Plantas mágicas con nombre de animal (II): leones

Fernando Navarro Fernando Navarro Lun, 12/05/2025 - 10:58 | Firma invitada: Gonzalo Claros Otro animal que da nombre a muchas plantas es el rey de la selva, quien, a diferencia de los dragones, sí existe. Empecemos por el archiconocidísimo diente de león (Taraxacum officinale), del que todo se aprovecha para comerlo en ensaladas (por eso también se lo conoce como lechugilla), cocido, frito, rehogado, como condimento y como sustituto del café (de ahí que también se lo llame ‘achicoria amarga’). Con sus flores fermentadas se hace una especie de vino (como el que da título al libro El vino del estío, de Ray Bradbury). Por si fuera poco, se le han atribuido muchísimas propiedades medicinales por uso tópico o en infusiones por la presencia de sesquiterpenlactonas (con nombres tan poco atractivos como taraxacólidos, ixerina, ainsliósido y ácido taraxínico), fenilpropanoides (como el ácido monocafeoiltartárico y el ácido cafeico), saponinas, inulina, sales minerales y vitaminas. Está demostrado su poder antiinflamatorio y que sirve para contrarrestar la hepatotoxicidad del paracetamol en los ratones. El nombre vulgar no está claro si se debe a la forma puntiaguda de las hojas (se parecen mucho a la rúcula) o de los pétalos florales. Como curiosidad, el término del género, Taraxacum, hace referencia al amargor de las hojas maduras y viene de la latinización del árabe tharakhchakon tras su paso por el griego ταράσσω (tarásso), mientras que officinale se lo puso Linneo a todas las plantas medicinales que se vendían en las boticas (officinae). Y más anécdotas con su nombre vernáculo: en inglés se llama dandelion, procedente del francés dent de lion, que significa lo mismo que en español, aunque en este idioma se usa más pissenlit (o sea, orinarse en la cama, como consecuencia de sus propiedades diuréticas). La oreja de león es Leonotis leonurus, que tiene efectos psicoactivos parecidos al cannabis (de ahí que también la llamen ‘marihuana silvestre’) por la acumulación del alcaloide leonurina. Es una de las pocas hierbas legales conocidas que mejor resuelven los problemas de estrés e insomnio sin efectos secundarios apreciables. También se ha usado contra la mordida de cobra. La forma de sus racimos florales le dan el nombre popular (leo, león, y otis, oreja), aunque también se conoce como cola de león (no, tampoco me preguntéis el motivo). Otra parte del rey de la selva la encontramos en el pie de león, una planta que acumula interesantes principios activos, como taninos, flavonoides, ácido salicílico, fitosterol, saponósidos, ácido palmítico y ácido esteárico, lo que le ha dado tradicionalmente muchos usos medicinales (astringente, bactericida, vasoprotector, antiesclerótico, diurético, etc.). El nombre científico que le dio Linneo, Alchemilla vulgaris, se debe al interés que suscitó entre los alquimistas al acumular, además, rocío en las noches frías y despejadas. *     *     * M. Gonzalo Claros es catedrático de biología molecular y bioinformática en la Universidad de Málaga. Columna extractada del artículo «¿Animales o vegetales? Entre la magia y el colocón», en el número 188 de la revista Encuentros en la Biología. Continúa en: «Plantas mágicas con nombre de animal (y III): serpientes, arañas, gatos, caballos y liebres» On M. Gonzalo Claros Off

May 12, 2025 - 11:37
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Plantas mágicas con nombre de animal (II): leones
Fernando Navarro
Fernando Navarro
| Firma invitada: Gonzalo Claros

Otro animal que da nombre a muchas plantas es el rey de la selva, quien, a diferencia de los dragones, sí existe. Empecemos por el archiconocidísimo diente de león (Taraxacum officinale), del que todo se aprovecha para comerlo en ensaladas (por eso también se lo conoce como lechugilla), cocido, frito, rehogado, como condimento y como sustituto del café (de ahí que también se lo llame ‘achicoria amarga’). Con sus flores fermentadas se hace una especie de vino (como el que da título al libro El vino del estío, de Ray Bradbury). Por si fuera poco, se le han atribuido muchísimas propiedades medicinales por uso tópico o en infusiones por la presencia de sesquiterpenlactonas (con nombres tan poco atractivos como taraxacólidos, ixerina, ainsliósido y ácido taraxínico), fenilpropanoides (como el ácido monocafeoiltartárico y el ácido cafeico), saponinas, inulina, sales minerales y vitaminas. Está demostrado su poder antiinflamatorio y que sirve para contrarrestar la hepatotoxicidad del paracetamol en los ratones. El nombre vulgar no está claro si se debe a la forma puntiaguda de las hojas (se parecen mucho a la rúcula) o de los pétalos florales. Como curiosidad, el término del género, Taraxacum, hace referencia al amargor de las hojas maduras y viene de la latinización del árabe tharakhchakon tras su paso por el griego ταράσσω (tarásso), mientras que officinale se lo puso Linneo a todas las plantas medicinales que se vendían en las boticas (officinae). Y más anécdotas con su nombre vernáculo: en inglés se llama dandelion, procedente del francés dent de lion, que significa lo mismo que en español, aunque en este idioma se usa más pissenlit (o sea, orinarse en la cama, como consecuencia de sus propiedades diuréticas).

La oreja de león es Leonotis leonurus, que tiene efectos psicoactivos parecidos al cannabis (de ahí que también la llamen ‘marihuana silvestre’) por la acumulación del alcaloide leonurina. Es una de las pocas hierbas legales conocidas que mejor resuelven los problemas de estrés e insomnio sin efectos secundarios apreciables. También se ha usado contra la mordida de cobra. La forma de sus racimos florales le dan el nombre popular (leo, león, y otis, oreja), aunque también se conoce como cola de león (no, tampoco me preguntéis el motivo).

Otra parte del rey de la selva la encontramos en el pie de león, una planta que acumula interesantes principios activos, como taninos, flavonoides, ácido salicílico, fitosterol, saponósidos, ácido palmítico y ácido esteárico, lo que le ha dado tradicionalmente muchos usos medicinales (astringente, bactericida, vasoprotector, antiesclerótico, diurético, etc.). El nombre científico que le dio Linneo, Alchemilla vulgaris, se debe al interés que suscitó entre los alquimistas al acumular, además, rocío en las noches frías y despejadas.

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M. Gonzalo Claros es catedrático de biología molecular y bioinformática en la Universidad de Málaga. Columna extractada del artículo «¿Animales o vegetales? Entre la magia y el colocón», en el número 188 de la revista Encuentros en la Biología.

Continúa en: «Plantas mágicas con nombre de animal (y III): serpientes, arañas, gatos, caballos y liebres» On M. Gonzalo Claros Off