. Porque en estos cielos no hay estrellas. Y hay dioses y criaturas que en el mundo de donde soy no existen, o son solo leyendas o cuentos de viejas para entretener el tedio de las noches de invierno.
La figura asiente. Entre los pliegues de su capa extrae algo que aún no muestra.
— Hay infinidad de mundos, Odiseo. Así fue el designio de tantos dioses, cada uno jugando a tener su tablero a capricho. Y cada mundo es como las cuerdas de esta cítara. —Muestra ahora el instrumento que ha aparecido como por arte de magia en sus manos —. Mundos que son parecidos pero diferentes, similares pero distintos, cada uno con su rumbo, su pasado, su presente y su futuro. Con su historia y sus leyendas. Cada mundo es una cuerda que suena en una sintonía que los mortales no escuchan.

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