Paganinis
Todos somos conscientes de que las cosas cambian poco en tema de impuestos, da igual el color político.

Un rey de Granada del siglo XI llamado Abd Allah dejó escrito: "Si quieres sacar a cualquiera aunque no sea más que un dírhem contra la ley, las gentes lo tendrán por odioso y, en cambio, si les sacas mil por la vía legal, podrás hacerlo sin que nadie diga nada". Metidos en plena campaña de impuestos sobre la renta, se hará de nuevo realidad el aforismo del monarca andalusí.
Los impuestos son necesarios para mantener la cohesión social y el estado de bienestar. Los españoles parece que en eso coinciden todos. En el fondo, un Estado garantiza orden, justicia social, paz y evita el conflicto civil, que diría Hobbes. Con todo, parece que la concentración de poder que ha acumulado sobrepasa lo que había soñado cualquier rey absolutista. De seguir creciendo, las libertades individuales podrían verse amenazadas, como recordó Bertrand de Jouvenel.
Más o menos todos somos conscientes de que las cosas cambian poco en tema de impuestos. Da igual el color político. Lo que baja por un lado, sube por otro. Maquillaje puro. En el fondo, es la forma ‘lampedusiana’ del Estado para que "todo cambie para que todo permanezca igual", es decir, que el Estado siga concentrando cada vez más poder. Todo por supuesto de manera legal, como recordaba el rey andalusí. Incluso lo hemos elegido democráticamente.
Espero no ser considerado un anarcoliberal, del estilo Milei o Elon Musk. Lo digo porque cualquier opinión que plantee dudas sobre determinadas atribuciones del Estado, y sobre los excesivos impuestos, es signo de herejía y de denuncia a la inquisición de las redes. Permítanme recordar, en todo caso, y sin caer en la demagogia, que en los últimos tiempos es lógico que algunos nos planteemos si tanto impuesto puede devenir en tanto escándalo en su gestión, o en tanta inoperancia cuando realmente necesitamos la fuerza del Estado. Desde luego no es para estar calladitos.