El primer espía español
En esta nómina hay que incluir también a José Luis Castillo-Puche. La editorial La Fea Burguesía acaba de publicar Misión Estambul (2025), con edición y prólogo del profesor José Belmonte Serrano, una novela casi desconocida a pesar de haber sido editada en dos ocasiones anteriores: el 4 de diciembre de 1954, en La Novela del... Leer más La entrada El primer espía español aparece primero en Zenda.

Anton Chejov, Pedro Antonio de Alarcón, Valle-Inclán o Fernando Pessoa son algunos de los pioneros que esconden en los osarios de su bibliografía una novela negra, obras que amplían nuestra perspectiva histórica sobre este género literario, con ramificaciones que van más allá de Agatha Christie o de la hard boiled.
Misión Estambul vuelve a publicarse en 1982 (Emiliano Escolar Editor), con un breve estudio inicial de Milagros Sánchez Arnosi.
Y sin duda algo indica el hecho de que ahora sea reeditada por tercera vez, interesando a tres generaciones consecutivas, cuando tantos libros mueren después de una única vida.
Como afirma Sánchez Arnosi, “la intriga y el suspense serán los hilos que estructuren el relato”, protagonizado por un espía español que viaja desde Madrid a Estambul con la misión de entregar un cinturón, aunque no sabe a quién, ni qué esconde, ni cuál es el mensaje. Y, en efecto, aunque también se producen dos asesinatos, robos y persecuciones, el misterio es el motor narrativo de la novela, su núcleo operativo, la columna vertebral que sostiene los demás componentes.
La elección de Estambul como escenario exótico contribuye al enigma, pues la ciudad turca es recurrente en el género, desde La máscara de Dimitrios (1939), de Eric Ambler, hasta Muerte en Estambul (2011), de Petros Markaris, sin necesidad de hablar de las muchas películas policiacas a las que ha prestado su espectacular patrimonio y su privilegiada ubicación entre Oriente y Occidente, tan apropiada para convertirse en nido de espías. Castillo-Puche fue uno de los pioneros en detectar ese atractivo hace casi setenta años, del que es consciente el propio protagonista cuando confiesa: “No terminaba de gustarme. Algo vago la envolvía, algo misterioso rodeaba el centro de mis próximas operaciones. Y temía”. Estambul se entrelaza muy bien con el relato y se convierte en un personaje más, con su “mezcla rabiosa en la que se amasaba el europeísmo más elegante con una batahola oriental chillona y precipitada”.
Castillo-Puche, que era un excelente reportero de viajes, describe con talento esa Estambul que huele “a azúcar tostada y a lana sudada”, en la que “sobre las torres de algunos edificios y los pinchos de las mezquitas sangraba el cielo una calentura de siglos”. En las descripciones del entorno y de los personajes brilla el estilo del autor, con comparaciones muy expresivas y neologismos muy creativos: “pedanteando a conciencia”, “tratado de intrigología”.
La estructura de la novela, que avanza a base de incidentes y peripecias, en apariencia desordenadas, lejos de revelar dificultades de su autor para engarzar una historia de modo convencional, demuestra, por el contrario, un clarividente diagnóstico del asunto que tiene entre manos. En unos años en que el género negro estaba en pleno esplendor en otros países y aún no había agotado sus modelos, que seguían funcionando sin aburrir a los lectores, Castillo-Puche decidió no seguirlos y escribir algo muy parecido a una parodia, como si intuyera que un libro libera más energías positivas con el riesgo y el juego que con la simple imitación.
Toda la novela está teñida de humor sobre la misión de un peculiar espía español que nos cuenta en primera persona las distintas peripecias que va superando camino de Estambul, sin tomarse en serio el peligro, hasta que finalmente cumple la misión que sus jefes le habían encomendado en Madrid sin saber cómo la ha cumplido. Natural de Murcia, camufla su identidad bajo la pantalla de exportador de frutas y conservas, que quizá era lo único que exportaba España en 1954. De paso, aparecen algunas referencias a su tierra: “¿Se ha desbordado de nuevo el río Segura?”.
Quizá ese tono irónico respecto a las novelas de espías apunta hacia el prototipo de James Bond, cuya primera entrega, Casino Royale, había aparecido en España el año anterior, en 1953.
El escritor yeclano comprendió que, en 1954, con España todavía confinada en la autarquía de un país insignificante y en el recelo internacional desde la segunda guerra mundial, sería pretencioso y poco creíble la figura de un espía hispano resolviendo intrigas internacionales y moviéndose como un héroe por escenarios cosmopolitas. Y optó por la ironía como solución más coherente.
Pero esa actitud de autonomía respecto a las normas del género negro no es un defecto, sino una prueba de la independencia y seguridad en la escritura de un Castillo-Puche que, ya desde su juventud, demuestra su voluntad de no someterse a los códigos impuestos. Misión Estambul es la novela de un autor joven —de 35 años, que solo había publicado dos libros— dispuesto a echarle imaginación al proyecto que emprende, que está buscando su camino de un modo valiente mientras comprueba cuáles son sus armas y sus letras y el alcance de un talento que todavía no conoce todas sus virtudes. Y en esa búsqueda no tiene miedo de iniciar un camino sin saber bien adónde lleva ni si le gustará el destino que vislumbra.
Luego, Castillo-Puche tomará otros derroteros.
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Autor: José Luis Castillo-Puche. Título: Misión Estambul. Editorial: La Fea Burguesía. Venta: Todos tus libros.
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