En la primera década del siglo XXI, si disculpan el tópico charcutero, se ataban los perros con longanizas. Lehman era sólo el portero del Arsenal, antes de que por culpa de sus hermanos del otro lado del Atlántico nos diésemos cuenta de lo que vale un default , y la única prima de riesgo que nos sonaba era aquel pariente del pueblo un poco casquivana a la que no convenía arrimarse entre los efluvios de la fiesta patronal. El dinero público fluía en cascada desde el político manirroto (pleonasmo) hacia los más pintorescos chiringuitos. Al Consejo de Cofradías, subvenciones mediante, le salía por las orejas una pasta que permeaba hasta el sustrato más modesto de la industria semanasantera. Saeteros, aquí,...
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